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Miércoles, 1 de diciembre de 2010
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Marcelo Delgado y el estreno de su obra El (A)parecido, hoy en el CETC

“Una opereta, más que ópera”

El compositor dice que realizó un “contrabando hormiga” entre géneros, “préstamos subrepticios” en estilos que algunos consideran “menores”. La obra, con libro y puesta de Emilio García Wehbi, demuestra la buena salud de la música contemporánea.

Por Diego Fischerman
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“No hay un relato unificador”, detalla Delgado.

El compositor Marcelo Delgado habla de “contrabandos hormiga” entre géneros, de “arrabales” musicales y del arte como intervención política. Hoy a las 20.30 estrena, en el Centro de Experimentación del Teatro Colón (CETC), El (A)parecido, una obra que siente “más cercana a la opereta que a la ópera”. El libro y la puesta en escena son del dramaturgo y director teatral Emilio García Wehbi, con quien éste es el cuarto trabajo en colaboración, después de Sin voces y Anna O. (ambas sobre texto de Elena Vinelli y estrenadas en el CETC en 1999 y 2004, respectivamente) y El matadero, presentada el año pasado en el Centro Cultural Rojas, con libreto del propio García Wehbi a partir del texto de Esteban Echeverría. “En esa obra –dice Delgado a Página/12– elegí no usar otros instrumentos que las voces, para hacer una música despojada de los tics contemporáneos, y creo que se logró algo así como un espacio sonoro más regional, algo que sonaba al Río de la Plata. En El (A)parecido, en cambio, la apuesta pasó por tomar esos gestos cristalizados y hacerlos jugar en otro contexto.”

Con nuevas funciones mañana, el viernes, sábado, domingo, viernes 10, sábado 11 y domingo 12 de diciembre (todas a las 20.30, menos los domingos, a las 17), la obra, que cuenta con el auspicio de la Fundación Szterenfeld, tendrá como intérpretes a la mezzosoprano Cecilia Pastorino, la soprano Johanna Pi-zzani y el tenor Juan Francisco Ramírez, que también tocará el trombón. A ellos se suman los actores Blas Arrese Igor, Román Lamas, Horacio Marassi y Julieta Vallina, y la orquesta está formada por Sergio Catalán en flautas, Sergio Castrillón en violonchelo, Pablo Grinjot en violín y voz, Violeta Nigro en piano y Gonzalo Pérez en percusión. “Se trata de intérpretes que pueden navegar con comodidad por distintos géneros. Cecilia Pastorino o Pablo Grinjot son también compositores y cantantes de música popular; el flautista, Sergio Catalán, puede pasar de la música contemporánea a tocar jazz en el piano. La obra terminó de plasmarse en el proceso de ensayo y en improvisaciones, así que me interesaba contar con gente que entendiera de qué se trataba si a mí se me ocurría pedir que algo sonara a Eminem. Se trata de manejarse con una ambigüedad, que no es la de no estar en ningún sitio, sino la de poder estar en muchos con la misma naturalidad.”

La obra, que cuenta con escenografía de Norberto Laino, iluminación de Alejandro Le Roux y vestuario de Mirta Liñeiro, se basa libremente en El Gran Teatro de Oklahoma, un capítulo de la novela América, de Franz Kafka, que ya había sido utilizado el año anterior en una ópera de Marcos Franciosi presentada en el Argentino de La Plata. “Uno de los ejes argumentales proviene de ese texto y tiene que ver con la enajenación”, explica Delgado. “Y el otro es la memoria como forma de resistencia del individuo. Emilio (García Wehbi) trabajó a partir de esa idea y, en el traslado a la música, pensé a la memoria como el reservorio más privado, como lo que no se entrega, y busqué entonces en mi propia memoria musical. Cuando digo que ésta es más una opereta que una ópera es porque dialoga, sobre todo, con géneros menores: con las comedias musicales, con el vaudeville. Por allí aparecen restos de boleros, de ragtime, de rap. No se trata de transcripciones literales, sino, más bien, de préstamos subrepticios entre músicas que implican una reserva afectiva importante.” Delgado desconfía de la actualidad de la “música contemporánea”, tiende a pensarla más como un género que como otra cosa y cree que una de las características de la práctica musical actual es el eclecticismo.

“Lo que no hay es esa sensación de relato unificador que la música tuvo en décadas pasadas”, reflexiona Delgado. “Aunque puntos de fuga siempre hubo: Luciano Berio, sin ir más lejos. Hay, en la actualidad, muchas experiencias bilingües, donde se trabaja la relación de lo sonoro con lo visual, por ejemplo. Y obras de músicos que vienen de otro palo, pero que nadie dudaría en incluir dentro de este campo que todavía llamamos ‘música contemporánea’. De todas maneras, ese eclecticismo no debería llevar al vacío, al ‘todo vale lo mismo’. Uno se ha criado con los Beatles, entre otras cosas, y sabe que no todo da lo mismo.” El compositor rescata, además, “la salud de la música contemporánea en Buenos Aires”. Hay, dice, “un público consolidado y curioso; este año creo que ha habido alrededor de ochenta conciertos dedicados a música contemporánea y eso es un dato relevante”. Y es que si en materia de artes plásticas, literatura, teatro o música popular lo que más circula es la creación más actual, el caso de la música de tradición escrita es muy diferente. No son tantas las ciudades en el mundo donde su presencia tiene el protagonismo que posee en Buenos Aires. Un lugar, en todo caso, que forma parte de las preocupaciones de Delgado, no sólo como destino de su música, sino también como origen. Y afirma: “Reivindico la idea de generar una música que tenga referencialidades propias; que más allá del pintoresquismo, uno sienta que no podría haber sido creada en otra parte del mundo que en ésta”.

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