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Martes, 6 de julio de 2010
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InclanFunk habla de su tercer disco, Pantano picante

Cuando el baile es catarsis

Esta gran banda de funk viene de una gira por países europeos y presenta su cuarto álbum, al que tituló con el nombre de “un lugar surreal”, una especie de oasis de ideas en el desierto del limbo. “El disco nos baja la ansiedad y la obsesión”, afirman.

Por Luis Paz
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“Para crear algo, te tenés que meter en la mugre, en tu mugre”, dicen los InclanFunk.

Luciano Campodónico y Diego Bergesio tienen la mirada fija en el contador y sudan con cada punto que aumenta en el visor: 84, 87, 95. Respiran cuando baja a 92 pero, en un arrebato, el número llega a 100 y se hace el silencio, la música acaba. En el escenario del bar francés, la banda argentina InclanFunk queda muda porque, según la legislación gala, no se puede tocar a más de 100 decibeles y los bares tienen sistemas que, en cuanto se llega al límite, cortan directamente el sonido en vivo. El cantante y el guitarrista –compositores junto a Erico Schick– recuerdan una de las noches de su gira por España, Francia e Inglaterra entre risas, fiambres y quesos. “Hasta cayó la policía”, suma mística Bergesio, aunque enseguida baja y hace la lectura más centrada: “Está todo bien, fuimos a tocar allá porque nos movimos, pero ¿quiénes somos?”, se pregunta el guitarrista.

InclanFunk lleva ocho años, entre cambios de intención y formación, tres discos mediante, intentando resolver el interrogante. Tres años poniéndole el cuerpo, también, y no sólo por la autogestión que tomaron como modo de crecimiento de esta fantástica banda de funk (y no sólo funk): soportaron algún choque en el regreso de sus primeras giras a la gorra por la costa. “Un par tenemos metales en el cuerpo por esos accidentes”, señala Campodónico, sin comerse la del hombre cyborg, porque si bien la propuesta de InclanFunk es citadina y moderna, tiene un anclaje inevitablemente naturalista, como se ve en “Guitarra y agua” o “Madera”, temas de su reciente Pantano picante. “Entra agua en la guitarra, que no para de sonar. Agua y madera, se vuelven a juntar”, es la otra anécdota que evocan en ese primer tema. Una anécdota de Luciano: “El 16 de diciembre de 2007 volvíamos de Berisso, donde no pudimos tocar por una tormenta, y me llama mi mujer. Se había acumulado agua en el techo, el cielo raso de yeso cedió y se inundó la sala”. Lo cuenta con tranquilidad, un estado muy distinto al de aquella noche preveraniega en la que al llegar a casa encontró empapada la acústica que le había regalado su abuelo. “Es una balada ecologista que surgió cuando me di cuenta de cosas que uno no toma en cuenta cuando tiene la suerte de tener una casa. Hemos visto por tele a gente inundada. Yo perdí una guitarra, pero otros pierden todo.”

–Hay cuestiones que exceden al presunto amparo de la ciudad, ¿no?

Campodónico: –La ciudad es la fábrica. Puede verlo en Google Earth, donde hay manchas grises e iluminadas, como si fueran un cáncer en expansión, comiéndoles lugar a los marrones y los verdes. Lo bueno de la ciudad es su mezcla de culturas, algo riquísimo y muy criticado.

En Barcelona, por donde también se mandaron a tocar a puro pulmón (con el respirador del funk conectado las 24 horas, por supuesto), la mezcla es celebrada, dicen, pero no aquí. ¿Por qué? “Tal vez porque la música argentina está medio virgen. A nivel técnico, está varios pasos por detrás. Por supuesto que acá hay una creatividad y tradición grossas, pero tenemos que aceptar que estamos vírgenes en muchas cosas. Incluso como sociedad”, pide mayores reparos Campodónico.

Con estas mezclas tiene que ver el contenido, pero también el título del disco. Para Bergesio, el Pantano picante “es un lugar surreal” que puede explicarse como “el espacio concreto dentro de lo abstracto”. En criollo: una especie de Olimpo real de la creación, en la cuna de una civilización virtual; o un oasis de ideas en el desierto del limbo. En fin, un espacio donde hay ideas para la creación picante, aunque no deja de ser pantano. “Para crear algo, te tenés que meter en la mugre, en tu mugre”, completa la idea el cantante de la rapada expresiva. “Y Pantano picante también es el disco de nuestras vidas, una terapia que nos baja la ansiedad y la obsesión”, vuelve a ampliar el guitarrista.

En definitiva, Pantano picante también es un álbum, en la acepción más justa: una unidad basada en la multiplicidad de sentido que ofrece cada canción como obra en sí. Y sus canciones, por fuera de tanta ontología, están realmente logradas, plenas de un groove tan bailable como catártico, de letras tan instantáneas (“Dicen que éste es el funk que no tiene control”) como inflexivas (“Dejate de joder, hacé lo que querés con la canción”) y reflexivas (“El hombre espejado tiene el poder de capturar y mostrarte cara a cara quién sos de verdad”). No son pocas las frases que quedan dando vueltas pasada la escucha ni pocos los pasos de baile que pueden crearse entre tanto juego rítmico.

“¿Sabe qué es lo que más nos llena de InclanFunk? Haber crecido en conjunto y junto a otros amigos que trabajan con la música a distintos niveles. Cuando vinieron Los Amigos Invisibles, fuimos a verlos y el sonidista era un amigo que conocí de pibe en la plaza de mi barrio”, apunta Campodónico. Ellos siguen creciendo, y con ellos InclanFunk se va volviendo una banda cada vez más amplia y completa. La postal de este momento preciso, Pantano picante, podrá buscarse en la medianoche del próximo sábado en Peteco’s, Meeks y Garibaldi, Lomas de Zamora.

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