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Martes, 28 de junio de 2011
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Los Núñez y Ruiz Guiñazú presentan su CD Chamamé

Al encuentro de los sonidos del Litoral

El trío le hace honor al título de su nuevo disco, pero también interpreta polcas, guaranias y schotis, entre otros ritmos.

Por Karina Micheletto
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Los Núñez y Ruiz Guiñazú actuarán este jueves en el Club Atlético Fernández Fierro.

Sobrio y poderoso, así es descripto el disco que acaban de sacar Los Núñez y Ruiz Guiñazú, y que lleva un título al que bien pueden caberle ambos adjetivos: Chamamé. Sobria y poderosa es la música y son los shows de este trío que lleva nombres separados, pero que aúna en su música una vertiente creadora bien cohesionada. Armados de estos atributos ya ofrecieron en Buenos Aires una primera presentación del nuevo material, que reclamó su segunda parte por la buena recepción que tuvo. Y así este jueves a las 21, en el Club Atlético Fernández Fierro (Sánchez de Bustamante 764), el Chamamé tendrá su segunda vuelta en el barrio del Abasto.

Es difícil ser poderoso sin dejar de ser sobrio, y viceversa (y esto se aplica a lo artístico, entre otras cosas). La música de Los Núñez y Ruiz Guiñazú navega sin embargo en esta dirección, despliega su capacidad de conmover y sorprender, sin necesidad de artificios. El recorrido se plantea a partir del ritmo que da título al disco, pero también abreva en la polca o el rasguido doble, las guaranias y galopas del Paraguay, el schotis y hasta un baión que acerca sonidos nordestinos del Brasil. Tierra de agua era el título del trabajo anterior del grupo, del que este Chamamé (editado por Los Años Luz discos) hace sonar una continuidad que vuelve a situar las coordenadas geográficas también desde el arte del disco, resaltado el mapa de la provincia de Misiones en primer plano. Y junto a las creaciones de autoría propia, las versiones de Raúl Barboza, Ramón Ayala, Isaco Abitbol, y también Hermeto Pascoal, dan cuenta de las coordenadas que guían a esta obra.

“Sabemos que el chamamé es la columna vertebral del Litoral, así que lo planteamos también como la columna vertebral del disco –define Juan Núñez en diálogo con Página/12–. Pero abordamos también otros géneros que son muy populares, también dentro de Misiones, ritmos de ascendencia europea que llegaron con las olas inmigratorias y que se desarrollaron en la zona, con características propias.” Junto a Juan Núñez al frente del bandoneón, y Marcos Núñez en guitarra, Chacho Ruiz Guiñazú despliega desde la percusión toda una base rítmica tradicionalmente poco explorada en la música del Litoral. Suenan en el disco cajón, caja africana, y también de ascendencia africana el berimbau y los udus, instrumentos de cerámica.

“Tenemos la realidad de que no hay referentes en la percusión dentro de la música del Litoral, recién comenzó a desarrollarse en estos últimos diez, doce años –dice Chacho Ruiz Guiñazú–. Cuando empecé a trabajar con la música litoraleña, allá por el ’94, busqué de-sarrollar percusiones que fueran con ese paisaje, esa atmósfera de la zona misionera.” Las maderas de cedro, como la de un cajón piramidal que Ruiz Guiñazú bautiza “cajón misionero”, y los instrumentos en base a cerámicas, son los materiales que el percusionista encontró más aptos para rastrear los sonidos de este paisaje, las selvas, los ríos, el agua como una presencia envolvente constante.

Los invitados al disco refuerzan la búsqueda de un sonido diferente aun en las versiones de temas tradicionales. Está el violín de Javier Casalla en una galopa de autoría del trío, el contrabajo de Juan Pablo Navarro y la voz de Cristóbal Repetto en una versión que renueva un clásico litoraleño, “Mi pequeño amor”, de Ramón Ayala. “Como misioneros quisimos tener grabada esa obra de Ramón, pero al invitarlo a Cristóbal quisimos también apuntar a una integración del Litoral con otros géneros. Creo que eso se logró finalmente en la música, y el resultado de ese encuentro fue muy bello”, evalúa Juan Núñez la participación de un cantor relacionado con las nuevas vertientes del tango.

Y está también Raúl Barboza, como invitado en el chamamé de su autoría que abre el disco, “Pindovy”, que puede traducirse del guaraní como “palmera azul”, toda una cosmovisión: ese cielo azul que uno alcanza si levanta la vista no es más que una gran palmera que cobija a los que están por allí abajo. “De más está decir que don Barboza es un referente del chamamé, y es un gran orgullo que haya tocado con nosotros –agradecen los tres–. Es una de las personalidades del género que lo representa en el mundo, y el hecho de que se haya acercado, tan desinteresada y humildemente, es un apoyo muy grande para nosotros.”

Nacidos en Campo Viera, Misiones, Juan y Marcos Núñez, con 33 y 29 años respectivamente, están cumpliendo 20 con la música. Es que empezaron a transitar escenarios siendo muy chicos, primero secundados por su padre, que los acompañaba con el acordeón y el bajo. Como dúo, además de girar por el país y la región, llegaron hasta China, Australia y Nueva Zelanda a mostrar su estilo. Ya incorporados al grupo de Chango Spasiuk, allí se conocieron con Ruiz Guiñazú. El baterista y percusionista, nacido en Mendoza pero por entonces radicado en Córdoba, también venía de recorrer escenarios desde hacía rato, en formaciones como Los Músicos del Centro y con artistas como Litto Nebbia.

Hay un chamamé en el disco dedicado “al abuelo Dalmasio”, que lleva por título “Tropero y acordeonista”. Eso era, cuentan, el abuelo de los Núñez, que forma parte de las herencias recibidas. “Papá ha sido en gran parte responsable de lo que somos, porque desde que éramos chiquitos vio en sus niños una cualidad, una virtud, o algo así –se ríe Juan Núñez–. Y vio que también teníamos las ganas y la predisposición de andar tocando, así que enseguida nos sacó a tocar por todos lados. Con él aprendimos el amor por la música, pero ya algo venía desde antes, venimos de familia de músicos del lado de papá y de mamá. Mi abuelo Dalmasio siempre andaba con el acordeón, la primera melodía de un chamamé yo la escuché de sus manos. Tocaba en sus tiempos de descanso, en reuniones familiares, el acordeón iba siempre con él.” Susana y María Laura, las dos mujeres que completan la familia Núñez, también cantaron con Juan y Marcos. “Pero después se dedicaron a trabajar”, se ríen ahora los hermanos ante el fallido.

–Habiendo tocado en lugares tan diferentes del mundo, ¿notan la diferencia con el público misionero?

Juan Núñez: –Lo más importante es el resultado final, que creo que está logrado en todos los lugares en los que tocamos. Es muy importante para el músico lograr que la gente se sienta parte de lo que está sucediendo, que la entrega de ese músico tenga una recepción, que sea nutritivo para el que recibe y también para el que da.

Marcos Núñez: –El lenguaje de la música llega, acá, en Europa o en la China. Por supuesto, si tocamos en Posadas y la gente arranca con los sapucay, sabemos que les está gustando, hay un código compartido. Pero en otros lugares confirmamos la conexión de otras maneras, con otras formas de participación y de entrega del público.

Chacho Ruiz Guiñazú: –Y estamos muy emocionados con lo que pasó en Buenos Aires, fue una fiesta. Partiendo así, uno ya se siente realizado. Ya tenemos el combustible para seguir.

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