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Jueves, 22 de septiembre de 2011
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ARTURO SANDOVAL MOSTRO SU VIRTUOSISMO, PERO EL RESULTADO FUE DESPAREJO

Berretines de un trompetista legendario

En la velada del martes, el cubano desafió en cada solo las leyes físicas de su instrumento, aunque insistió en hacer notar que es un músico integral, capaz de pasar a la percusión, acompañar en el piano o incluso cantar temas propios o ajenos.

Por Gustavo Ajzenman
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Sandoval acompañó cada tema con una dosis de humor y estuvo en todos los detalles.

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ARTURO SANDOVAL

Músicos: Arturo Sandoval (trompeta), Alvaro Torres (piano), Matías Méndez (bajo), Luis Cerabolo (batería), Juanjo Martínez (percusión), Ervin Stutz (trompeta), Fabián Veglio (trompeta), Sergio Wagner (trompeta), Víctor Skorupski (saxo), Christian Terán (saxo), Alejo von der Pahlen (saxo), Juan Scalona (trombón) y Pablo Fenoglio (trombón).
Público: 3300 personas.
Duración: 120 minutos.
Teatro Gran Rex, martes 20.

Como suele ocurrir cuando llega una leyenda del jazz, y sobre todo si se presenta en una única función, había más músicos abajo que arriba del escenario. En un colmado teatro Gran Rex, Arturo Sandoval se mostró el martes. Se podría alegar que ese afán, sumado al de invitar al escenario a cuanto amigo estuviera cerca, hizo que el resultado final no haya sido del todo parejo, pero a pesar de eso no decepcionó a su exigente público y reafirmó una vez más su condición de trompetista legendario.

Ni Cuba ni Estados Unidos, el lugar de Sandoval es el escenario. Más allá de sus indiscutibles cualidades musicales, durante las intensas dos horas que duró el concierto se reveló como un auténtico showman, y el resultado fue más un espectáculo que un concierto. Acompañó cada tema con una dosis de humor y estuvo en todos los detalles, desde el sonido hasta la iluminación. El público le respondió efusivamente. “La gente aquí tiene la costumbre de andar gritando cosas”, exclamó.

A pesar de que antes de llegar a Buenos Aires el trompetista había adelantado lo contrario, hubo varias sorpresas, algunas mejores que otras. Entre este último grupo estuvieron algunos de los invitados, que agregaron variedad a la propuesta. El comienzo estuvo alejado de los habituales ritmos afrocubanos y Sandoval se dio el gusto de tocar un tango, su último berretín, junto a Lautaro Greco, que hace tiempo que dejó de ser una joven promesa para transformarse en un gran intérprete. Además, Sandoval tocó “And Then She Stopped” con el trompetista argentino Gustavo Bergalli, en lo que fue uno de los momentos más interesantes y también emotivos de la noche. “Tuve la suerte –recordó el cubano– de tocarla muchas veces con Gillespie. Ahora yo voy a tocar la parte de él y Gustavo la parte que tocaba yo de joven. Ojalá que Dizzy nos mire desde arriba con aprobación.” Sin el mismo brillo, a lo largo del show, Sandoval también se sentaría al piano para acompañar, instrumental y vocalmente, a María Volonté en el bolero “La gloria eres tú”, del cubano José Antonio Méndez, y a Mónica Mancini, en “Smile”, de Nat King Cole. Incluso, tal vez para promocionar su próximo disco de tango, también invitó al escenario a Valeria Lynch, que cantó un fragmento de “Nada”.

La influencia de Dizzy Gillespie estuvo presente durante todo el concierto. Acompañado, por primera vez, por una orquesta compuesta exclusivamente por músicos locales, Sandoval dedicó buena parte del programa a temas de su repertorio. Interpretó “Joy Spring”, en quinteto con dos trompetas, y una versión un tanto caribeña de “Be-bop” con la orquesta en conjunto. Antes, dio una clase de historia del jazz, primero oral, y luego tarareando –casi a lo Bobby McFerrin– durante casi cinco minutos las diferencias entre el sonido de una orquesta de swing y el de una banda de bebop.

Pero la fiesta no terminó de la misma forma en que había empezado. La banda se retiró al finalizar el show y el público estalló en aplausos y pedidos de bis. Subió al escenario entonces la actriz Nanci Guerrero, más conocida en Miami que por estos pagos, que anunció que el trompetista había sido nombrado Huésped de Honor por la Legislatura porteña. Un vendaval de abucheos y chiflidos no le dejó terminar la frase y se intensificó cuando subió el legislador PRO Enzo Pagani. Sólo la irrupción de Sandoval para recibir el diploma logró revertir un poco la situación. Pero el bis quedó para otra vez.

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