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Martes, 27 de diciembre de 2011
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Jorge Araujo y Quintino Cinalli prueban nuevos caminos

Dos bateristas sin batería

“Hacemos cosas que nadie conoce de nuestra carrera como músicos”, dice el dúo, que en su nuevo proyecto común explora sus facetas compositivas y el uso de otros instrumentos, al punto de que “ninguno de los dos tuvo ni tiene la necesidad de agarrar los palos”.

Por Cristian Vitale
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“Abordamos varias cosas a la vez y eso nos genera un vértigo importante.”

Jorge Araujo y Quintino Cinalli deliberan acerca del nombre que los junta. Por ahora es AyQ –es fácil revelar por qué–, pero el ex baterista de Divididos duda de si será siempre así. “Suena medio a sociedad anónima, ¿no?”, se ríe, y Cinalli toma la posta: “Tal vez quede mejor Aiqu, así completo, o con ‘k’... le daría una impronta más misteriosa, ¡ja!”. Como resulte el nombre es apenas un detalle de lo importante que hay que contar y es que ambos, bateristas de prestigio en el amplio mundo de la música popular argentina –rock y candombe incluidos, claro–, se complotaron para hacer lo que nunca hicieron: no tocar la batería. “Hacemos cosas que nadie conoce de nuestra carrera como músicos”, dicen juntos a la par. Y una partecita de lo que hacen –el resto lo expondrán el 7 de enero en el Barceloneta Café de Venado Tuerto– se puede ver en una toma bien casera expuesta en YouTube. Quintino echando mano a un set de instrumentos de percusión y Araujo siguiendo el groove, primitivo y exacto, mezclando melodías en inglés con la de “Dos huecos”, uno de los temas clave de Gran Martell, su banda actual. “La verdad es que abordamos varias cosas a la vez y eso nos genera un vértigo importante”, resume Araujo.

–¿Esto fue algo planeado o surgió de manera espontánea?

Quintino Cinalli: –La verdad es que nos conocemos hace más de veinte años, desde las reuniones de bateristas que organizaba Daniel Volpini, pero nunca se nos había ocurrido hacer algo juntos... fue fluyendo, como quien dice.

Jorge Araujo: –Sí, y hay detalles que él no recuerda pero yo sí: una noche estaba tocando en La Oreja, el bar del Negro González, con el guitarrista Carlos Campos y un bajista de nombre Martín que me enseñó a escribir la parte de un tema. Era un instrumental con escobillas, Quintino estaba entre la gente y cuando bajé me sorprendió lo que me dijo, que no fue un “loco, qué bien tocaste”, sino un “vos componés y está bárbaro”. Yo me quedé pensado en lo importante que es crear tu propia música desde el punto de vista baterístico. Entonces digo que tanto él como yo siempre tuvimos una artística propia, y tuvimos la necesidad de hacer algo juntos porque veíamos en el otro algo compatible... digo por eso que no es algo tan espontáneo.

La imagen, registrada en el EnergeStudio, sigue exenta de batería. Los AyQ o Aiqu –cuyo disco debut será producido por Javier Malosetti– devienen fieles al proyecto y a ninguno lo tentará su instrumento matriz. Sí percusión, en el caso de los dos; sí bajo y teclado, en el caso del ex Rada, o guitarra y cajón peruano, en el de Araujo. La conjunción da un resultado en el que imperan el ritmo, la improvisación, el juego, el desafío y la libre expresividad, algo así como volver a mamar las primeras tetas musicales. “Yo comparo al dúo con una situación: cuando estabas en tu casa de pibe, te juntabas a tocar con otros y no había prejuicios. Es lo que nos pasa con esto: agarrar la guitarra, tocarla y cantar para todos. Esta unión generó que nos sintiéramos cómodos con un costado que tenemos, que nadie conoce y que estamos mostrando”, se expresa Araujo.

–¿La guitarra es su instrumento suplente?

J. A.: –Cuando era pibito, guitarra y batería iban a la par: carpa, Mar del Plata, canciones de rock nacional y un montón de gente cantando, sí. Pero también recuerdo el “no te hagas rogar” y entonces vía, chau, y a la batería. No me gustó la situación de, en cierto momento de mi vida, estar haciendo algo que no tenía ganas de hacer, porque tenía ganas de estar tranquilo. Era pibito, y ya me empecé a arruinar en ese sentido (risas). Es más, creo que elegí la batería porque nadie me pedía que la tocara en una reunión. Perfil bajo, ¿no? Cómo será que recién ahora la retomé para mostrar lo que hago con ella en público.

Q. C.: –Yo, al ser del interior, mamé las escuelas del rock tanto como de la milonga, el pasodoble o el tango, pero el sonido que me viene de la infancia es el del acordeón... eso me es familiar, diría que casi a la par la batería y la percusión: me recuerdo pegándole a un tacho y dos mandarinas verdes para reproducir lo que quería expresar (risas).

J. A.: –Hay una cosa de él como baterista que me sorprendió siempre y es la manera en que toca percusión, porque él es las dos cosas: baterista y percusionista. Se sienta a tocar tambores y es tremendo, por eso, cuando lo pone en el set, sabe todo.

El repertorio del dúo está basado en composiciones de ambos. “El abasto”, un candombe de Quintino que musicaliza un texto de Alfredo Zitarrosa, se incorpora a las reminiscencias “martellianas” de Araujo; pero ninguno de ambos, pese a la singularidad del cruce, cree haber inventado algo. “A mí me salen cosas que no se pueden desprender de los cinco años que toqué con el negro Rada, o de lo que me pasó con Dino Saluzzi. Es imposible abstraerte de lo que viviste y te gustó”, sostiene Cinalli. “Tal cual –interviene Araujo–, es eso y la generación espontánea que ocurre: nos miramos, decimos ‘che ¿hacemos tal cosa?’ Y desemboca en temas que pese a las influencias, como dice Quintino, también dan algo nuestro, como si todo el tiempo estuviera aflorando una parte inexplorada y con algo bien loco si se mira nuestra historia: ninguno de los dos tuvo ni tiene la necesidad de agarrar los palos”.

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