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Martes, 8 de noviembre de 2011
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Dovoie Sestri, un puente entre culturas diferentes

El frío en el calor

La abuela María Romachesky, siberiana y radicada en un campo de Santiago del Estero, es la primera referencia. El grupo asume esa “contradicción” en una música ecléctica y desprejuiciada.

Por Cristian Vitale
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Cantos polacos, árabes, vascos, gallegos, ucranianos y rusos nutren la estética de estas “hermanas de agua”.

“Una conquista Kusmuk”, coinciden y ríen las hermanas. María y Ana aún sudan. Acaban de dar un recital algo exótico, festivo, “en colores”, y la idea de conquista tiene que ver con haberle ganado más millas musicales a la vieja Europa. Una de ellas, Ana, viene hace tiempo en la senda: primero macerando su voz de aldea grande a través de diversos proyectos de folklores del mundo y más acá, contemporánea, como cantante de Fadeiros, el grupo de canciones y fados portugueses que deviene en lento pero progresivo crecimiento. La otra –María– desde un lugar más intuitivo. No es música –más bien fotógrafa y dibujante–, pero toca el acordeón con devoción casi autodidacta. Sabe. Y las dos saben guiar a un seleccionado de músicos por las arterias centrales de los cantos polacos, árabes, vascos, gallegos, ucranianos y rusos que nutren la estética del grupo: Dovoie Sestri, algo así como hermanas de agua en ruso. “La música que interpretamos nace de una mezcla, el frío en el calor. La abuela María Romachesky de Siberia en el momento mismo de calzarse el pañuelo y el delantal para empezar la jornada en el campo polvoriento de San Ramón, Santiago del Estero. El alegre extrañamiento ante el origen es lo que conservamos y pretendemos transmitir”, dicen ambas, a manera de presentación.

Y lo expresan en el pequeño pero cálido ámbito de Mediterránea Café, bajo el amparo de cinco músicos de diversas sangres: Juan Tauil, cantante grave de raíces árabes (hijo de sirios) y militante trans; Rodolfo Lozano, colombiano y saxofonista; Alberto Fernández, derbakista de ancestros turcos; Tomás Rodríguez, bajista y Taki, motor percusivo de la banda con larga data en músicas griegas, celtas y rusas. Es el combo con el que acaban de grabar el disco debut (Dovoie Sestri), que están presentando en diversas salas de la ciudad. “La conquista sigue el 11 del 11 del 11, a las 11 y 11 en el Burlesque (Hipólito Yrigoyen 2150) en una noche bien esotérica, muy gitana”, anuncia Tauil, el primero que se sumó al capricho inicial de las hermanas. Un capricho que, dicho está, tendió un puente entre el monte santiagueño y las frías geografías de Europa del Este. “Empezamos las dos solas, tratando de jugar, de hacer canciones recordando a la abuela, Ana cantando y yo con el acordeón”, dice María, y Ana la sigue: “Y bajo una sugerencia ‘paterna’: mi padre me decía: ¿por qué vos cantás en portugués y no en ruso? (risas). Así empezamos y fue hermoso, autogestivo, sin representante ni sello discográfico, y con llegada genuina, porque no bien empezamos a tocar esas músicas, la gente se acuerda de sus parientes”.

–Es claramente una música de reminiscencias, de evocación, casi un compilado de hits tradicionales inmigrantes.

María Kusmuk: –La característica de nuestra agrupación es precisamente ésa, la interpretación de los temas y la investigación de las letras. Tenemos ritmos más arriba, pero vamos dejando lentamente lo instrumental para hacer un repertorio cantado, tratando de buscar aquellas canciones que nos suenan.

Ana Kusmuk: –Me pasa con “Aquí llevo la sangre”, son canciones que conocemos desde la infancia, que nos cantaban los parientes. Te tira y te pasa algo, aunque no hables el idioma con propiedad.

El lazo más directo para entrarle a Dovoie Sestri es Goran Bregovic. No es que copien puntillosamente al compositor yugoslavo, más bien lo toman como referencia y agregan, sobre tal superficie, sus propios giros. “Bregovic nos encanta, claro, pero nuestras interpretaciones son más aggiornadas, las tomamos en las fronteras y por eso suenan algunas polcas ucranianas, o letras en polaco y ruso. Tratamos de transmitir respeto por la investigación, porque es lo mismo que pasa cuando se habla de música latinoamericana, y tenés que discernir entre la música de Chile, de Paraguay, de Bolivia o mismo aquí, en Argentina, con la chacarera en Santiago, el chamamé en Misiones, o el huayno en el NOA. Para nosotros fue más natural tomar la de Europa del Este e interpretarla desde aquí, remixada con nuestras propias evocaciones. Nadie pretende competir con esas orquestas de músicos balcánicos que nacen con una trompeta en lugar del chupete”, remarca María.

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