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Martes, 5 de abril de 2011
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Kim Wilson tocará el jueves

Armónica, vas a llorar

El armoniquista fue un “protegido” del gran Muddy Waters, tocó con Eric Clapton, Carlos Santana y B. B. King y formó The Fabulous Thunderbirds junto a Jimmy Vaughan.

Por Cristian Vitale
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Kim Wilson cuenta un pasaje fuerte de su vida. Promediaban los ’70, era joven, tenía que tocar y había faltado el baterista de su banda. Entonces recurrió a Willie “Big Eyes” Smith, que ocupaba ese lugar en la tardía agrupación de Muddy Waters. “Después del show subí las escaleras, me fui al backstage y ahí estaba el viejo Muddy. Yo lo llamaba Pops y él no me miraba, estaba sentado ahí, con un par de chicas alrededor, tenía su champagne Piper en un cubo. Lo saludé: ‘Hey, Pops, ¿cómo estás?’. Y él murmuró algo por lo bajo. Le volví a preguntar: ‘¿Cuál es el problema, te pregunté cómo estabas?’. Y volvió a murmurar por debajo de su aliento. Entonces me di cuenta y le dije: ‘Oh, man, ¿no estarás enojado porque usé a Willie, no?’. El levantó la mirada y me dijo ‘go fuck yourself’”, se ríe, con la memoria precisa, selectiva e intacta. Para la jerga blusera, esa frase significa que ya estás adentro, que sos uno de ellos, un amigo. “A Buddy Guy le encantó tanto esta historia que hizo una púa con su nombre de un lado y del otro ‘go fuck yourself’”, vuelve Kim, nutrido de la mística blusera que sella su vida.

Kim Wilson es un armoniquista de blues. Nació en Detroit, es pelado, blanco y ex alcohólico, y vive en un sitio que no piensa abandonar jamás: California. Hoy lidera una exquisita agrupación del género llamada Blues All Stars, con la que se presentará este jueves en La Trastienda, pero arrastra una historia –humana y artística– jugosa e increíble, que acoda en la barra imperecedera del género. Fue creador, junto a Jimmie Vaughan, de The Fabulous Thunderbirds en Texas, a mediados de los ’70; aprendió los secretos del instrumento improvisando sobre los discos de Little Walter, Slim Harpo y James Cotton, o curtiendo face to face con George Smith y Luther Tucker. Lleva 11 discos grabados con The Fabulous, seis como solista e infinitas colaboraciones para Eric Clapton, Carlos Santana, Paul Simon, B. B. King y Albert Collins. Y Rod Stewart acaba de convocarlo para su próximo disco. Pero su máxima musa, claro, es Muddy Waters. “Cuando era joven, él solía llamarme, nos sentábamos juntos y me enseñaba un montón de cosas”, recuerda.

–¿Qué, además de haberlo ungido con aquella frase iniciática?

–Fundamentalmente palabras de ánimo, porque no podés esperar que un chico avance cuando lo criticás. Darle coraje es todo. No necesitás ser genial para que alguien te dé ánimo. Sin dudas, yo no era bueno en esa época, pero él veía que amaba la música y a veces decía cosas que tal vez no eran verdad, como cuán bueno era, o algo parecido (risas). Eso no era verdad, pero yo tenía el deseo de ser un gran músico. Muddy dijo un montón de cosas sobre mí en los periódicos, divulgó palabras sobre mi persona, me hizo conocido, y era algo que me volaba la cabeza. Muddy me enseñó un montón de lecciones, era como que te mantenía a prueba (se ríe). No dejaba que tu ego se desbalanceara demasiado, podía decir algo genial acerca de vos y después podía llegar a decirte algo más, como si quisiera instigar algo. Era como un gran adolescente, un tipo que solía hacer un montón de bromas.

Es la primera vez que el experimentado armoniquista pisa suelo argentino. Llega acompañado por Billy Flynn, guitarrista emblema del blues de Chicago, y los Blues All Stars, una de sus bandas actuales. “Todo el mundo me dice que me voy a querer mudar allá”, dice al teléfono, desde algún lugar de California. “Y la verdad es que estoy muy emocionado... Escuché un montón de cosas buenísimas de ese país. Simplemente haremos como usualmente hago aquí: voy a arrancar un tema y veré qué pasa (risas). Por lo general, antes de la canción doy alguna instrucción, como cuán tradicional quiero ser, o si quiero hacer algo tipo B. B. King en Sí bemol, 1, 2, 3... O tener un walking bass, o lo que sea. Pero generalmente no les hago demasiadas demandas a los músicos con los que toco, simplemente veo qué sucede. Vamos a salir a matar a todos”, avisa.

Entre las razones de su entusiasmo, Kim fija como base la impronta hispánica, la tradición. Dice que la mejor música de California la escucha cuando sintoniza las radios hispanas, que los hispanos tienen el blues “metido en el alma” y que los primeros yeites los aprendió de un compañero de preescolar. “Su apellido era Silva”, se ríe. “Ustedes tienen una cultura muy musical y eso realmente me emociona, porque eso es lo que quiero cultivar. Quiero tener una audiencia hispánica más grande. ¡Y qué mejor lugar para hacerlo que donde todo el mundo es hispano! Rick Estrin, el armoniquista de los Nightcats, estuvo de gira hace unos años por allá y me dio material de Hugo Díaz, lo tengo en mi computadora, es un gran armoniquista. ¡Dios mío, toca cosas salvajes! Puede tocar cualquier cosa, tengo 23 canciones de él, es increíble, amo lo que hace este tipo.”

–Santiagueño, para más datos... Pero, ¿cuáles han sido sus principales referentes en el instrumento?

–El primero debe ser Little Walter, por supuesto, porque era simplemente un genio, muy impredecible, muchos sonidos diferentes, podía ir al estudio, arrancar con algo y seguir con eso, y podés darte cuenta de que no se peleaba con nada, y por supuesto sus líneas melódicas y su libertad musical eran increíbles. Sonny Boy Williamson tiene tal vez los mejores discos de la historia, por la forma en que contaba las historias, su voz y su estilo en la armónica. Y, por supuesto, Sonny Boy también te sorprendía con algunas cosas locas que no te esperabas. James Cotton tiene un sonido increíble, es muy creativo en la forma en la que presenta la música. El primer disco de Cotton en el sello Verve es como el plano arquitectónico para mi filosofía musical. Tiene muchas cosas desde donde lo mires: además de ser uno de los mejores armoniquistas de la historia, es un gran cantante; puede cantar cosas tan diferentes como “Sweet Sixteen”, “Knock on Wood”, “Off The Wall” o “Don’t Start Me Talking”... ¡todas en un solo disco! Y eso para mí fue una especie de confirmación de que estaba bien poner toda esa música junta.

–¿Sigue siendo Chicago La Meca del blues?

–Por supuesto, ¿por qué no? Si las paredes de las calles de Chicago pudieran hablar... Todo el mundo ha muerto... Bueno, Buddy Guy todavía está por ahí, Jody Williams también, Billy Boy Arnold también está dando vueltas. El es otra gran influencia para mí. Igualmente, no quedan muchos. Se puede ir a Memphis y decir exactamente lo mismo. Se puede ir a Nueva Orleans. O incluso en Los Angeles, porque muchas de las grandes grabaciones del blues se hicieron allí. Pero Chicago siempre va a tener ese lugar en el corazón, incluso cuando ahora no pasen demasiadas cosas. Hace que la vida sea un poco más difícil el hecho de no poder salir y ver a esa gente y escuchar esa música. Es como que casi debés crearte tu propia escena musical, y eso de alguna manera es lo que hacemos.

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