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Lunes, 23 de abril de 2012
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Corina Harry y A mi patria, su primer CD como cantautora

La gripe produjo canciones

Es actriz, pianista, cantante, locutora y docente, y el año pasado editó un disco de canciones sencillas pero potentes sobre diferentes ritmos folklóricos. “Quise encontrar un diálogo entre la guitarra y la voz, que la guitarra sea narrativa”, explica.

Por Carlos Bevilacqua
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“A mí siempre me gustaron los folklores, y el argentino en particular tiene mucho de todo.”

El mercado de la música, se sabe, tiene sus caprichos. Así como consagra fenómenos más carismáticos que artísticos, es reacio a dar lugar a talentos como el de Corina Harry, una artista polifacética que a sus 54 años editó un delicioso disco llamado A mi patria, el primero como cantautora. Los costos de la difusión, las condiciones adversas que suelen imperar en los locales de música en vivo, la competencia de tanto artista independiente, el propio abroquelamiento de Harry en un rol más docente que creativo, son muchos los factores que pueden haber coadyuvado a que su nombre no sea más conocido.

Como tantas otras veces, basta con darle una oportunidad al oído. Porque en contraste con ese perfil bajo, desde el CD publicado por EPSA en 2011 Corina logra cautivar rápidamente con una voz diáfana y cálida. En la entonación precisa, en la cadencia de su fraseo y en algunas inflexiones late algo de otros tiempos, más románticos, menos vertiginosos. Una impresión muy atada a la índole de las letras y las músicas, escritas casi todas por ella misma. “Fue muy loco cómo surgieron”, evoca. “En 2009, luego de una operación, tuve que hacer reposo. Como encima surgió lo de la gripe A, casi no salía y se me dio por escribir. Me despertaba a las cuatro de la madrugada con ideas, anotaba las letras y canturreaba las melodías en un grabadorcito que tenía en la mesa de luz, cuidando de no hacer mucho ruido.”

Pianista egresada del Conservatorio Nacional de Música, a la hora de plasmar las ocurrencias en grabaciones, Corina tampoco siguió un camino ortodoxo: convocó a un guitarrista que había llamado la atención de una amiga en un pasillo del subte. Así fue como Alejandro Brener se ocupó de poner el sonido de las seis cuerdas, además de los arreglos. Al respecto, cuenta ella: “Nos llevó un año trabajar los 16 temas porque quise encontrar un diálogo entre el instrumento y la voz, a la manera de lo que pasa con los lieder de Schubert. Me gusta que la guitarra también sea narrativa”. Por debajo se escucha una percusión oportuna, de sabor bien criollo, a cargo de Rubén Lobo, a quien la cantante conocía de trabajos previos en común.

“A mí siempre me gustaron los folklores. El argentino en particular tiene mucho de todo. Es el resultado de un montón de influencias y creo que por eso es tan rico. Me fascina ese juego que hace entre el compás de seis por ocho y el de tres por cuatro, que parece desacomodado, pero que entra justo”, celebra al analizar por qué la inspiración llegó en forma de zambas, cuecas y vidalas, entre otros ritmos autóctonos.

Las letras de Harry son tan sencillas como conmovedoras, aunque por momentos caigan demasiado en la literalidad. Entre sus mensajes se perciben algunos componentes ideológicos recurrentes. Uno de ellos es la exaltación de la naturaleza, tan cara a la música de raíz toda. “La idea de que el hombre está por encima de su medio ambiente y que puede dominarlo es un acto de soberbia absurdo, tal como pudimos comprobar hace poco con el tornado. La naturaleza es sanadora, y sabia. Los automovilistas llegan a una esquina y, por no querer frenar, chocan, ¿vos viste dos perros que choquen aunque vengan corriendo?”, compara. Ya desde los títulos de varias canciones aparece también un nacionalismo que ella reclama como apartidario. “Creo que es muy valioso ser argentino”, sostiene. “Es algo que confirmo cada vez que viajo. Hay mucha gente solidaria en mi país, gente anónima que labura con chicos de la calle, dándoles comida y afecto, sin ningún interés político.” Simultáneamente, los versos revelan con frecuencia una mirada religiosa de la vida. “Como decía el padre de Atahualpa Yupanqui, más que creyente soy dudante”, dice desatando risas, tras lo cual se pone seria: “Creo profundamente en la existencia de Dios, no en ese sentido del hombrecito de barba que te va a castigar si no sos bueno, pero sí como algo superior a nosotros”.

Como cantante, Corina había grabado dos discos en francés: Homenaje a Edith Piaf (1999) y Ne me quitte pas (2007). Como actriz, en los años ochenta participó de diversas puestas teatrales y trabajó mucho en televisión junto a figuras como Andrea del Boca, Darío Vittori y Alejandro Doria. Pero eso no es todo. Están también la locutora (mejor promedio de la promoción 1998 del ISER), la profesora de yoga y la pintora aficionada. Hoy Harry divide su tiempo entre los alumnos que forma desde hace veinte años en canto, piano y desenvolvimiento escénico y la carrera de Psicología en la UBA, que cursa –explica– con el objetivo de cumplir mejor su rol docente. Las cargas horarias de esas actividades, más las vueltas de un ambiente musical que ella no termina de entender hacen que A mi patria no tenga una fecha de presentación a la vista. De su voz en vivo han podido disfrutar quienes la hayan escuchado haciendo covers como parte de grupos vocales en algunos restaurants porteños o interpretando el repertorio de Piaf en fiestas de colectividades en el interior y en eventos privados.

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