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Viernes, 30 de marzo de 2012
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NACHA ROLDAN, LUCRECIA MERICO Y MARIA DE LOS ANGELES LEDESMA PRESENTAN CANCIONES DE VIDA

Voces para una juntada bien criolla

En el espectáculo, las intérpretes harán que confluyan sus respectivos estilos y repertorios. Entonces habrá milongas, zambas, cuecas, chacareras y tango. O como dicen ellas, “todas las músicas que siempre nos acompañaron”.

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Ledesma, Roldán y Merico actuarán el jueves próximo, en el Bar 36 Billares.

Ayer profundo, treinta años atrás, meses más meses menos, la voz de Nacha Roldán se convertía en una traducción al mundo femenino de buena parte de la obra de Alfredo Zitarrosa. Cantó “Doña Soledad”, “Milonga para una niña”, “Crece desde el pie” o “El violín de Becho” y aprobó. Después repitió la gesta –grupo Sanampay mediante– y el sello zitarroseano, más allá de haber hecho algo similar con Atahualpa Yupanqui, Homero Manzi o Chacho Muller, le quedó estampado en las entrañas. Hoy, con tres discos encima y seguida por tal impronta, canta a veces, y otras calla. “Soy huraña y solitaria, es por eso”, lanza, y se queda quieta. María de los Angeles Ledesma, también gente de folk criollo, está por editar el sucesor de Otra vuelta, tercer disco con su grupo María y Cosecha, y viene de poner su voz en homenajes a Mercedes Sosa y Violeta Parra, nada menos. Lucrecia Merico, la pata tanguera de la tríada, es una de las minas del tango reo (la otra es Valeria Shapira) que giran sin retorno por el circuito de milongas porteñas y su único disco solista a la fecha (Sin vueltas) resulta un acabado muestrario de tangos sarcásticos a tracción guitarrera. A la vez, las tres tienen algún rol en el Espacio Cultural Nuestros Hijos (ECuNHi) y allí formalizaron una intención: juntarse. “De tanto hablar en los pasillos, surgió la juntada”, informa Ledesma.

Una juntada que se plasmará en hechos el jueves próximo en el Bar 36 Billares (Avenida de Mayo 1265), apoyada en la justeza ejecutora de las Guitarras Saavedrinas, o sea: German Layna, Hernán Pérez y Nacho Iruzubieta. “La llamamos Canciones de vida porque todo lo que hacemos siempre está... el tango está, las zambas están, las cuecas están, las milongas están, las chacareras están, son músicas que nos acompañaron toda la vida”, señala Merico, con una pátina arenosa pegada en al paladar.

Ledesma, Roldán y Merico, en rigor, exponen un repertorio que abarca diversas aristas de la música popular. Ledesma, además de ciertos clásicos tranquera adentro, aprovecha la ocasión para difundir canciones de autores poco conocidos del interior. Y resalta, entre ellos, a Ramiro González, un compositor riojano aquerenciado en Icho Cruz, Córdoba, y al poeta Maxi Ibáñez. “Dos artistas increíbles que no tienen ni la difusión ni los medios como para llegar a Buenos Aires”, dice. Nacha, la experimentada formoseña, no se olvida de Zitarrosa (“Pichón de amor”), pero también versiona a Chico Buarque (“Valsinha”), a Chava Flores (“México de ayer”) y a Paco Ibáñez (“Palabras para Julia”). “Los elijo por los textos, porque están escritos de una manera tan rara, tan directa, que está bueno revisar”, sostiene. Merico, dicho está, es la pata tanguera con tendencia rea. Sigue ella: “Interpreto tangos de cuando se hacían para el teatro de revistas, onda Sofía Bozan, y llego a un lugar que no es frecuentado dentro del género. El tango reo es un subgénero que no es muy visitado, pero tiene mucho humor, mucha ironía, y hay que jugar un poco con eso”. La Merico se refiere al grueso de su repertorio, fundado en títulos como “Qué querés con ese loro”, “Fea”, “Te lo digo por tu bien”, “Pipistrela” y “Niño bien”. “Porque también nos unió Gardel –engancha–. Con la Chiqui Ledesma estábamos haciendo el espectáculo Gardel, entre reos y criollos e invitamos a Nacha. Ella nos devolvió la invitación, y así arrancamos.”

–Y Nacha pudo superar su carácter solitario, parece...

Nacha Roldán: –Digamos que hice una excepción (risas), pero la realidad es que ellas son más sociales y yo más huraña, me cuesta la accesibilidad social.

–¿Por qué es huraña?

N. R.: –Porque siempre fui solista, calculo. Ya no soy una pichona, y lógicamente me voy acostumbrando a todas las fallas que tiene ser solista, porque no cualquiera me puede acompañar... Tengo mis pausas, afino las guitarras en otro tono relacionado con mi voz en ese momento, en fin, tengo tantas mañas de estar sola que, bueno, es como quien vive solo o como quien vivió siempre acompañado y de repente no puede estar solo. Son costumbres que me cuesta revertir, pero las guainas me están civilizando (risas).

–¿Quedó pegada a Zitarrosa?

N. R.: –Para nada, llevo bien haberme identificado con el talento que tenía para componer y expresar alguna idea que tenía acerca de la justicia o de ese tipo de cosas que a todos nos molestan, pero no me interesa ese tema que tenía de cantarle a la mujer... “Stephanie”, “Milonga de ojos dorados”, en fin, son preciosas, pero eso de cambiar el sexo de la historia no tiene sentido para mí. Igual, es el mejor de los autores que conocí.

María de los Angeles Ledesma: –Y está bueno que Nacha lo pueda compartir en una juntada así. Ella es solitaria, Lucrecia es híper social y yo me ubico en el medio... digamos que hacemos un buen promedio.

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