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Miércoles, 9 de febrero de 2011
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Illapu y su nuevo disco, Vivir es mucho más

“No hay que echarse a morir”

El legendario grupo chileno acaba de presentarse en Cosquín y ahora encara presentaciones en el sur argentino. Y los nuevos tiempos de la derecha en su país le señalan que aún hay unas cuantas cosas por cantar: “Sentimos que hay un pueblo a movilizar”.

Por Cristian Vitale
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“La canción es movilizadora, es un vehículo a la reflexión que en el Chile de hoy hace mucha falta.”

Ya los tenían en la mira, pero el 7 de febrero de 1980 los Illapu pretendieron bajar del avión en el Aeropuerto de Pudahuel y los pararon en seco. Una caterva de policías de Pinochet los rodeó en la escalerilla del avión y en cuatro horas, por orden del Ministerio del Interior, tuvieron que volver al lugar de donde habían venido: Francia. Los acusaron de “activistas marxistas que participan en la campaña de desprestigio de Chile en el exterior” y fue el comienzo de un exilio de nueve años: seis en Francia y tres en México. Hasta allí, el devenir del grupo nacido con la década del setenta en las alturas de Antofagasta, bien al norte del país trasandino, que había grabado cinco discos (Música Andina, Chungará, Despedida del pueblo, Raza brava y Canto vivo) y se había posicionado como la “tercera pata” del movimiento de la Nueva Canción Chilena, que fogoneaban Quilapayún e Inti Illimani, tras las huellas, claro, de Víctor Jara y Violeta Parra. A partir de allí, la cosecha de Relámpago (Illapu en quechua) siguió con El canto de Illapu, disco editado en 1981, donde grabaron por primera vez “Juana Azurduy”, Y es nuestra (1983), el emblemático De libertad y amor (1984) y, deserciones mediante, el notable Para seguir viviendo, que presagiaba la suerte de Pinochet a través de temas clave: “Se están quedando solos”, “Paloma vuela de nuevo” o “Ganaremos la alegría”, entre ellos. “Y al final la ganamos”, dice Roberto Márquez, cantante, compositor, (cuasi) fundador y ejecutante de los mil instrumentos andinos que hacen de Illapu uno de los más fieles representantes de la música andina en el mundo.

–¿Y la sostienen con la derecha nuevamente en el poder?

Roberto Márquez: –Eso tratamos. Yo creo que en Chile está pasando lo que tiene que pasar, porque hubo un desencanto con la Concertación, como una frustración de muchos sueños, ¿no? Creo que más que ganar la derecha perdió la Concertación. Ahora, este gobierno está provocando situaciones como la de Magallanes, donde se paralizó el gas, o el problema mapuche. En fin, líos que durante el gobierno anterior existían pero chocaban contra una especie de inmovilidad del movimiento social, porque los socialistas, como parte de la Concertación, hacían el doble juego de administrar este modelo de gobierno y paralizar el movimiento social. Hoy día está más claro quién es quién y las aguas están mucho más movidas.

–¿Cómo se traduce este movimiento de las aguas políticas en la música que propone Illapu hoy?

R. M.: –La canción nuestra, como se sabe, siempre ha estado muy vinculada al devenir de nuestro pueblo, a la cosa social. Entonces, lo que está pasando en Chile para nosotros es muy importante porque está exigiendo ver qué hacer. Nuestro próximo disco, en efecto, tendrá mucho que ver con lo que estamos viviendo. El hecho de andar tocando por muchas ciudades te hace dar cuenta que hay mucha gente inquieta, buscando cómo responderle al momento. Y la música tiene que dar respuesta a eso.

–Varias canciones de Vivir es mucho más, el último disco en estudio, tienen un componente, por decirlo de alguna manera, optimista. ¿Alcanza para definir a Illapu como un grupo “positivo”, que mira al futuro con esperanza?

Carlos Elgueta: –Nuestra mirada ha sido siempre de mucha esperanza. Nosotros pensamos que lo que nunca hay que hacer es echarse a morir, porque sabemos que la canción es movilizadora, es un vehículo a la reflexión que en el Chile de hoy hace mucha falta. Hay un pueblo que está bastante adormecido, con un bienestar aparente que se paga con tarjeta. Sentimos que hay un pueblo que hay que movilizar y eso nos motiva. Nuestra canción en Vivir es mucho más refleja el estado de ánimo en que estamos. Si bien no es el mejor momento del país, sentimos que hay mucho por hacer, hay espacios: organizaciones sociales, agrupaciones de detenidos-desaparecidos, sindicatos, mapuches... nuestra canción está reflejada en eso.

Elgueta también canta y es el bajista del septeto desde 1985. Co-compuso junto a Márquez algunas canciones del último disco (“Para quererte” y “Ojos de niño”) y fue pieza clave para aportarle a la nueva versión de “Juana Azurduy” el pulso poderoso que la distancia de la original. “La grabamos por primera vez en 1981, en un disco que pasó medio inadvertido (El canto de Illapu), y por eso decidimos regrabarla bajo la misma intención: homenajear a Mercedes Sosa, que fue nuestra gran amiga y compañera mientras sufríamos el exilio. Hemos compartido giras y momentos hermosos con ella”, evoca Márquez. “Juana Azurduy”, la obra de Félix Luna inmortalizada por la Negra en Mujeres Argentinas, es, por intensa y épica, algo así como el caballito de batalla del Illapu actual. Conmovió en el reciente Festival de Cosquín y también en cada tierra que el grupo pisa mientras sobrevuela la cordillera: Colliguay, Paillaco, Mutrún (Chile) o las fiestas de la Patagonia Argentina (la del Puestero, en Neuquén o la del tren a vapor, en Chubut) donde estará tocando el viernes 11 y el domingo 13 de febrero. “Nos agarra en plena gira trasandina”, se ríe Elgueta.

–¿Cómo se posicionan estética y estilísticamente ante Quilapayún e Inti Illimani, dos grupos que seguramente han sido de una gran influencia para ustedes?

R. M.: –Bueno, ellos fueron para nosotros motivo de admiración. Eramos muy chicos cuando los conocimos y teníamos una propuesta distinta porque, al ser del norte, hacíamos una música muy vinculada a lo andino: zampoñas, tarkas, quenas que, en fin, al momento de nacer Illapu se conocían poco en Santiago. Incluimos formas musicales que hasta ese momento eran desconocidas y eso nos abrió un lugar en el cancionero chileno. Nos abrimos un espacio que fuimos desarrollando con nuestras propias particularidades, y la verdad que hemos logrado mantenerlo en la cosa sonora, textual y temática. Además, creo que mantenemos una forma de mirar desde la canción que otros grupos han abandonado.

C. E.: –Y no le hemos tenido miedo a la fusión. Hemos incorporado instrumentos que son del rock, o giros del jazz y hemos hecho la mezcla con los de la zona andina. Lo estamos haciendo desde fines de los ’80. Hoy día por ahí es más habitual ver bandas tocando folklore con esos instrumentos, pero cuando lo hicimos no era así.

–En Buenos Aires había ciertas expresiones de fusión contemporáneas a ustedes, pero eran básicamente urbanas, como Arco Iris.

R. M.: –Claro, pero iban del rock al folklore.

–¿Y Los Jaivas?

R. M.: –Igual, venían del rock e incorporaron lo vernáculo. Nuestro paso fue al revés.

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