Imprimir|Regresar a la nota
Miércoles, 25 de agosto de 2010
logo espectaculos
Otra ceremonia con Daniel Barenboim, esta vez en el Gran Rex

Un mediodía muy alimenticio

Junto a la West-Eastern Divan Orchestra, el director abordó dos monumentales obras de Pierre Boulez, Dérive Nº 1 y Dérive Nº 2. Y la cita no fue sólo un banquete musical, sino que también dio espacio a una jugosa explicación al público.

Por Diego Fischerman
/fotos/espectaculos/20100825/notas_e/ww35fo01.jpg
La visita de Barenboim será recordada como uno de los hechos culturales más significativos de estos tiempos.

Unas tres mil personas ocupaban la vereda del Gran Rex desde temprano. No se trataba de un concierto pop sino de la espera para un concierto de cámara de integrantes de la West-Eastern Divan Orchestra, dirigidos por el creador de ese proyecto, Daniel Barenboim. Ya había pasado la vorágine del sábado, con una presentación al aire libre y ante una multitud, en la 9 de Julio, y, a la noche, con una actuación inolvidable en el Colón. Ya había habido siete conciertos dedicados a Beethoven y uno más en el que, entre otras obras, Barenboim había tocado junto a su mujer, Elena Bashkirova, la casi imposible transcripción para piano a cuatro manos realizada por Webern de las Piezas Op. 16 de Schönberg. Y la espera en la vereda del Gran Rex, impensable sin la convocatoria y el carisma del pianista y sin la conmoción que causó en Buenos Aires esta visita, que será recordada como uno de los hechos culturales más significativos de estos tiempos, era para escuchar una obra larga, densa, inmensamente compleja, de Pierre Boulez.

Bromeando con el público, Barenboim entró al escenario antes que los músicos, habló de los celulares (y pidió que fueran apagados, en una alusión a lo sucedido en varios de los conciertos, donde los consabidos ringtones se superpusieron con la música de Beethoven en más de una oportunidad), y anunció, riéndose de su ocurrencia, que como no había hecho bises en los conciertos brindados hasta el momento, en éste, perteneciente al ciclo de Conciertos al mediodía del Mozarteum, agregaría una obra completa. Lo programado era el estreno de la última versión de Dérive Nº 2 de Boulez, terminada apenas hace dos años. Y el agregado sería Dérive Nº 1, la obra que dio origen a la segunda y que literalmente derivó en la cadenza que antecede a la coda final. Si faltara alguna prueba de que la convocatoria de Barenboim no se basa en demagogias ni concesiones, la incorruptible elección del programa en este concierto gratuito alcanzaría. Pero, además, el director se tomó el trabajo, antes del concierto, de brindar una clase magistral acerca de la obra, con sus músicos ejemplificando a su pedido las distintas piezas que componen la extraordinaria construcción sonora montada por Boulez.

Barenboim remarcó la estructura formal clásica de la obra, mostró los distintos interludios que van articulándola, dijo cosas como “ese motivo, con esa nota repetida, después van a perderlo, pero sigue estando, lo van a tener que buscar con el oído” y no dejó de señalar que “ésta es una visión subjetiva, ni siquiera estoy seguro de que Boulez estaría de acuerdo conmigo”. Primero fue la primera de las Dérive, compuesta a mediados de los ochenta, y luego su monumental consecuencia, una suerte de fresco de casi cincuenta minutos de música donde priman las texturas cristalinas, un formidable contrapunto rítmico y un trabajo tímbrico de gran sutileza. Y si los músicos de la West-Eastern Divan Orchestra habían demostrado su altísimo nivel en las interpretaciones de las sinfonías beethovenianas, en este caso fue asombroso el grado de naturalidad, la respiración, el fraseo y la fluidez con la que abordaron una partitura de indudable complicación técnica.

La exactitud rítmica y la infalibilidad, en todo caso, lejos de ser un dato frío, fueron el punto de partida de la calidez. A partir de allí se edificó una interpretación memorable: los líricos solos de cada uno de los instrumentos cerca de la culminación de la obra, el increíble ajuste en la espectacular coda y, como en los anteriores conciertos, un compromiso que va mucho más allá de la mera corrección y que mucho tiene que ver con la empatía entre músicos y director. Pero el Efecto Barenboim aún no termina. Ayer al mediodía fue el último de los conciertos organizados por el Mozarteum, pero hoy a la noche concluirá la integral de las sinfonías de Beethoven, en un concierto perteneciente al Abono Bicentenario del Colón. Junto al Coro Estable de este teatro y solistas invitados, la West-Eastern Divan Orchestra interpretará, a las 20.30, la Sinfonía Nº 9. Y todavía faltan los conciertos organizados por el Colón en que, los próximos 29, 30 y 31 (esta función se agregó en razón de que las entradas para las otras ya se habían agotado), Barenboim conducirá al Coro y Orquesta de la Scala de Milán en una versión sin escenificación de Aída y en el Requiem de Giuseppe Verdi.

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar|República Argentina|Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.