Los sonidos del presente perfecto

Para encontrar un equivalente a Irvine Arditti hay que remontarse al clarinetista Anton Stadler y su relación con Mozart o a Joseph Joachim y la manera en que interactuó con Johannes Brahms. Y es que el nombre de este violinista inglés, fundador del cuarteto que lleva su nombre, es inseparable de prácticamente toda la literatura para esa conformación instrumental escrita a partir de la segunda mitad del siglo XX. Luigi Nono, Brian Ferneyhough, Karlheinz Stokhausen, Wolfgang Rihm, Salvatore Sciarrino, Helmut Lachenmann, György Ligeti o Mauricio Kagel escribieron pensando en ellos, y su manera de tocar (y de poder tocarlo todo) modificó a su vez las maneras de componer del siglo.

Arditti está en Buenos Aires por cuarta vez. Ya había tocado en dos ocasiones con el grupo (en 2000 y 2007) y en una como solista absoluto (en 2002), en un concierto memorable en que interpretó La lontananza nostálgica utópica futura, esa suerte de genial testamento compuesto por Nono poco antes de su muerte. En esta ocasión llegó para ser parte de un proyecto notable, encarado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero: la creación de un cuarteto de cuerdas argentino, dedicado a la interpretación de música actual. Arditti fue llamado como presidente del jurado que elegirá a los integrantes del grupo y, además, hoy a las 21, en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín, dará un concierto gratuito. El repertorio –cuyas entradas podrán retirarse hasta dos horas antes en la boletería del teatro– incluirá Mikka + Mikka S de Iannis Xenakis, Del Cuarto Elemento, de James Dillon, Shine, de Gabriel Valderde, Intermedio, de Brian Ferneyhough, Calixto, de Mario Lavista, In Memoriam Thomas Kakuska, de Hilda Paredes, y 6 Caprici, de Salvatore Sciarrino.

Nacido en Londres en 1953, comenzó sus estudios en la Royal Academy of Music a los 16 años. Dos años después, ya era parte de la London Symphony Orchestra y, más tarde, su primer violín. Arditti dejó la orquesta en 1980 para dedicarse a la actividad del cuarteto que había fundado seis años antes, al mismo tiempo que Pierre Boulez decretaba la muerte del cuarteto de cuerdas. Además de haber grabado más de 170 discos con el cuarteto, Arditti tiene un enorme catálogo de grabaciones solistas, entre las que se destacan Lontananza... de Luigi Nono, o los Freeman Studios de John Cage. “La música, al igual que las demás expresiones artísticas, es siempre el reflejo espiritual e intelectual de una sociedad. Sin ella seríamos un mundo mecánico, carente de alma, una suerte de sociedad primitiva. La música es sin duda una reflexión social”, decía Arditti a Página/12 en su visita anterior a esta ciudad. “Y la música de nuestro tiempo es un lenguaje inagotable, de una gran diversidad de sonidos.”

El violinista muestra un particular interés por la creación musical en Latinoamérica y el cuarteto ha grabado un disco especialmente dedicado a nuevas obras mexicanas –entre las que se destacan la de su mujer, la compositora Hilda Paredes–, y en este concierto habrá una obra suya y de su compatriota, Mario Lavista. “Me interesa la vitalidad que hay en Latinoamérica y, sobre todo, la avidez de un público joven y curioso por escuchar obras nuevas.” Para Arditti, si hay un signo actual en la composición es que “los compositores ya no buscan escribir bajo determinados estilos o seguir las figuras más importantes. En lo que se concentran es en hacer música interesante y estimulante siguiendo su propia imaginación para ser originales”. Y señala, por otra parte, que “la música ya no es exclusiva de élites, como sucedía en épocas pasadas. Hoy cualquier persona puede asistir a las salas de concierto, sin importar su rango social y, en ocasiones, ni la edad. Más que nunca, existe la conciencia de que ver y oír la música en vivo es una experiencia que nunca podrá reemplazarse, incluso ni con las ventajas que los equipos técnicos y tecnológicos nos brindan”.

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