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Viernes, 21 de enero de 2011
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HOY ARRANCA LA 51ª EDICION DEL FESTIVAL DE COSQUIN

Música que fluye como el río

Con dos lunas menos que el año pasado, el del aniversario redondo, pero una más que las tradicionales nueve, el encuentro máximo del folklore argentino. Lo más destacado de esta noche serán los conciertos de Peteco Carabajal y Orozco-Barrientos.

Por Cristian Vitale
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Si el tiempo le alcanza, Peteco Carabajal piensa estrenar cuatro temas en su show en Cosquín.

Desde Cosquín

Nubes grises y cierto frescor. Las calles de Cosquín, días antes del festival, están casi mudas. No desiertas, pero sí aromadas por una lenta calma. Los clowns de la peatonal San Martín hacen malabares para que el público supere las cinco personas y apenas se escucha el ruido de los altavoces sobre una camioneta que, desde temprano, difunden a los artistas que vendrán. No hay colas para tomar el colectivo que atraviesa todo el tiempo el Valle de Punilla y el estacionamiento es libre en las calles laterales. Hasta hay tractores quietos, con el humo apagado, como símbolo de una ciudad que respira en verde. Las playas que acompañan al río Cosquín –el Yuspe que trae los duendes desde el norte– apenas pintan un esbozo de fiesta en guitarreadas, y los bares están a medio llenar. Hay quienes aprovechan para pegarse un duchazo de rock and roll. Chuck Berry, Led Zeppelin, La Renga o Pappo suenan en los pubs, y un pibe coscoíno, 25 tal vez, ironiza al paso: “Estamos aprovechando antes que vengan los barbones”, se ríe. Los adelantados aprovechan para subir al Pan de Azúcar, el atractivo turístico de la región con su cruz clavada a 1260 metros de altura. Y el enorme escenario que en 1972 alguien bautizó Atahualpa Yupanqui es una madeja inextricable de cables, equipos de sonido, luces y asistentes transportando cosas, con las butacas vacías enfrente. Así es Cosquín antes de Cosquín. Así está, sereno, “respirable”, antes de que la fiesta (la número 51 desde aquel 1961) dispare sus primeros fuegos de artificio para que todo lo que ayer era paz mute en música, baile y folklore fluyendo desde cada metro de tierra.

Esta noche, entonces, cuando el reloj marque las 22, la primera luna estará rodando, y empalmará con las demás hasta el domingo 30: dos menos que el año pasado, cuando el festival de festivales llegó a su cumpleaños 50, y una más que las nueve tradicionales. Y con homenaje incluido: antes de que los melosos Guitarreros inicien el maratón coscoíno, la comisión dispuso un homenaje a Miguel Angel Gutiérrez, el músico, periodista “yupanquiano” y poeta que alguna vez compuso piezas para Nelly Omar y Los del Suquía, muerto el 8 de agosto a los 50 años. Gutiérrez, querido y polémico, fue uno de los presentadores que inmortalizó nombres durante varios años –los últimos cinco en forma consecutiva– y no procedió la idea de buscar un reemplazante: Marcelo Simón será el maestro de ceremonia y Fabián Palacios junto a Maia Sasovsky, el dúo de presentadores que, con Gutiérrez en vida, era terceto.

La grilla de la noche debut seguirá con Franco Luciani, con sus bellas acuarelas de bolsillo, que en su mundo son de armónica; Daniel Argañaraz, el riojano de las coplas atadas con chala; Mariana Cayón; Claudia Pirán; Adriana Tula, la tucumana devota y difusora de la obra del Chivo Valladares; Germán Fratarcangelis; Los Paisanos del Chaco, peritos del acordeón y el chamamé; el grupo Sarkos; Mejor Dos; J. M. Figueroa; el grupo Quórum, de Formosa; Gabriel Morales, cumbiero salteño devenido cantor de zambas, y el otro homenaje de la noche, el de Las Voces Blancas a Félix Luna.

Músicas de fondo, al cabo, para una fiesta animada por tres: el dúo Orozco-Barrientos, Tilín y Fernando, los mendocinos, que han hecho de tonadas y gatos canciones de ensueño; Los Olimareños, otra vez, y a la espera que su concierto no sea bañado por baldes de lluvia como el año pasado. Pepe Guerra y Braulio López, unidos de cara al mundo desde hace 50 años, cuando se les dio por cantar a orillas del río Olimar, refrendarán nuevamente su cancionero de paisajes humanos, rurales y –apenas– urbanos, del Uruguay profundo. Y Peteco Carabajal. El poeta del clan mayor de la chacarera santiagueña llega a Cosquín con su banda –Demi Carabajal en batería, Juancho Farías Gómez en bajo, Daniel Patanchón y su hijo Homero en guitarras– y canciones de un disco por llegar: El viajero. Algunas de las que cantó en dos “ensayos con público”, dados en el Centro Cultural Haroldo Conti, en la ex ESMA, y que delinearon el perfil definitivo del disco que saldrá a la venta en marzo, registrado en vivo el 15 de diciembre en el teatro El Círculo de Rosario. “Es el resultado de sensaciones y miradas como viajero de los tiempos y lugares en que me ha tocado estar y vivir, como un observador, percibiendo todo desde la música y contándolo todo desde ella”, dice el autor de “Como pájaros en el aire”.

Junto a ciertos clásicos y “si el tiempo alcanza”, Peteco tiene en plan estrenar “Como la verdad”, la zamba compuesta junto a Víctor Heredia para la Cantata del Bicentenario; el huayno “Amanecer revolución”, “Aleluya chacarera”, hecha junto a su hijo Homero, y “El coyuyo de Shanghai”, nacida en esa lejana ciudad de China durante la Expo 2010. Y tal vez alguna versión de esas que Carabajal redefine con tacto artesano, y universal: “Vamos a andar”, de Silvio Rodríguez –ya lo ha hecho con “Oh Melancolía” y pasó la prueba–; “Quimey Neuquén” –¿podrá con la de Larralde?–; “La guitarra”, de Yupanqui –¿podrá con la de Spine-tta?–; y “Corazón delator”, de Gustavo Cerati. También se presentará esta noche la delegación de Salta y, número clave, la de Paraguay que, bajo el motivo “Paraguay: arpas, canto y danza”, anticipará con 50 arpistas de todas las generaciones el Bicentenario del país guaraní. Será bajo el alma, dicen, de Félix Pérez Cardozo, Digno García, Luis Bordón, Lorenzo Leguizamón y Nicolás Caballero, auténticos “portaestandartes” del arpa paraguaya.

Con sus peñas satélite –esta vez sin la de los Coplanacu–, con sus espectáculos callejeros, sus fogones de amanecer a la vera del río y el congreso del hombre argentino y su cultura. Con su encuentro de poetas –esta vez abrillantado por la presencia del revolucionario vate nicaragüense Ernesto Cardenal–, sus muestras, sus talleres, sus artesanías y su feria del libro. Con algunas “licencias” de la comisión a favor de expresiones clave –los sets de Bruno Arias, Paola Bernal, Horacio Banegas y Pancho Cabral durarán parecido a los de Illapu o Los Olimareños–, Cosquín le doblará el codo a los 50 años. Y la ciudad, tan mansa mientras se escriben estas líneas, trastocará en un hervidero de sonidos, gentes y amores de aires nuevos.

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