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Domingo, 30 de octubre de 2011
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APUNTES SOBRE “EL ARGENTINITO”

La canción que interpela

El primer corte de El desembarco es “El argentinito”, una canción contundente (por decirlo con amabilidad) que Gieco enarbola como resumen de cierta identidad general e intrínseca de los habitantes de este suelo. Cuando se le recuerda que Fito Páez sufrió una demanda legal por quejarse del 50 por ciento de los porteños que votó a Macri, y se le pregunta si algún trasnochado irá a demandarlo por este poema en el que acusa de bestia al ciento por ciento de la argentinidad, se ríe: “Es que Fito dice cada cosa...” y enseguida advierte: “Yo no me quedo afuera. Todos llevamos dentro a este pequeño argentinito. Cuando llegué a Buenos Aires se hablaba de que teníamos dentro un

enano fascista. Yo saqué lo del enano, porque ser enano es una discapacidad y a un discapacitado no tenés por qué cargarle eso. Mi canción habla del Otro Yo del doctor Merengue (personaje emblemático de Divito). Vengo bajando con el avión en Aeroparque y soy yo, y me aparece el Otro Yo y miro la Villa 31 diciendo: ‘¡Qué buenas estarían un par de topadoras, acá!’. Eso es lo que piensa la gente”.

Ese pequeño argentinito que llevamos
Va colgado como gajo de la mano;
Bien peinado con corbata y mocasín
Va gritando sólo para hacerse ver.
Saca la lengua mientras vamos caminando
Y se revuelca entre lo que descarté;
Se persigna con el agua de cunetas
De la lluvia de ayer.
Picapleitos, paranoico y desconfiado, va puteando con voz de ventrílocuo.
Es apostólico, católico y romano,
Delator, miliquito y monitor.
Y festejó los goles de aquel Mundial,
Así los llantos del dolor pudo tapar;
Conmemoró con mil banderas argentinas
Al borracho del balcón

“Todos tenemos al argentinito dentro, y hay quienes lo tienen más. Me acuerdo de una señora cordobesa, del campo, con quien compartí grupos de caminatas en Caldas de Emperatriz, Brasil, donde fui para adelgazar; le preguntaba si todavía las vacas seguían teniendo sus propios nombres, porque mi viejo las llamaba y venían... Con esta señora tuvimos conversaciones divinas, nos moríamos de risa. Y al segundo día me dice: ‘¿Vos no sabés que los hijos de Bonafini no están muertos, que están en París?’. Ella estaba al tanto de quién era yo, pero su argentinito fue más fuerte: ¡me lo decía de verdad! Ese es el pequeño monstruito que tenemos dentro. Me dijo en la cara: ‘Yo sé que los hijos de Bonafini viven en París’.”

Ese pequeño argentinito que llevamos
Va colgado como gajo de la mano.
Odia a piquetes y a los pobres de la esquina;
¡Guay si la que maneja el auto es una mina!
Junta las ramas con espinas de los parques
Y te las clava en la espalda hasta sangrar;
Naturalmente es fracasado y te hace ver
Que aún perdiendo es ganador.
Pone pajaritos en la licuadora
Y con un palo tumba horneros de pared,
Se hace chupar por la ambulancia y la sirena
Y todos creen que esta allí por familiar
Y cuando ve La 31 del avión
Sueña con topadoras como solución.

“¡Del Sel sacó el 30 por ciento en Santa Fe, mi provincia! Lo llamé a Fito y le dije: ‘¿Y ahora qué vas a escribir sobre Santa Fe?’ (se ríe). ¡Y Fito se agarraba la cabeza! El argentinito votó a un tipo que es un invento. El argentinito dijo: ‘No voy a votar lo que hay; voy a votar una cosa nueva, por más que sea asquerosa’. Por eso también la letra dice: ‘Vota inútiles, y al tiempo te hace creer/ Que jamás él los votó’. Vos ahora te subís a un taxi y el chofer te grita: ‘¡La calle es una porquería, este Buenos Aires de mierda!’ Y le decís: ‘¡Pero si ustedes, los tacheros, lo votaron todos a Macri!’. ‘No, yo no fui...’ ¡Nadie votó a Menem, nadie votó a Macri! ¡Se votan solos! Ese es el argentinito.”

Ese pequeño argentinito que llevamos Va colgado como gajo de la mano,
Orina todas las macetas de la tía
Y le tira los gatitos del balcón,
Pone dulce de leche en los zapatos
De los amigos que quedaron a dormir,
Ensarta sapos con la flecha de su arco
Y muestra su trofeo al fin.
Periférico, vacío y egoísta,
Cree que todo este mundo piensa en él;
Rompe botellas en los tachos de comida
Y así los pobres no se acercan ni a ver.
Y se lleva la pelota del partido,
Porque es suya y es regalo del papá.
Va enojado porque el gol que le metieron
No lo deja ya ganar.

Cuando se le pregunta si durante los últimos cuarenta años (los que lleva mirando y componiendo) ha percibido un crecimiento o una mengua del argentinito, Gieco distingue: “Ahora aprendimos a no darle pelota al FMI; aprendimos que tiene que haber una ley de medios, una Asignación Universal por Hijo, cosas que son elementales y fundamentales para llevar adelante el país. Entonces, el argentinito está como shockeado, lo tenemos ahí, pero en la época de Menem, por ejemplo, con el deme dos, con el gritón porteño que se traía cuatro televisores y se peleaba con el tipo de la Aduana, el argentinito estaba exaltado, gordo. Depende de los momentos. Ahora es el momento perfecto para hablar de esto. Estas elecciones, por ejemplo. Hubo tantos candidatos de la oposición que tienen alimentado ese alien del argentinito...”.

La letra tiene una impronta caricaturesca. Gieco asiente: “Claro, lo mío es sólo una canción. No es más que eso. Lo mío no es nada. Te encargo la Presidenta, el quilombo mental que debe tener”.

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