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Martes, 7 de septiembre de 2010
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La Sinfonía Nº 8 de Gustav Mahler, en el Teatro Argentino de La Plata

Mucho más que una simple obra musical

El mero hecho de llevar a escena una obra tan monumental tuvo el valor agregado de una versión coherente y bella, que supo sacarle el máximo crédito a la labor de una orquesta ampliada, dos coros mixtos completos, un coro de niños y ocho solistas vocales.

Por Diego Fischerman
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La sinfonía que dirige Alejo Pérez volverá al escenario del Teatro Argentino el próximo viernes y el domingo.

“La última nota se extinguió; el silencio continuó. Súbitamente los cuatro mil que había en la sala, entre músicos y asistentes, hicieron erupción, y la tormenta duró alrededor de media hora. El público no se iba y Mahler debió salir una y otra vez a saludar.” La descripción fue escrita por Paul Stefan después del estreno de la Sinfonía Nº 8 de Gustav Mahler, en Munich y frente a un gigantesco orgánico de 858 cantantes y 171 instrumentistas. Y podría referirse casi con exactitud a la función en la que, cien años después, la obra se escuchó por primera vez en vivo en la ciudad de La Plata.

Hay un elemento de teatralidad en la propia masa de músicos que la obra demanda: una orquesta ampliada, dos coros mixtos completos, un coro de niños y ocho solistas vocales. Y un dato de valor inevitable en la mera decisión de afrontar el desafío de hacerla. En todo caso, no es sólo una obra inmensa en relación con la cantidad de intérpretes sino, también, en su propia extensión –una parte de unos veinte minutos y otra de una hora– y en la amplitud de su apelación espiritual. Mahler decía que todas sus obras anteriores eran apenas el preámbulo de ésta y la elección de los textos acerca del espíritu creador y de la redención, que inundan la sinfonía en su totalidad, hablan de algo que, ya desde su concepción, se plantea como algo mucho más grande que una simple obra musical. Es la obra más atípica de Mahler y no tanto por su estructura, al fin y al cabo una especie de variación alrededor de la forma de la sinfonía y de sus movimientos y de la posibilidad de sus combinaciones con los principios wagnerianos del leit-motiv y lo cíclico. Su originalidad tiene que ver con un optimismo explícito que Mahler nunca había puesto de manifiesto antes y no volvería a manifestar después, en las tres obras que escribiría en los pocos meses que le quedaban de vida y que no llegaría a estrenar: la Sinfonía Nº 9, la inconclusa Décima y La Canción de la tierra. “Imaginemos el universo estallando en canto”, escribía el compositor. “Ya no oímos voces humanas sino soles y planetas girando en su órbitas. La obra es un regalo para el público... Es un derroche de alegría.”

Alejo Pérez consiguió, mucho más allá de la virtud que implica el solo hecho de hacerla posible, una versión musicalmente coherente, unida en sus relaciones temáticas, detallada en sus múltiples juegos de espejos, intensa y expresiva. La condición narrativa dramática –aunque desde ya no argumental– de la obra, con sus clímax, sus postergaciones y sus explosiones fue sostenida con concentración extrema. La orquesta, más allá de algún traspié en la trompeta solista y algún fraseo poco agraciado en los cornos, tuvo una actuación excelente y se destacaron el solo de violín, las cuerdas notablemente homogéneas y una muy buena fila de maderas. El adagio que abre la segunda parte, con un exquisito fragmento para arpa y violines solos, fue, en ese sentido, impecable. También los coros: el Estable preparado por Miguel Martínez, el de Niños, que conduce Mónica Dagorret, y el Polifónico Nacional, que dirige Roberto Luvini, también tuvieron actuaciones destacadas (el pianísimo a capella cercano al final fue magnífico).

Dentro del muy buen plantel de solistas, se destacaron la fantástica Mater gloriosa que cantó Paula Almerares desde el “coro de ángeles”, situado en el techo, sobre la lámpara central, la conmovedora Mulier samaritana de Adriana Mastrángelo, una Soledad de la Rosa segura en los agudos, Daniela Tabernig en su excelente solo como Una poenitentium, el barítono Luciano Garay y el bajo Hernán Iturralde, de bellísimo timbre y exacto fraseo.

9-MAHLER: SINFONIA Nº 8

Orquesta Estable, Coro Estable y Coro de Niños del Teatro Argentino de La Plata, Coro Polifónico Nacional. Soledad de la Rosa, Daniela Tabernig, Paula Almerares, Adriana Mastrángelo, Elisabeth Canis, Carlos Bengolea, Luciano Garay y Hernán Iturralde.

Dirección: Alejo Pérez

Teatro Argentino, domingo 5.

Próximas funciones: viernes 10 (con María Bugallo, Silvana Spirito, María Jesús Pavón, Gabriela Cipriani Zec, Claudia Casasco, Enrique Folger, Fabián Veloz y Mario De Salvo como solistas) y domingo 12.

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