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Domingo, 10 de julio de 2011
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EL CONTRABAJISTA MARIANO OTERO PUBLICO ROJO, OTRO DISCO NOTABLE

Fluir espontáneo, controlado desorden

El espíritu de libertad que el músico aprendió de Charles Mingus, conscientemente o no, sobrevuela su último trabajo, en el que cantan Luis Alberto Spinetta y Liliana Herrero.

Por Diego Fischerman
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“Si grabara el disco ahora ya sería distinto”, asegura Otero.

Después de haber sacudido el medio local con una poderosa big band, de haber grabado algunos de los discos más representativos del jazz y de haber sido considerado uno de los músicos más destacados de este género, Mariano Otero discute su pertenencia al mismo. Dice, por ejemplo, “el contrabajo ni siquiera es el instrumento que más interesa”. O asegura: “Me siento más un músico de rock que de jazz”. Sin embargo, su último disco, el notable Rojo, no podría sonar a otra cosa que a jazz. Y suena a esa música incluso cuando cantan allí Luis Alberto Spinetta y Liliana Herrero. El afán de Otero por diferenciarse tiene como destinatarios, más que a la música misma, a algunos de sus intérpretes. A los usos y costumbres de una intelligentsia musical que no tolera las impurezas, los cruces ni los riesgos si éstos no han sido ya legitimados por la historia.

A diferencia de otros músicos, Otero escucha sus trabajos anteriores. “A veces me gusta y a veces no”, explica a Página/12. “Pero siempre tengo la sensación de que es honesto; de que allí está eso que quería decir en ese momento. Pero las personas cambian y los músicos somos personas, así que también cambiamos. A mí no me interesa decir lo mismo que decía hace diez años. Ni tampoco decirlo de otra manera. A uno se le van agregando preocupaciones estéticas, va conociendo otras cosas y algunas de ellas pueden rompernos la cabeza y obligarnos a replantear todo. Pero, además, me doy cuenta de que antes estaba muy pendiente de la mirada de mis maestros y componía para ellos. Hacía discos que pensaba que iban a gustarles. Ahora eso ya no me preocupa; me siento mucho más libre.” Con un grado de exposición pública inusual para un músico de jazz, en parte por su declarada defensa del gobierno nacional y en parte por ser el marido de la actriz Florencia Peña, Otero asume, de todas maneras, que su perfil es bajo. “Contrabajo”, bromea.

En su nuevo disco, publicado por Sony, toca junto a un grupo del que participan los saxofonistas Ramiro Flores, Rodrigo Domínguez y Víctor Skorupski, el trompetista Juan Cruz de Urquiza, Juan Canosa y Pablo Fenoglio en trombones, Patricio Carpossi en guitarra eléctrica, Hernán Jacinto en nord, Alejandro López en batería y Otero en contrabajo y bajo acústico. Entre los invitados, además de Spinetta y Herrero, aparecen un cuarteto de cuerdas, Javier Malosetti en bajo eléctrico y Sergio Wagner en flugelhorn. Y el repertorio, además de un velado homenaje a Independiente en “Rojo” (el velo se descorre en la pista fantasma, al final del disco, donde el mismo tema aparece cantado por él y su hijo mayor en versión “de hinchada”) y dos canciones con letra propia (“Hay” y “Guevara”), incluye una pieza de Atahualpa Yupanqui, “Guitarra, dímelo tú”. En las tres está la voz de Herrero y en la primera se agrega Spinetta. “El, como cantante, es un sueño para todos los músicos de jazz”, reflexiona Otero que, esta vez, no tiene ninguna duda acerca de dónde colocarse. “Siempre tuve la sensación de que él cantaba jazz, aunque estuviera cantando otra cosa. Escribí esa canción pensando en que la cantara él, lo que supongo que les debe pasar a muchos, pero a mí se me dio. El que le acercó la canción, en una grabación casera hecha por mí, fue Sergio Verdinelli, que es su baterista. Un día me llamó y me dijo que al Flaco le había encantado la canción y que quería verme. Cuando llegué a su casa, el tipo se sentó, puso las patas sobre la mesa, agarró la guitarra y me la cantó entera. Se había puesto a sacar los acordes y se la sabía de memoria. Yo morí.”

Otero suele componer con la guitarra (y de ahí, tal vez, su cercanía con el mundo de la canción). Asegura que ya no está tan pendiente de que se note que le gusta Mingus pero, por suerte, se nota igual. Y no tanto en el parecido que pudiera haber entre texturas y armonías como en cierto espíritu de libertad que Otero, conscientemente o no, ha aprendido de Mingus. El título de un disco anterior, Desarreglos, acaba hablando de esa característica que aún sigue siendo distintiva en su música: elaborados arreglos que cobran la apariencia del desarreglo, de un fluir espontáneo y de cierto controlado desorden. “Siempre es un tema la cuestión de los estilos y de cómo tiene que ser un solo. Trato de que el solo sea parte del arreglo y no un injerto. La unidad entre los distintos solos y esa parte que está escrita de antemano no se da por una imposición, sino por el compromiso colectivo con la música.” Productor para Sony, entre otras cosas del próximo disco de Iván Noble, Otero afirma que “el pensar qué es lo que podría ser mejor para la música de otro enseña a pensar en la propia con un distanciamiento similar”. Rojo tendrá su presentación en vivo, para la cual ya están en venta las entradas, el próximo 1º de octubre en el ND/Ateneo. Pero, incorregible, Otero dice: “Si lo grabara ahora, ya sería distinto”.

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