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Viernes, 1 de julio de 2011
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HUGO VARELA ESTRENA CON TODO EL HUMOR AL AIRE, EN EL ND ATENEO

Retrato del humorista solitario

El cordobés pivotea entre la masividad y los tablados de pago chico. Escribe, canta, toca y hasta participa en la fabricación de sus instrumentos. No hace humor político, pero dice: “Me gusta que en la sala el pobre se sienta a la misma altura que el rico”.

Por Facundo García
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Varela lleva más de tres décadas en la escena.

Hugo Varela tendría cara de gaucho de afiche si no fuera por el gesto de atorrante que se le filtra a cada rato. Esa picardía y una guitarra le bastan para hacer su trabajo; aunque a lo mejor también lo ayude ponerse por lo menos un calzoncillo antes de estrenar Con todo el humor al aire, el espectáculo que presentará hoy a las 21 en el ND Ateneo (Paraguay 918).

Heredero de los buscavidas guitarreros que se la pasaban desandando rutas, el cordobés lleva más de tres décadas en los escenarios. De vez en cuando se baja, claro: “Pero ando tanto que a veces me desoriento. Sobre todo porque no voy con una banda, sino que canto mis ridiculeces solo. El nombre del show tiene que ver con eso”.

–El que hace reír es –al menos al principio de la broma– una especie de tipo con todo “al aire”. Sin armadura. Un solitario.

–Después los otros te acompañan con la risa. El humorista es como el mago, que tiene que fabricar sus trucos en la soledad para poder sorprender más tarde a los demás.

–Usted recorrió el país. Hay algo de aventura individual en eso.

–Por necesidad me fui volviendo dúctil. Puedo actuar en el Festival de la Cebolla o en un escenario porteño. Eso me dio una gran libertad y anécdotas para tirar al techo.

Libertad y oficio. La experiencia ha ido puliendo a un cantautor que además de escribir, cantar y tocar participa en la fabricación de sus propios instrumentos. Entretanto, “La corbata rojo punzó” y otros “clásicos” pasaron a ser reconocibles por fans y no iniciados. Y es que como un Luthier de peña folklórica –o como un Larralde bufo– Varela pivotea entre la masividad y los tablados de ciudad chica. Hoy puede estar en los programas más vistos de la televisión y dentro de dos meses quizá se blanquee la barba en algún ventoso festival patagónico. Por eso él destaca los tesoros que le quedan una vez que se apagan las luces, más allá de que sean marquesinas del centro o focos de colores en una plaza de pueblo. “Si te ponés a recordar te vienen a la mente un millón de situaciones –reconoce–. Una vez, en Mendoza, estaba actuando frente a veinte mil personas. No sé por qué habían puesto a unos gendarmes adelante del escenario y la mitad del público no veía nada. Me subí a un taburete de esos chiquititos –lo único que tenía a mano– y les hice todo el show desde ahí arriba, manteniendo el equilibrio para que pudieran mirar mejor. No sabés cómo aplaudían. De esas satisfacciones no te olvidás más.”

–¿Cambió el panorama del humor musical desde que usted se inició?

–Cuando arranqué éramos muy pocos. Tal vez actualmente haya más. No obstante, el género se alimenta de una tradición enorme. Ya mi viejo me cantaba temas pícaros españoles que provenían de una excelente tradición popular que había sobrevivido de boca en boca. Así que podría decirte que desde que existe la canción seria existe su contraparte humorística; y desde que existen los instrumentos reales hay algún chiflado que le puso cuerdas al sartén, como hice yo.

–¿Canta canciones “serias” de vez en cuando?

–A veces. Me han sugerido incluso que haga espectáculos con dos partes, una humorística y una “seria”. Pero no me gusta eso de “te hago reír, después te hago llorar y a la salida te cobro”. Decidí concentrarme en la canción humorística. De ahí que no cuente cuentos ni haga imitaciones. En la canción humorística hay tantos caminos, tantas variables, que me alcanza con eso para perderme: podés buscar por el lado de la estructura, por el lado de la letra, por el lado de la parodia, por el lado de la creación completamente nueva. Y encima tenés todas las dificultades de las composiciones “normales”: armonía, ritmo, métrica, síntesis...

No es extraño que el entrevistado se encierre en su taller a inventar instrumentos a partir de “chapurreos de carpintería y de mecánica”. Una pierna sonora, un microbandoneón, infladores varios: en su laboratorio cabe todo. O casi todo. “Siempre ando con ideas dando vueltas; algunas llegan al escenario y otras me demandan un gran laburo pero después no son graciosas, o desafinan. Tengo, por ejemplo, un artefacto con un recipiente de vidrio que tendría que sonar diferente de acuerdo a la cantidad de agua que le pongas. Ya probé con mangueras y con lo que se te ocurra. No hay forma. El maldito sube y baja sin ningún criterio. Igual no lo tiro por la ventana porque sé que esto no es una ciencia exacta. Es más bien perversa.”

–¿Le gusta el rótulo “para toda la familia”?

–Se les suele decir así a los shows a los que van viejos y niños a aburrirse parejo. A mí me encanta que vengan personas de todas las edades, pero que cada uno encuentre la forma de enganchar en función de sus inquietudes.

–¿Nunca le interesó el humor político?

–Seguro. A uno lo seduce lo que no ha hecho. De todos modos mi reflexión es más concreta: me interesa que en la sala el tipo que es pobre se sienta a la misma altura que el rico. Que se equilibre la cosa. Cada noche, yo tengo enfrente a una batería ideológica. Una multitud de opiniones. Entonces lo que intento es unir a partir de los puntos que tienen todas estas personas en común, ¡por más que a la salida se agarren a trompadas!

* Con todo el humor al aire estará los viernes y sábados de julio a las 21 en el ND Ateneo. Entradas en venta por www.plateanet.com o en la boletería del teatro.

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