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Viernes, 7 de octubre de 2011
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EL TRIO MJC PRESENTARA MAÑANA ... EL VIENTO LOS AMONTONA, EN SALTA Y RESTO

Con el corazón puesto en las raíces

Mauro Clavattini, Pablo Jaunarena y Jorge Martínez conforman uno de los grupos instrumentales más renovadores de los sonidos argentinos, aunque se conocieron estudiando música clásica en Córdoba.

Por Cristian Vitale
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MJC impacta por su tímbrica de saxo soprano, bandoneón y piano.

Mauro Clavattini interrumpe una siesta imprescindible. Está en Córdoba, son las cuatro de la tarde, acaba de dar clases y viene de dormir poco por una sola razón: la música. Es vientista (toca saxos, flautas e instrumentos andinos) y representa la C de una entidad mayor: el trío MJC. Pablo Jaunarena, la J, es el bandoneonista y, como Mauro, nació en Córdoba. Uno en Laborde, el otro en Río Tercero. Y Jorge Martínez, la M, toca el piano y viene del Norte. De Pirané, Formosa. “El viento nos amontonó”, arranca Clavattini. “Nos juntó a los tres en esta ciudad... una ciudad neutra”, dispara, y calla. No hay determinismo geográfico en lo que los tres hacen cuando se juntan, pero sí cierto indicio, cierto principio motor. Hacen tango (urbano) y folklore (rural). Dicen de ellos que son uno de los grupos instrumentales más renovadores de la música popular argentina, y están a punto de pisar Buenos Aires para demostrarlo. Será mañana en Salta y Resto (Salta 755), y el disco que traen en las alforjas explaya el concepto de Clavattini: ... El viento los amontona. “Representa dos cosas: por un lado nuestra juntada y, por otro, la gente que vino a grabar con nosotros”, asegura el músico.

Esa gente es parte de lo que el trío ha ido construyendo (a fuerza de tocar, estar y contactar) desde que ganaron su primer Pre Cosquín, en 2006, y no dejaron de ser número clavado allí. Esa gente es Juan Falú, que pone guitarra en una chacarera de Yupanqui y los hermanos Díaz (“La olvidada”); es Raly Barrionuevo, al canto de otra chacarera (“Máma luz”); es el Chango Spasiuk, poniendo acordeón en una versión de un tema propio (“El camino”); es Mariana Carrizo en un mix de coplas picarescas y el clásico “Sirviñaku”; es Ramón Ayala recitando la intro de su “Posadeña linda”; es Hilda Herrera y Raúl Carnota en bonus: una ejecución en vivo de “Grito santiagueño”. Es todo esto, casi una selección del folklore argentino, más el toque intrínseco de MJC: músicas de raíces urbana y rural adobadas con recursos de la música clásica y el jazz.

Por esas aguas estéticas cruza el puente MJC. Clavattini, Jaunarena y Martínez “se amontonaron” estudiando la licenciatura en música clásica en la Universidad Nacional de Córdoba. Clavattini, incluso, tocó durante ocho años en diversas bandas sinfónicas y los tres han interactuado con coros, ballets, orquestas, bandas y ensambles sinfónicos. “Todo eso mezclado con la influencia de padres y abuelos, que nos han metido de chicos en peñas y encuentros familiares. Creemos que la mal llamada escuela de música clásica y el jazz, que son tintes que pintan nuestro trabajo de música argentina, son escuelas por las que es bueno pasar en algún momento, pero siempre tuvimos claro que el pasaje por esa escuela lo tomamos como herramienta para utilizar sólo si la necesitamos. Ninguno de los tres se imaginó una carrera de cámara; más bien nos interesa la alegría que nos da estar siempre con el corazón puesto en los paisajes musicales que nos da la música de raíz.”

–¿Por qué habla de Córdoba como una ciudad neutra?

–Porque da la posibilidad de enfrentar regionalismos y diferentes culturas que caen acá para estudiar. Eso hace que nosotros nos sensibilicemos y aprendamos de otros regionalismos. Lo mismo pasa con el tango, porque Córdoba es urbana y en una época tuvo gran movimiento, incluso hay una orquesta de música ciudadana oficial en la que los músicos tienen un sueldo mensual. Esta Córdoba neutral nos da la posibilidad de no tener tantos prejuicios para abordar lo que el trío quiso desde sus comienzos: tratar de pintar casi todos los regionalismos en el folklore y en el tango, siempre a partir de nuestro estilo.

El vientista define tal estilo como un trabajo de estructuras semicerradas sobre el amplio abanico que posibilita la música popular argentina: “Hay trabajo de improvisación, sí, pero fundamentalmente nos interesa trabajar camarísticamente. Los tres consideramos que la tímbrica es el rasgo representativo del trío: un saxo soprano que se funde con el bandoneón y un piano que funciona a manera de bombo y guitarra”. Ese particular abordaje asomó en el primer disco (Arreglos) y se profundizó en el flamante, que cuenta como un doble “diferido”: el primero, recién publicado, con música de raíz rural y el próximo, a publicarse en breve, de música de raíz ciudadana, basado en un mix de temas propios y ajenos: “El vasquito”, “Hogareño”, “Libertango”, “Adiós Nonino”, “Nieblas de Riachuelo” y “Chiqué”, entre ellos. “Pensamos ambos discos a manera de espejo, porque nos interesó dividir las aguas para poder trabajar más seriamente y estamos desbordados de contentura. Todo se ha dado de manera natural, diáfana y muy orgánica. La participación de cada invitado ha hecho que el trío se mire a sí mismo de otra manera, sin perder la identidad”, cierra Clavattini.

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