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Jueves, 30 de junio de 2011
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Studi per l’intonazione del mare, hoy en el Argentino de La Plata

Como un gran e interminable susurro

La obra del siciliano Salvatore Sciarrino, uno de los compositores más importantes de la actualidad, fue escrita para un cuarteto de flautas y un cuarteto de saxos solistas, una cantante, un percusionista y una orquesta de cien saxos y cien flautas.

Por Diego Fischerman
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“Esta composición implica un movimiento colectivo, social”, dice Santiago Santero, su director.

El filósofo George Steiner piensa a la canción como una traducción. La idea le cabe a la perfección a la música de Salvatore Sciarrino. Puede haber palabras, como por ejemplo en sus extraordinarios madrigales, o no haberlas, pero, en cualquier caso, su sentido aparece trasladado a otro lenguaje; a un mundo puramente sonoro. “Y esta obra es Sciarrino en estado puro”, dice a Página/12 Santiago Santero, preparador y director de Studi per l’intonazione del mare, que se presentará hoy a las 21 en el Teatro Argentino de La Plata, con producción de su centro de experimentación y creación (Tacec). Allí no hay descripción alguna. La composición tampoco se rige por las viejas relaciones de tensión y distensión acuñadas durante los siglos pasados ni intenta sustituirlas por otras. Es más, ni siquiera hay notas en un sentido estricto. Y, sin embargo, lo que suena es “la entonación (o la afinación) del mar”.

Escrita para un cuarteto de flautas y un cuarteto de saxos solistas, una cantante, un percusionista y una orquesta integrada por cien saxos y cien flautas, esta obra implica un desafío mayúsculo. “Más allá de su propia naturaleza, de una clase de poesía muy particular de Sciarrino, esta composición implica un movimiento colectivo, social. Y fue trabajada, igual que en otras partes del mundo, con estudiantes y con profesionales. Una primera parte del trabajo es ni más ni menos que juntar los músicos.” La orquesta tendrá en esta ocasión algo más que la mitad de lo que Sciarrino prescribe pero, en rigor, nunca se llega a los cien saxofonistas y cien flautistas. El número, en este caso, fija más un ideal, una especie de imposible al que habría que aproximarse todo lo que fuera posible, que una verdadera imposición. El mismo compositor ha estado presente y ha dado su legitimidad a interpretaciones donde había muchos menos músicos.

Además de la dirección musical de Santero, que contará con la asistencia de Pablo Druker y Natalia Salinas, a cargo de los saxos y las flautas respectivamente, el concierto contará con la dirección de arte e instalación de Minou Maguna y participarán María Virginia Majorel (voz), Patricia García, Elisabeth Magasian, Juliana Moreno y Sergio Catalán (flautas), el cuarteto italiano de saxos Lost Cloud (integrado por Marco Piazzi, Marco Bontempo, Gianluca Pugnaloni y Alberto Napolitano) y Arauco Yepes (percusión). El entrenamiento de los saxos corrió por cuenta de Emiliano Barri, Fabio Goy y Martín Moore y el de las flautas de Patricia García. Como coordinadora de producción intervino Luciana Milione y como asistentes de producción, Maximiliano Gallo y Daniel Chernov.

“El proyecto fue concebido inicialmente para ser realizado en una catedral y tratamos de lograr esa cualidad sonora. Los grupos instrumentales estarán distribuidos, además de en el escenario, en algunos de los palcos del teatro”, cuenta Santero. Sciarrino pensó la escritura de la obra como una analogía entre la función que cada uno de los músicos tiene en esta vastísima orquesta de instrumentos iguales con la que tuvo “cada piedra que San Francisco buscaba para construir su iglesia”. La composición, en palabras del autor, se basa en el interminable diálogo entre lo individual y lo grupal. Sciarrino apela a “los oídos inteligentes que abriendo sus conciencias van dando vida al desierto”. Y se pregunta: “¿Cómo se canta el mar? ¿Por dónde se empieza? ¿Por un imperceptible movimiento del aire? ¿Por una paulatina deformación del reflejo? Una leve vibración se propaga a través de una imagen. Minúsculas ondas. Se multiplican, aparecen, desaparecen e inmediatamente renacen. Vientos salvajes, olas desmedidas, monstruosas cavernas de espumas. La furia se escucha en la distancia. Sería terrible estar dentro de ese mar. Una tempestad se compone de infinitos golpes de viento. ¿Hay algún punto de escucha ideal? Una ola es siempre memoria, tiempo, energía. El pulso de nuestra sangre”.

Nacido en 1947 en Sicilia, Salvatore Sciarrino es uno de los compositores más importantes de la actualidad. Amante de la pintura, el teatro y la literatura, y activo desde hace más de 40 años, nunca ha renunciado a innovar y a explorar territorios vírgenes, sobre todo en lo que se refiere al timbre, que Sciarrino piensa siempre en relación con la forma. Muchas de sus obras exploran las posibilidades de lo musical aplicado a lo teatral, entre ellas Amore e Psyche, Macbeth, Luci Mia Tradici, Lohengrin o Infinito Nero. Studi per l’intonazione del mare fue compuesta por encargo de la Basílica Superior del Sacro Convento di Assisi, destruida en el terremoto de 1997. La extensión de los medios que demanda parece plantear una suerte de gigantismo. Si embargo, el sonido jamás es masivo. Se trata, más bien, de un gran e interminable susurro. De unos estudios para la traducción del mar.

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