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Miércoles, 29 de junio de 2011
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La Orquesta Simón Bolívar de Venezuela dio dos conciertos memorables en Buenos Aires

Profundidad con disfrute y alegría

Surgida del sistema de orquestas juveniles de su país, al igual que su director, Gustavo Dudamel, la orquesta mostró un arco expresivo sorprendente y evidenció poderío y sutileza por igual.

Por Diego Fischerman
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Gustavo Dudamel dirige de memoria y une su carisma a una gran claridad conceptual.

Si no se tratara de otra cosa que de un programa social de la magnitud del de las orquestas juveniles venezolanas, capaz de sacar a miles de chicos de las calles y de transformar la vida musical de un país, sería un prodigio. Si sólo fuera el caso de una orquesta notable, de virtuosismo y ajuste asombrosos, también sería extraordinario. Pero la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar, emergente de aquel proyecto y dirigida por Gustavo Dudamel, un músico formado allí y discípulo nada menos que del fundador del sistema, José Antonio Abreu, es ambas cosas. Es, si se piensa en los dos conciertos memorables que brindó en Buenos Aires para el ciclo del Mozarteum y en un Teatro Colón colmado, la que fue capaz de una versión concentrada e intensa de la Sinfonía Nº 7, de Gustav Mahler, y la que, en uno de los bises de su presentación de despedida, bailó y revoleó instrumentos por el aire mientras tocaba a la perfección el “Mambo” de West Side Story, de Leonard Bernstein (con dos de los cornistas vestidos con la camiseta de la Selección Argentina de fútbol, por añadidura).

Los dos programas no podrían haber sido más diferentes entre sí y sirvieron para mostrar el impactante arco en el que esta orquesta (y su conductor, que dirige siempre de memoria) puede moverse. En el primero fue la sinfonía de Mahler mencionada y, obviamente, no hubo bises. En el segundo hubo una suerte de forma cerrada que partió de la Suite Nº 2 de Daphnis et Chloé, de Maurice Ravel, y llegó a El pájaro de fuego, en la versión realizada por Stravinsky en 1919, pasando por el folclorismo de Santa Cruz de Pacairigua, del venezolano Evencio Castellanos, y la Sinfonía Nº 2 (Sinfonía india) del mexicano Carlos Chávez. Y esta vez sí hubo bises: antes del mambo fueron el Danzón Nº 2 del mexicano Arturo Márquez y, en un arreglo sólo para los vientos, “El firulete”, de Mariano Mores. Después de Bernstein y cuando parecía que ya nada más era posible, la orquesta se despachó con el “Malambo” del ballet Estancia, de Alberto Ginastera.

Impecable en todas sus filas y con solistas de gran virtuosismo, la orquesta mostró una compenetración extrema con cada uno de los estilos abordados. Dudamel es, tal vez, la mayor estrella actual en el campo de la dirección orquestal y, con seguridad, el único al que el gran mercado apuesta sus fichas. Pero la verdad está en el impulso que transmite a los músicos y en su claridad para definir el discurso musical que fueron, en ese sentido, esenciales para que la orquesta entrara en el munndo expresivo planteado por cada una de las obras. Si algo puede criticársele al proyecto es cierto gigantismo –la cantidad de instrumentistas era casi el doble de la habitual, en particular en algunas filas–, lo que llevaba a una obligatoria estridencia en los pasajes de conjunto. Aun así, la sutileza lograda, por ejemplo, en Ravel, los colores y la gradación de matices de Stravinsky y el sentido de la línea narrativa en Mahler estuvieron en un nivel tan alto como infrecuente. Brillaron el concertino, perfecto en su solo en la sinfonía de Mahler y en cada una de sus intervenciones; la flautista, de destacadísima actuación en la obra de Ravel pero, sobre todo, el conjunto, con filas como la de violas, o la de contrabajos, de homogeneidad sorprendente, y un grupo de bronces de una perfección pocas veces oída. La interminable ovación y la alegría con la que el público finalmente se retiró del teatro fueron, eventualmente, la muestra más cabal de la clase de experiencia que estos conciertos significaron. Una experiencia en que la profundidad se dio la mano con el disfrute más epidérmico y donde, en todo caso, una potenció al otro y se dejó, también, invadir por él.

10-ORQUESTA SINFONICA SIMON BOLIVAR DE VENEZUELA

Director: Gustavo Dudamel.

Sinfonía Nº 7 de Gustav Mahler (domingo 26). Suite Nº 2 de Daphnis et Chloé de Maurice Ravel, Santa Cruz de Pacairigua, de Evencio Castellanos, Sinfonía Nº 2 (Sinfonía india), de Carlos Chávez, y El pájaro de fuego, de Igor Stravinsky (lunes 27).

Conciertos pertenecientes al ciclo del Mozarteum Argentino Teatro Colón

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