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Sábado, 20 de agosto de 2005
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LITO VITALE Y “VIVO EN ARGENTINA”

“Soy perfeccionista, pero no obsesivo”

En el disco, que presenta hoy en el Coliseo, Vitale cruza armas con músicos jóvenes.

Por Cristian Vitale
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El disco es el primero que Lito graba en vivo como solista.
Corrió mucha agua desde que Lito Vitale, recién disuelto MIA, grabó su primer disco solista: Sobre miedos, creencias y supersticiones. Nada menos que 25 años. En el medio pasó de todo: compuso música incidental para cine, teatro y ballet; tocó con los Redondos; influido por Dino Saluzzi y Manolo Juárez formó dos excelentes tríos de proyección folklórica (uno con Jorge Cumbo y Lucho González y el otro con Bernardo Baraj en lugar de Cumbo); abrazó la fusión con su cuarteto de los ’80; atravesó el momento más popular de su trayectoria junto a Juan Carlos Baglietto y, más acá en el tiempo, regresó a la música instrumental para editar, con formato de quinteto, un trabajo invalorable: Un solo destino (2002). Pero nunca –solo– se había animado a grabar un disco en vivo. “Al pensarlo, siempre me surgía la necesidad de que estuviera todo pipí cucú, soy de bancarme poco las pifiadas. Pero al final me jugué”, confiesa sobre las razones de la larga espera. Entonces, convocó ochenta amigos al Canal de la Música –donde conduce El sonido alternativo– y registró “de una” Vivo en Argentina, secundado por Víctor Carrión en vientos, Martín González en batería, Juan Belvis en guitarra y Juan Pablo Rufino –hijo de Machi– en bajo. “Llamé a músicos jóvenes por la frescura, las ganas y el entusiasmo que pueden proponer”, justifica. El disco, que será presentado hoy en el Coliseo, suena intencionalmente descontracturado, distinto a casi todos los precedentes. Hay 13 temas suyos –un mix que recrea distintas etapas de su carrera–, excepto El día que me quieras. “Privilegié la atmósfera por sobre la polenta. Lo que intento es proponerme más distensión, improvisación, poner el piano por sobre el chaperío. Quizá sea el comienzo de un cambio, una cachetada, algo más rabioso que agradable.”
–Podría meter algún guitarrista metálico, entonces...
–(Risas.) No es joda, ellos son grandes instrumentistas y tienen una técnica del carajo, pero no sé cómo caería en el quinteto.
–El disco suena despojado. ¿Dejó de ser perfeccionista, obsesivo?
–Es cierto que en un momento fui perfeccionista, pero no sé si obsesivo, porque catalogarse así es como decir que uno es un capo. No se toma en general como defecto. Creo que soy rompebolas porque necesito un límite, un encuadramiento. Soy rompebolas, pero dentro de ciertos límites.
–¿Ahora o siempre?
–Antes era más perfeccionista, pero hoy creo que el perfeccionismo en la música atenta contra lo expresivo. Hice muchas cosas a las que les falta lo imperfecto del vivo. En el estudio tocás sabiendo que lo podés arreglar después, en cambio el vivo en más jugado. Por eso hice este disco.
–Al margen de experiencias más populares como Vitale-Baraj-González o el dúo con Baglietto, algunos piensan que compone para músicos. ¿Es así?
–Intencionalmente no. Si los números tienen alguna importancia en esto, cosa que dudo, creo ser el compositor de música instrumental que más vendió en el país. Además, mi música es más de melodías que de solos.
–Es pendular. A veces se inclina hacia una cosa más popular y otras parece estar metido en alguna búsqueda introspectiva.
–Evidentemente no son lo mismo Merceditas y Naranjo en flor con Baglietto que mis discos instrumentales. Pero yo disfruto de ambas cosas, de lo popular y de lo conceptual. Igual, no compongo para músicos, ni siquiera soy un gran escucha de jazz, aunque a veces hablo con metálicos y me tratan de genio, cuando tal vez no se banquen un tema mío entero. Hay como un respeto... entiendo que es difícil consumir mi música.
–¿Merece una autocrítica esto?
–Sí. Siento que mi música es monótona. La verdad es que lucho mucho contra eso... mis temas suenan parecidos por los sonidos y la instrumentación que uso. Soy poco jugado, lo admito.
–Pasaron 25 años de la edición de Sobre miedos, creencias y supersticiones, su primer disco solista. ¿Cómo lo evoca?
–Como un disco conceptual. En aquel momento, me surgió la necesidad de hacer algo relacionado con supersticiones argentinas... la luz mala, esas cosas. Quizá lo escucho ahora y digo “bueno, fue un intento de algo”, pero me parece válido haber grabado todo solo, como Mike Oldfield.
–¿Por qué no prosiguió MIA?
–MIA fue un grupo basado en la fuerza de la organización, el trabajo independiente y el espacio que pudo dar a un montón de gente de la cultura, en esos momentos fatales del ’76 al ’82. Después, si bien sobrevivió la ideología, teníamos la necesidad de hacer algo solos, cada uno por su lado. Instalamos nuestro propio estudio de grabación y cada uno grabó sus propias cosas. Fue el principio de mi etapa fundamental: la de compositor e intérprete de mi propia música.
–También lo había llamado Spinetta para integrarse a Jade, antes de grabar Alma de diamante en 1980.
–Sí, toqué en el primer Obras de Jade, pero no llegué a grabar. Sólo participé en una grabación que para mí fue inolvidable: la de los demos de los temas que el flaco grabó después en EE.UU. (Solo el amor puede sostener, 1980). Tenía 17 años y era una especie de sueño tocar con él, porque lo considero el prototipo de la mentalidad que tiene que tener un músico de rock. No ha desviado su camino jamás... te guste o no lo que haga ahora, escucharlo es un placer y un ejemplo.
–¿Por qué se fue de Jade?
–Porque un día sonó el teléfono de casa y era Dino Saluzzi para comentarme que nos habían convocado para tocar con Ron Carter, por una idea que había tenido Hermeto Pascoal. Al final, Carter no vino nunca, pero conocí a Dino y eso me hizo un click... largué todo a la mierda y me metí en lo folklórico: Jorge Cumbo, Manolo Juárez, Alejandro Santos, el Chango Farías Gómez... me fui del rock.
–¿Sólo por eso se alejó del rock?
–Tal vez también por mi trabajo familiar. El rock es rebeldía, casi antifamilia. Además, yo nunca fui policía ni mucho menos, pero siempre fui antidroga y eso te separa un poco del movimiento. He compartido zapadas y reuniones con rockeros, en las que yo no consumía y otros sí. Yo no tengo problemas con quienes lo hacen, pero quienes lo hacen a veces sí tienen problemas conmigo. Me parece que es una gran boludez, porque ahora se les hacen largas notas a tipos que dejaron la droga y descubrieron que la vida es hermosa si no se consume.

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