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Lunes, 9 de abril de 2012
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Conciertos en el 8º Festival Internacional de Ushuaia

La prueba de una continuidad productiva

La Orquesta Festival de Ushuaia dio una muestra de profesionalismo y entrega. Ofreció una versión sólida de la Sinfonía Nº 2 de Alexander Scriabin, una obra poco frecuentada y de difícil ensamblaje. El sábado se presentó también el violinista ruso Alexander Sherbakov.

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Fue muy aplaudida la presentación de la Orquesta Festival de Ushuaia, dirigida por Jorge Uliarte.

Desde Ushuaia

La conclusión del concierto del sábado pasado, a cargo de la Orquesta Festival de

Ushuaia, en la octava edición del encuentro que le ha dado su nombre, permite, también, conclusiones. Un grupo comprometido, excelente en los solos de violín, oboe y clarinete y parejo en todas sus secciones, había entregado una versión sólida de una obra poco frecuentada y de difícil ensamblaje: la Sinfonía Nº 2 de Alexander Scriabin. Con el fundador del festival, Jorge Uliarte, en el lugar del director, la orquesta, integrada por miembros de los principales organismos sinfónicos de Buenos Aires, mostró, además de profesionalismo, una notable entrega. No había allí concesión ni demagogia alguna sino, eventualmente, la prueba de una continuidad productiva.

El festival podría ser una mera sucesión de conciertos en un hotel de alta gama, situado en uno de los lugares más bellos del mundo y con una de las vistas más espectaculares que puedan imaginarse. Podría no pasar de allí, no haber establecido ningún lazo con la ciudad ni haber producido un solo efecto en la vida cultural de Ushuaia y tampoco estaría mal: sería una actividad exquisita y refinada para aquellos que pudieran pagarla. Pero, a lo largo de ocho años, estos quince días que pregonan, como casi todo en estas latitudes, la marca del “fin del mundo” en rigor son el comienzo de otro, de un universo inimaginable antes de la existencia del festival y del que el coro (“del fin del mundo”, es claro) es una de las pruebas. Formado íntegramente por pobladores de la zona, su actividad no se agota en los festivales y el hecho de que haya podido afrontar la interpretación de la Cantata BWV 147 de Johann Sebastian Bach, en un concierto de fuerte contenido simbólico ofrecido el viernes en el ex presidio de la ciudad, es una de las consecuencias de este emprendimiento en la vida cotidiana de la ciudad. Con Pablo Dzodan en el podio y la participación de la Orquesta de Cámara Municipal de Rosario, precisa incluso en las comprometidas partes de trompeta y siempre atenta a su concertino, se logró un hecho trascendente para la comunidad y sumamente promisorio, aun cuando haya resultado excesiva la asignación de los papeles vocales solistas a cuatro de los integrantes del coro.

El concierto del sábado comenzó, por su parte, con la presentación como solista del joven violinista ruso Alexander Sherbakov, cuya actuación fue de menor a mayor. Más allá de sus deficiencias en el sonido, de una afinación insegura y de algunos desajustes rítmicos, su participación en el Concierto Nº 3 de Camille Saint-Saëns resultó meritoria, aun cuando faltó liviandad y frescura tanto a la pastoral del segundo movimiento (que homenajea a las sicilianas del barroco) como a esa fantasía con remedos de tarantella que oficia de movimiento final. Ni allí ni en la posterior sinfonía de Scriabin ayudó la ingrata acústica del salón del hotel donde se realizan los conciertos, que debería recibir alguna clase de tratamiento por parte de expertos para evitar una característica verdaderamente infame: la extinción inmediata del sonido, casi en el mismo momento en que ha sido producido. De hecho –y esto fue particularmente nocivo en Scriabin, de densa escritura– hay acordes que no llegan a armarse nunca en el oído, por falta de resonancia.

Transmitido por Radio Nacional Clásica en directo y evidentemente consolidado como proyecto, el festival se enfrenta, ahora, a una nueva clase de desafíos, entre los que la resolución de la acústica de la sala no debería estar ausente. En la noche de ayer actuaba el notable pianista Alexander Panizza junto a la orquesta de cámara rosarina, y los próximos días volverá a estar la orquesta, haciendo el Concierto Nº 5 de Beethoven con el irlandés Michel McHale como solista, y Finlandia, de Jan Sibelius, actuarán los cantantes Marina Silva y Santiago Bürgi, interpretando canciones y arias de óperas y, en el cierre, el italiano Domenico Nordo será solista del Concierto para violín y orquesta de Brahms, junto al organismo creado por Uliarte, que completará el concierto con la Sinfonía Nº 9 de Antonin Dvorak.

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