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Sábado, 29 de abril de 2006
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CONCIERTO DE GINASTERA EN LA PLATA

“Volver al sonido”

El pianista Alexander Panizza es uno de los más destacados del momento y tocará hoy en el Argentino, con la Orquesta Estable de ese teatro y la dirección de Guillermo Scarabino.

Por Diego Fischerman
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Alexander Panizza tocará el Concierto Nº 1 de Ginastera.

Alberto Ginastera, como Jorge Luis Borges, es mucho más nombrado que conocido. Su música, salvo unas pocas obras, rara vez es programada en la Argentina. Por un lado se trata de una cuestión política: un país que se ha ocupado de construir mitos a diestra y siniestra y de enaltecer los próceres más dudosos, bien podría ocuparse de difundir a sus creadores más importantes. Por otra parte, el tema es estético: la música de Ginastera merece ser escuchada, como lo descubrió hace unas tres décadas Keith Emerson, cuando pidió permiso al compositor para interpretar con Emerson, Lake & Palmer, la Toccata de su primer concierto para piano. Ese Concierto Nº 1, Op. 22, precisamente, será tocado hoy a las 20.30 en el Teatro Argentino de La Plata (Calle 51, entre 9 y 10), con dirección de Guillermo Scarabino y Alexander Panizza como solista, y el programa –segundo del ciclo de la Orquesta Estable del Argentino–, se completará con la Sinfonía Nº 5 de Piotr Ilich Chaikovski.

Panizza, que ya editó un volumen de las Obras completas para piano de Ginastera (en el sello cdtrdition) y se apresta a publicar el segundo, es rosarino, nació en Toronto y se formó musicalmente en Buenos Aires (con Roberto Caamaño y con Aldo Antognazzi) y en Londres, donde estrenó este primer Concierto de Ginastera en el Barbican Centre. En el Colón tocó junto a la Filarmónica de Buenos Aires haciendo el Concierto Nº 2 de Sergei Rachmaninov, el Concierto Nº 2 de Johannes Brahms y el Concierto de Luis Mucillo (en calidad de estreno). “Nunca fui bueno para elegir mi repertorio racionalmente”, dice a Página/12. “No puedo calcular qué obras son más fáciles de programar o cuáles son más difíciles. Toco aquellas con las que siento afinidad. Si uno no está convencido de lo que toca, no lo va a tocar bien. Y en el caso de la música de Ginastera se podría decir que hay una coincidencia entre la oportunidad y esa afinidad, que tiene que ver con que toco su música desde hace bastante, con que es un estilo, un pianismo, con el que me siento cómodo, y también, con que al mercado discográfico le interesa ocupar aquello que todavía está vacío. La idea de grabar su obra para piano se me ocurrió, justamente, porque, entre las existentes, no había ninguna integral que me dejara totalmente satisfecho.”

Parte de esa oportunidad tiene que ver, también, con el culto a los aniversarios redondos: el 11 de abril pasado se cumplieron 90 años del nacimiento del compositor. “No creo, o por lo menos no me parece totalmente aplicable a la manera de tocarlo, que su música esté, como se dice, dividida en períodos”, explica. “Más bien creo que hay algo que tiene que ver con su mirada creadora, que es absolutamente identificable y que, además, por algún motivo suena inconfundiblemente argentino y que está presente tanto en sus obras más francamente nacionalistas como en las más abstractas.” Panizza, además, piensa la interpretación desde una perspectiva mucho más profunda que la de la mera corrección. Los pianistas actuales, cree, “han jerarquizado el mecanismo y olvidado el sonido. Sus interpretaciones son mucho más planas que las más antiguas de las que tenemos registro. Se toca absolutamente todo lo que está en la partitura y se respeta al pie de la letra toda indicación escrita, pero se deja de lado todo aquello que no está escrito por la sencilla razón de que jamás podría estarlo. Eso que hace que esos sonidos, esos ritmos, ese sonido, sea música”.

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