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Martes, 13 de septiembre de 2011
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La ciudad ausente, en el Teatro Argentino de La Plata

Vibración de una nueva vida

Finalmente, la ópera de Gerardo Gandini y Ricardo Piglia se abrió a miradas ajenas. Y la puesta de Erik Oña y Pablo Maritano no pudo haber tenido mejores resultados: la inocultable satisfacción de los autores en el estreno fue solo una de las pruebas.

Por Diego Fischerman
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Estrenada en 1995 y repuesta dos años después, hasta ahora no había entrado al repertorio.

Los temas de la novela La ciudad ausente son las grandes obsesiones de la literatura argentina: la paranoia, la historia y la propia literatura argentina. Allí aparecen, como en Sarmiento o Rodolfo Walsh, la investigación y el documento; ahí están, como en Arlt o el peronismo, la figura del inventor. Y, también, las conversaciones en voz baja, los supuestos complots (“el Estado argentino es telépata”, anuncia el guardián del museo donde se oculta la máquina que ha hecho inmortal a Elena). Y a la ópera compuesta por Gerardo Gandini junto al propio Piglia se agrega otro nivel más: como es una ópera, habla de la ópera.

Estrenada en 1995 y repuesta dos años después, hasta ahora no había entrado al repertorio. Es decir: no había sido leída por otros, no se había abierto a las miradas ajenas. No había sido interpretada en el sentido de traducción que la interpretación conlleva. En aquella ocasión la había dirigido Gandini y la había cantado un núcleo de artistas cercanos al compositor. La puesta de David Amitín, con una recordada escenografía de Emilio Basaldúa, también había sido consensuada con los autores y, hasta cierto punto, dictada por ellos. En esta ocasión, la dirección del Argentino optó explícitamente por no conservar lazos con aquella puesta. La versión no podría haber sido más diferente. Y la alegría de sus autores, luego de haber saludado desde un palco, ovacionados al final de la función, no podría haber sido más elocuente. La ciudad ausente empezó su viaje. A partir de ahora será mirada, tal vez, de formas siempre diferentes. Y mientras, como en este caso, igual que la máquina que anida en su interior, sigan produciendo significados, serán tan deseables como bienvenidas.

Dentro de un elenco homogéneo, que en la función del estreno tuvo una actuación de gran nivel, se destacaron Marisú Pavón, tan precisa en la afinación como exquisita en el fraseo; Luciano Garay, en un Junior de carnadura tridimensional, y Hernán Iturralde, magnífico en su Doctor Russo. Maritano, que en su trabajo junto a la escenógrafa María José Besozzi ilenó la máquina de deslumbrante luz blanca, delineó personajes expansivos. Podría decirse que en su Ciudad Ausente hay más rebeldía que oscuridad y que su lectura lleva las manías persecutorias al plano de la realidad. Un dispositivo escenográfico complejo, con numerosos cambios, puso a prueba, por su parte, el rendimiento técnico de la sala y sus operarios, que fue absolutamente perfecto. El otro dato insoslayable fue el rendimiento de una orquesta concentrada y expresiva, capaz de entrar en el entretejido de la formidable escritura de Gandini. Excelente en los solos –cello, contrabajo– y en el notable dúo de pianos –Florencia Rodríguez Botti y Yeon Hae Kin–, logró un impomente sonido de conjunto, dirigida con detalle e infinita sutileza por Erik Oña. Dos momentos, por su parte, quedan rondando una vez que la obra ha terminado: la extraordinaria escena en la que el profesor Russo habla de su máquina y muestra, como en una clase, fórmulas y dibujos que hacen pensar en el infernal instrumental ginecológico creado por Cronenberg para la película The Ring y la deslumbrante polifonía de las voces fantasmales de la máquina, cerca del final.

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La ciudad ausente

Opera de Gerardo Gandini, con libreto de Ricardo Piglia, basado en su novela.
Dirección musical: Erik Oña.
Dirección de escena: Pablo Maritano.
Escenografía: María José Besozzi.
Vestuario: Sofía Di Nunzio.
Iluminación: Horacio Miguel Pantano.
Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata.
Reparto: Marisú Pavón, Sebastián Sorarrain, Luciano Garay, Patricio Oliveira, Hernán Iturralde, Alejandra Malvino, Eleonora Sancho, Leonardo Estévez, Eugenia Fuente, Sergio Spina, Matilde Isnardi, Darío Leoncini y Santiago Bürgi.
Voces de Lucía Joyce, sirenas y enfermeras: Marina Silva, Laura Martorell, Verónica Julio, Ana Filipich, Silvina Petryna y María Rosa Hourbeigt.
Teatro Argentino de La Plata, domingo 11.
Nuevas funciones: jueves 15 a las 20.30 y domingo 18 a las 17.

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