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Sábado, 21 de mayo de 2011
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Mötley Crüe pintó de glam metal ochentoso el Malvinas

Una puesta en escena tan sobria como eficaz

Por Juan Ignacio Provéndola

¿Qué hay de nuevo después de treinta años? ¿Caben notas por tocar, cosas por decir, trucos por develar? ¿Qué hacer cuando se cree que ya está todo hecho? Mötley Crüe parece tener la respuesta: ser como siempre. O al menos parecerlo. Aunque Vince Neil ya se figure más bien un personaje sacado del programa de Anabela Ascar, con su pelo de Barbie y su barriga sonante, Nikki Sixx parezca un muñeco de cera del museo Madame Tussauds a fuerza de kilos de cera capilar y makeup, Mick Mars deambule torpemente por el escenario como si naufragara en mares de clonazepam y Tommy Lee ofezca al público su propia botella de Jägermeister solo para dejar a salvo su reputación de muchacho díscolo (y para cumplir, también, con el sponsor que los auspicia). Todo, en cada momento, parece improvisado por movimientos únicos e irrepetibles, pese a que a esta altura esté bien sabido que nada se sale de una medida puesta en escena, tan sobria como eficaz.

Esta vez, en los camarines de Mötley no hubo galones de alcohol ni muchachas de piernas largas y labios borgoña (tal como cantaron en “Girls, Girls, Girls”, uno de los temas más festejados de la noche en el Malvinas Argentinas) sino, en verdad, frutas orgánicas, woks con pescados hervidos y verduras, yogures varios y gaseosas descafeinadas. Salvedades que no empañan una mitología construida algún tiempo atrás y sobre la que, pese a todo, se siguen recostando los músicos. Porque fueron los peligros que corrieron sus vidas (y algunas promocionadas rehabilitaciones) los que elaboraron esa épica de tipos que se tutearon con la muerte y sobrevivieron para cantarla. Por eso, cuando el reloj marcó las 22.22 y el cuarteto de Los Angeles dio por cierto el último de los diez falsos amagues de salida al ruido de “Wild Side”, nadie mejor que ellos podían hacer sonar tan creíble aquella invitación de “dar un paseo por el lado salvaje” que supieron grabar en 1987, tal vez el año más tóxico y desmedido de todos los que vivió el combo.

El secreto, como en aquel inolvidable show bajo la lluvia en el Pepsi Music 2008, que los trajera por primera vez a la Argentina, fue echar mano a la obra que el grupo desarrolló durante los ’80, tiempos en los que construyó su historia a la medida del glam rock en el que se distinguieron por sostener (casi) inalterablemente una formación que se repite de memoria. Neil–Sixx–Mars–Lee es una línea de cuatro con responsabilidades compartidas, pero con roles definidos, todos al servicio de un repertorio lleno de odas orgiásticas, bacanales y hedonistas, pero también de himnos intachables al inevitable paso del tiempo. El primero de ellos, “Live wire” (luego de “Saints of Los Angeles”, único repaso no solo de su homónimo último disco, sino de cualquier otro editado más allá de 1989), unió a través de una lanza de fuego a los gurrumines que fueron a Paternal para conocer en vivo a esa leyenda llena de desenfrenos y violentos matrimonios con playmates, junto a aquellos pasados de 50 que hicieron la misma lectura cuando escucharon la canción directamente del vinilo Too fast to love (1981).

Sacando el soporífero set solista de Mick Mars, con autobombo al grito de “¡queremos más guitarras!”, y el momento chicle (al que toda banda glam preciada de tal tuvo que recurrir por imposición de la industria discográfica) con las power ballads “Home Sweet Home” y “Don’t Go Away Mad (Just Go Away)” (la primera de ellas con Tommy Lee en teclados y su ya conocido monólogo lleno de fucks y motherfuckers), el recital deambuló entre clásicos

ineludibles y la conspiración de un sonido a veces esquivo. Pero, por si acaso el audio fallaba, estaba siempre a mano el sudor de Neil barriendo una y otra vez el escenario (y reposando otras veces detrás del telón de fondo), la arenga eterna de Lee detrás de una batería que simulaba ser el engranaje de un motor, el viaje oscuro y desafiante que propone Mars debajo de su galera y encima de su maltrecha columna de titanio, y la parada imponente de Sixx con la soberbia que solo un compositor de tantos hits podría darse el lujo de ostentar.

Pero los hits se canonizan cuando se convierten en clásicos, y esa bendición la legitimaron por igual el campo VIP y el común, la platea, ambas populares y todos los recodos, celebrando por igual “Shout at the Devil”, “Same Old Situation”, “Looks that Kill”, “Dr. Feelgood”, “Smoking in the Boys” (el cover de sus admirados Brownsville Station), “Ten Seconds to love”, el celebrado final a manos de “Kick Start my Heart” y “Too Young to Fall in Love”, canción que Sixx confesó haber tocado “sólo tres veces” pese a que en YouTube aparece, en vivo, de a decenas. O, tal vez, haya sido otro de esos tantos trucos inesperados que mantienen a feliz resguardo el calibre de tamaña leyenda.

8-MÖTLEY CRÜE

Músicos: Vince Neil (voz), Mick Mars (guitarra), Nikki Sixx (bajo) y Tommy Lee (batería).

Lugar: Microestadio Malvinas Argentinas, jueves 19 de marzo.

Público: 5 mil personas.

Duración: 90 minutos.

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