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Sábado, 3 de julio de 2010
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Juan “Tata” Cedrón, de vuelta al pago y a toda orquesta

“Y sí, la Argentina me sienta bien”

Todos los sábados un ciclo lo tiene como protagonista en San Telmo. Y se presenta, con guitarras, en el Palais de Glace.

Por Karina Micheletto
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“También nos juntamos a tocar con amigos en las bares, nomás. Para mí, es necesario”, dice Cedrón.

Hace cinco años que Juan “Tata” Cedrón emprendió el regreso definitivo desde su exilio parisino, tiempo suficiente para asumirse, según se revela en la charla, como el más adaptado de los porteños. “Empanadita”, “vinito con amigos”, “barcito aquí y allá” son las formas de integración que se repiten en el relato, y que hacen encajar el mapa local de este hombre entre Boedo y Villa del Parque, los dos barrios que lo tuvieron de vecino. En el medio, claro, está siempre la música, que en el bar o en el escenario este guitarrero y cantor ejerce con la misma pasión.

Esta noche y todos los sábados de julio, a partir de las 21, un ciclo lo tendrá como protagonista en Espacio Ecléctico (Humberto Primo 730), junto al bandoneonista Miguel Pérez. Mañana a las 18 también se presentará, esta vez con guitarras, en el Palais de Glace, dentro del ciclo Música al atardecer, de la Secretaría de Cultura de la Nación. No se queda quieto Cedrón, y basta un repaso a lo grabado en estos cinco años para chequear su nivel de actividad: sus versiones de Luis Alposta o Carlos de la Púa, en el bellísimo Piove en San Telmo, el espectáculo Orejitas perfumadas y el disco que le dedicó a Roberto Arlt, la musicalización de los poemas inéditos de Homero Manzi, su recorrido por la poesía de Miguel Angel Bustos, que ya está grabado en dos CD y que será editado en unos meses.

“Y sí, la Argentina me sienta bien”, acepta la evidencia Cedrón. “Acá puedo ir a tocar a un bar con amigos y puedo pensar en mi próximo disco. No es fácil, porque para dar cada pequeño paso tenés que pensar en hacer toda una alharaca de promoción alrededor, que no va conmigo. Pero ahí tiene: acá puedo hacerme también mala sangre tranquilo, porque si me enojo, me enojo con los míos. Y voy para adelante, porque el que busca encuentra.” Entre lo último que Cedrón ha buscado, encontrado y quiere compartir, no hay ningún poeta maldito o inhallable para hacer su ingreso al tango. Lejos de cualquier gesto de novedad, Cedrón ha buscado esta vez en el repertorio campero de Carlos Gardel.

Volviendo a los sábados en Espacio Ecléctico, el músico adelanta: “Como siempre, mi criterio es que uno tiene un repertorio interesante que la gente tiene ganas de escuchar, pero aparte hay temas nuevos que me interesa mostrar”.

–¿Por ejemplo?

–Elegí las cosas criollas de Gardel, las tonadas de Saúl Salinas y de Francisco Martino, que cantó con Gardel en sus comienzos, fundadores de ese estilo de voces y cultores de ese folklore cuyano y pampeano tan rico. Como decía Buenaventura Luna, ese folklore venía de los fogones del ejército de San Martín, donde se juntaban los paisanos de toda Latinoamérica a compartir su música, ése fue un verdadero germen para la música cuyana. Hago también un tango de Héctor Blomberg, con esa cosa de marinos y de puertos que tenía –por algo González Tuñón lo tomó como referente–. Cuenta la historia de dos irlandesas que vienen en un barco, el Jamaica Maru, con dos chinos, desde Shanghai, y terminan muy mal, en Dock Sud. Son dos prostitutas, por supuesto. Y de Luis Alposta hago “El adiós de la musa finoli”, un tema que marca ese humor extraordinario de Alposta. Habla de una mina que tiene “buen empilche, buen lomo y un taller literario”, y el tipo dice: “Esos cinco minutos que uno tiene de otario: se me vino de River y me le fui de Boca”. También haré cosas de Miguel Angel Bustos, esas que ya van a salir en dos CD. Y al final voy a invitar a gente amiga, no necesariamente profesionales, amigos músicos, para hacer una reunión después de tocar.

–Parece muy interesado en las reuniones...

–Y claro, forma parte del asunto también, ¿no le parece? Por eso elegí este lugar de Espacio Ecléctico, ahí se puede tomar un vinito, y como empiezo temprano, tengo tiempo para después invitar a amigos y quedarme tocando y charlando con ellos. A mí me interesa ese tipo de comunicación, además de las posibilidades de un buen sonido y unas buenas luces que te da el escenario. Yo necesito las dos cosas, y lo busco adrede. Por ejemplo, en mi barrio, en la verdulería de Cuenca y Jonte dos por tres cortamos la calle, hacemos unos choripanes y largamos la música. Cuando pasan los colectivos nos callamos y los integramos, porque hacemos música contemporánea... Ahora lo vamos a repetir para el 9 de Julio. Lo mismo hacemos en un bar de Liniers, ahí también nos juntamos a tocar con amigos muy valiosos, en las mesas nomás. Para mí, es necesario.

–¿Y por qué vuelve a Gardel ahora?

–Yo siempre lo canté. Y ahora a lo mejor me agarró un poco esa cosa pedagógica, esa intención de mostrar a los jóvenes cuáles son los orígenes, las referencias. Ese repertorio criollo de Gardel, tan hermoso, es fundante.

–Está por reeditar su disco Arrabal salvaje. ¿Qué significa para usted hoy aquel trabajo de 1982?

–Para mí es un orgullo, lo escucho y lo digo modestamente: el cuarteto sonaba como un Stradivarius. Hacía 25 años que estábamos tocando, y logramos un disco de gran calidad. No envejeció para nada, algo que no todos pueden decir de sus discos.

–En estos últimos años le han rendido tributos como el de Lidia Borda, con su Ramito de Cedrón. ¿Cómo lo toma?

–Me parece extraordinario, Lidia avaló y reforzó todo el trabajo que vino haciendo el cuarteto en tantos años, y yo se lo agradezco. Lidia es una cantante de excepción y una mujer que siempre está buscando cosas y proponiendo, además de cantar bien. Eso es lo que me interesa de los cantantes, que propongan. Siempre les digo: muchachos, Sadaic está lleno de temas que nadie canta, y que son hermosos. ¡Vayan a buscarlos!

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