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Lunes, 30 de agosto de 2010
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Roxana Carabajal y Mujer santiagueña, su nuevo CD

“En Santiago queda mucho por hacer”

La cantante vive desde hace 15 años en Buenos Aires, “pero mi corazón y mi cabeza están allá”. Por eso, dice, su flamante álbum está dirigido a mujeres que le ponen el pecho a la vida en contextos difíciles. Incluye a su madre y a tantas “santiagueñas anónimas”.

Por Cristian Vitale
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Roxana, cantante y mujer, en un “clan” familiar dominado por hombres.

Roxana lo llama invariablemente padre o abuelo. “Un día como hoy, hace seis años, moría”, dice y los ojos negros se le iluminan. La mujer cantante de un clan monopolizado por hombres pide un cortado “medio larguito”, mientras pasa una bicicleta con un altavoz a volumen alto y no puede evitar la compulsión de referirse a Carlos Carabajal, el padre de la chacarera. “Yo no he tenido otra enseñanza en mi vida que la suya, ¿sabés? A partir de su muerte cambió el rumbo de mi vida. He tenido un crecimiento brusco... Pasé rápido de ser niña a adulta.” Inevitablemente su nuevo CD solista debía estar tocado por el aura del hombre que prácticamente trocó el apellido Carabajal por sinónimo del 6 por 8. Aparece, nítido, en “Donde él me espera”, una dulce canción melancólica en la que su hija-nieta lo sueña regresando al patio humilde, a “nuestro” hogar, entre llantos y estrellas. También en “Pa’ estas fiestas vuelvo al pago” –una de las tantas chacareras escritas por Carlos–, y en lo nómada y desinteresado que resulta el día a día de esta morocha sensual de 37 años, madre de dos hijos, y número puesto en cada festival del palo. “Soy casi una gitana, como papi. No ando pensando en Sadaic y esas cosas. No puedo. Me niego a eso de juntar un sentimiento tan puro como la música con cuestiones comerciales”, lanza.

–Una hippie santiagueña...

–(Risas) Pero no la única, está la gente de Vislumbre del Esteko, que no transa fácilmente con el sistema de la música. Ellos sí que no.

–Pero en el disco hay cinco temas suyos y se trata de un trabajo que, lógicamente, tiene que traer beneficio por su reproducción en peñas, medios audiovisuales, fiestas...

–Lo sé, y me gustaría ser más ambiciosa, pero no puedo. Y por eso estoy como estoy. Hace 15 años que vivo en Buenos Aires y no pude comprarme una casa. Tengo el pensamiento de mi papi cuando, al cobrar su primera paga importante, compró un terreno para transformarlo en una peña para todos en vez de una casa para él.

La figura masculina de Carlos, como musa y recuerdo, es el contraste de género en un disco que lleva por título Mujer santiagueña, y que la cantante mostrará el próximo jueves en la peña Los Cardones. Tiene 12 piezas, entre propias y ajenas, que le suman voz a chacareras, zambas, escondidos, guarachas o austeras canciones con la mira también dirigida a mujeres que le han puesto el pecho a la vida en un contexto difícil. “Pienso en Zita, mi mami, que muchas veces ha tenido que sufrir el hambre y el desamparo cuando Carlos se iba atrás de la chacarera y la dejaba sola varias noches con Peteco y Graciela chiquitos. Carlos tenía sus cositas a nivel sentimental y fue ella quien lo tuvo que bancar. De alguna manera este disco movilizador, que toca fibras íntimas de mi vida, piensa en ella, en su sacrificio para que siempre haya mate cocido y pan en la mesa, y también en esa mujer santiagueña anónima que trabaja día a día con un esfuerzo único para poder salir adelante ante todos los males que se le han hecho a la provincia. Por los malos... el mal gobierno, mejor dicho, que hemos tenido durante tantos años. Un gobierno que ha hecho que la mujer quede ni siquiera en un segundo plano, sino bien debajo de todo.”

–La relación asimétrica del matrimonio Juárez trasladada a la sociedad, digamos...

–Ahí va. La ideología política que tenían ellos era que todos los santiagueños sean tal cual y lamentablemente han logrado dominar mediante el monopolio económico ¿no? El santiagueño se ha visto sometido a esto como única opción, hasta que llegó la intervención. Con ésta hubo casi una revolución mental que provocó un avance importante en el tiempo. Digo, quince años atrás era muy difícil lograr una fiesta como la que hay hoy, para 70 mil personas, por el aniversario de la provincia. Algo que yo nunca viví en mi adolescencia.

–¿En qué otros aspectos se ha manifestado el cambio?

–El santiagueño se venía cerrando bastante a tener influencias, como una manera de conservar el santiagueñismo, la santiagueñidad al palo (risas), porque no se dejaba influenciar por nadie. Iba a tocar un grupo de acá y lo sacaban cagando. Al no dejar que nada entrara, el santiagueño se aislaba del país. La intervención ha promovido muchísimo la cultura, cuando estaba sumergida bajo tierra, y el gobierno actual lo mantiene hasta ahí... No me animo a decir que quienes manejan la cultura hoy sean tan creativos.

Mujer santiagueña –octavo trabajo solista de Roxana– extiende su mirada también a los problemas graves y no siempre visibilizados del trabajador rural santiagueño, que sufre un día a día complicado por efecto del desmonte y la deforestación. “Abriendo venas del monte”, por caso, es una chacarera cuya letra, compuesta por un campesino de tierra adentro (Del Col), deviene explícita en su intención: “Abriendo venas del monte / va el hombre en su maquinaria / arrastrando flor y fruto / sobre un regazo de savia”. “Es un guiño al Mocase, a cuya causa adhiero y en la que pienso involucrarme más cuando vuelva a vivir a Córdoba o a Santiago. Siempre fui consciente de que no me iba a quedar acá en Buenos Aires y cuando pueda me vuelvo... Mi corazón y mi cabeza están allí, donde queda mucho por hacer.”

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