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Martes, 23 de noviembre de 2010
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Pavement cerró su gira de retorno con shows vibrantes en Buenos Aires

El sueño cumplido de una generación

La banda, clave para entender el rock de los ’90, volvió a desarmarse tras dos shows rebosantes de espíritu low fi.

Por Roque Casciero
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Sustancia, imaginación, glorioso sinsentido y melodías vibradoras: las armas de Pavement.

Cualquiera con un mínimo interés en el rock sabe a esta altura que las giras de regreso son, para muchas bandas, la manera de capitalizar en lo económico el estatus de leyenda ganado en una primera etapa no tan redituable. Piense el lector en el nombre que sea y, sí, el vil metal aparecerá muy arriba entre las razones de los músicos para juntarse con ése al que habían jurado no volver a cruzarse hasta que el infierno se congelara. Pero, claro, hay formas y formas de volver... En principio, no es lo mismo hacer “la gran Smashing Pumpkins” (que el cantante reclute a tres instrumentistas y le ponga a eso el nombre de su vieja banda) que limar viejas asperezas entre los miembros de un grupo y salir a complacer a los fans (y, en el mejor de los casos, a sí mismos). Pavement, banda clave para entender el “rock alternativo” de los ’90, se inscribió en el segundo grupo. Nótese el uso del tiempo pasado: el de anoche fue el último concierto de la gira de reunión, en un local más chico y ante menos público que en buena parte del tour, pero con una calentura difícil de empardar en los megafestivales. ¿Por qué la combustión de medio millar de personas ante esos cinco tipos con pinta de nerds creciditos? Porque las canciones que Pavement entregó durante los ‘90 hicieron ilusionar a una generación: con el sinsentido de muchas de sus letras, la banda le dio algún recorrido posible al sinsentido de la vida diaria (más todavía para los jóvenes de un país llamado Argentina, que vivía entonces su segunda Década Infame). Y la saludable desprolijidad de la banda también alentaba sueños de “hacelo vos mismo”, de los que el indie porteño actual es un resultado palpable.

Pero, ¿sólo 500 personas para ver a una banda tan fundamental? Pavement fue siempre placer para unos pocos: sus canciones no sonaron en heavy rotation, su estilo al borde de la desafinación expulsa a los consumidores de Top 40, el sonido low fi de sus primeras grabaciones no se presenta muy apto para competir con el exceso de autotune que impera hoy en día. Pero cuánta sustancia, cuánta imaginación, cuánta idea hay en esas melodías vibradoras, firmadas en su mayoría por el cantante y guitarrista Stephen Malkmus. En La Trastienda, incluso las de sus últimos (y más “normales”) álbumes destilaron el sabor irrepetible del Pavement más querido: sucio y desprolijo como un adolescente medio pavote, pese a su alto coeficiente intelectual. Malkmus parecía estar apurado por irse al hotel, porque apenas terminaba un tema se desprendía de su guitarra, se colgaba la siguiente, la enchufaba a puro acople y arrancaba con la próxima canción incluso si sus compañeros todavía no estaban listos. Eso le dio al concierto una dinámica casi “ramonera” (aunque nada tuvo que ver en cuanto a sonido, lógicamente), una urgencia que encajó a la perfección con la ansiedad por fin liberada de treintañeros que debieron esperar demasiado tiempo para ver a la banda que le devolvió la esperanza en otro rock posible. Por eso el show fue tan eléctrico arriba y abajo del escenario, y por eso a veces los límites se borraron: chicos y chicas eran depositados sobre la tarima por el stage diving, pero enseguida volvían a tirarse hacia ese pequeño mar de palmas abiertas, sin siquiera hacer el intento de saludo –e interrupción– a los músicos.

Todo ese ida y vuelta de energía quedó establecido desde el mismo comienzo, cuando “Silence Kit” puso a todos a saltar, y hasta el apropiado cierre con “Fin” (de esa clase de ironías sutiles hay cientos en Pavement). El concierto fue un equilibrio entre temas más oscuros y “hits alternativos” como “Shady Lane” (la primera en encender realmente el ambiente), “Trigger Cut”, “Cut your Hair”, “Spit on a Stranger”, “Gold Soundz”, “Stereo” (maravilloso sinsentido: “¿Qué pasa con Geddy Lee? ¿Cómo puede cantar tan agudo? Me pregunto si hablará como un tipo común... ¡Yo lo conozco y sí lo hace!”) y “Range Life”, que cerró dejando en llamas a medio millar de ex slackers. Faltaban tres bises: “Kennel District”, “Linden” (dedicada por Malkmus a su “amigo Gustavo, de Ultrapop”) y, ya se ha dicho, “Fin”. Aunque en la lista hayan faltado “Here”, “Box Elder” y “Summer Babe”, fue una noche largamente anhelada por cada uno de los que estuvieron en La Trastienda. Pero ahora ya está, ya no hay más Pavement para nadie, salvo en los discos. Malkmus volverá a girar con sus Jicks, Ibold tiene asegurado un lugar en Sonic Youth (¡nada menos!), Kannberg seguramente retomará su carrera solista... Muchos dólares más en la cuenta y ¿eso fue todo? No en este caso: la memoria siempre tirará flashes de un concierto a la medida de los sueños.

9-PAVEMENT

Músicos: Stephen Malkmus (voz y guitarra), Scott Kannberg (guitarra y voz), Bob Nastanovich (percusión y voz), Mark Ibold (bajo), Steve West (batería).

Lugar: La Trastienda, domingo 21 de noviembre (repitió anoche)

Público: 500 personas

Duración: 1 hora y 15 minutos

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