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Miércoles, 20 de junio de 2012
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Lila Downs, antes de sus conciertos de hoy y mañana en el teatro Gran Rex

“Para mí, la música ha sido un remedio”

En su nuevo disco, lo espiritual y lo terrenal se mezclan para una serie de canciones en las que su voz ejerce un influjo casi chamánico.

Por Gloria Guerrero
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Apenas al abrir la cajita de su más reciente álbum, Pecados y milagros, se lee: “Heme aquí, como mujer oaxaqueña, y que me llamo Lila Downs. Por medio de este disco doy gracias a lo visible y lo no visible, a los santos, figuras históricas y espíritus de la naturaleza, por concedernos realizar esta grabación, dedicada con fe a los patrones de nuestra creencia. Por permitirnos cantar y tocar las cuerdas de nuestra perpetua lucha; por la humanidad de nuestra gente. Por las ánimas inocentes y para mi Benito Dxuladi, que me devolvió la fe en la vida, mi Dxuladi sagrado, mi bendición”.

Benito Dxuladi es el nombre del bebé que en 2010 adoptaron la cantante y su esposo, el músico estadounidense Paul Cohen; es a Benito a quien justamente se escucha ahora berreando a todo pulmón desde una habitación contigua, como inesperada banda sonora de esta charla con la artista: “Mi niño está un poco inquieto –se disculpa Lila–, porque ya dejé de estar con él ahorita, y se pone enojón”, ríe, embelesada.

Las otras dedicatorias, a los “patrones de su creencia”, están representadas mayormente por una serie de exquisitas reproducciones de pinturas de autores mexicanos que embellecen, cada cual una canción, el librito interno que acompaña el disco. La Virgen de los Remedios, santa patrona de Matatlán; la Santa Cruz de los Milagros; la Virgencita del Maíz; el Señor del Rayo; la Virgen de la Soledad, de Juquila; la Virgen de la Perpetua; las Animas Penas del Purgatorio o el Santo Niño de Nundiche. El arte íntegro de Pecados y milagros no sólo se escucha: también se ve. “Sí, fíjate que conocí unas pinturas, en especial una que narraba un personaje que se había cambiado de sexo y que le agradecía a la Virgen de Guadalupe por habérselo concedido; porque su familia ya empezaba a aceptarlo y porque había sido muy difícil; y en esta pinturita le daba las gracias a la Virgen. Era impresionante. Y me quedé con la boca abierta, porque jamás me imaginaba que en nuestro tiempo habría un diálogo tan honesto acerca de este tipo de temas, tan contemporáneos, para con Dios y para con la Virgen y los santos. Y me dije: me encanta la idea de tomarlo como un eje de inspiración, y de pedirles a varios artistas mexicanos que se unieran. Y así fue; y resultó una experiencia maravillosa... Tú sabes, mi padre fue pintor y siempre he tenido la inquietud de hacer algo con artistas visuales. Estos pintores entregaron las pinturas y los exvotos. Y, enseguida después, nosotros entramos al estudio a grabar. El trabajo fue recíproco.”

–Desde su tributo a las curanderas mexicanas en su álbum Ojo de culebra (2008) y el título de su Gira 2010 que la trajo a Buenos Aires (Mujer de magia negra), hasta llegar al “Mezcalito” que abre su nuevo disco y remite al Don Juan de Carlos Castaneda, su dedicación para con el chamanismo occidental excede largamente lo que se esperaría de una artista que cantó en la entrega de los Oscar.

–Claro; bueno, mi experiencia empieza desde que soy muy pequeña, porque mi abuela era un poco curandera, un poco chamana, y fíjate que no es inusual que si yo le preguntara a alguna otra compañera de un pueblo cercano, también diría exactamente lo mismo... Entonces creo que tenemos esa dote de poder convivir con la herbolaria tradicional, que afortunadamente no ha muerto; todo aquello, después de haber sido perseguido durante cientos de años, afortunadamente está muy vivo. Hace falta más difusión de esa legitimidad, yo creo. Y por eso lo canto. Porque es una buena manera de dar a conocer esa riqueza cultural.

–¿Y cómo resulta su experiencia propia, manejando esas fuerzas desde lo familiar y desde lo artístico?

–Pues fíjate que la vida me va haciendo lecciones. Y, sí, creo que la música ha sido para mí un remedio que me ha sanado de algunas situaciones bastante difíciles y... bueno, ¿quién no las ha pasado y no se las ha visto oscuras, de pronto? Y alguna canción te levanta, ¿no? Creo que tengo esa gran fortuna, de ser parte de ese regalo.

–Se comprende el concepto universal de que la música resulte “sanadora”. Pero, ¿se refiere a alguna situación en particular?

–Sí. En mi caso, creo que tiene que ver con la mente y con el corazón. A este disco yo lo sentí profundamente; sentí que la desesperación me llevaba como a que... “¿ahora qué voy a cantar?” Estoy desesperada, y la gente en mi país se está muriendo. Y yo veo decapitados, a diario, en las noticias. Cuerpos mutilados. ¿Y tú qué haces con eso? Y para mí era buscar estas canciones que me dan esa... quizá no “paz”, pero que me dan “cobijo” en estos momentos. Y los temas que he compuesto los he hecho con esa intención y, bueno, después está cantarlos y “caminarlos” con el público; y ahí es donde te va surgiendo la otra parte de la terapia, que es la parte Zen. Es como lo decía María Sabina, la gran curandera mexicana (1984-1985): la repetición hace que tu mente, tu alma y tu corazón se alineen con el Universo. Veo esta desesperación en otras personas, también. Veo como que estamos al borde de algo muy fuerte, psicológicamente hablando; hablando colectivamente. La gente está sufriendo una especie de rechazo hacia nuestra nación y también cualquiera se da cuenta de por qué se siente ese rechazo, ¿no? Pero dices: “¿Cómo voy a rechazar a mi país, a mi gente, a mi raza...?”

Cuando Pecados y milagros empezó a salir a la luz, Internet se lo robó a tal punto que, cuentan, el disco tuvo que ser editado antes de lo previsto. “Creo que lo que pasó es que yo empecé a cantar algunos temas antes de grabarlos en el estudio, y ya había youtubes de las canciones en la Internet”, dice Lila. “Pues no sé, pero la verdad es que nos apresuraron un poco a sacarlo... y quedó el disco como quedó. Pero yo estoy agradecida, porque siento que a veces posproducimos más de lo que debemos, así que esta vez...”

–... mejor fue dejarlo tal cual.

–¡Sí! (Ríe) A mí me gustó, y la muestra es que hemos vendido más que nunca. Eso lo agradezco mucho.

–Usted tiene la suerte de contar con la herramienta de la red global mientras que las grandes madres, como Chabuca Granda o Mercedes Sosa, no tuvieron semejante oportunidad de difundir su obra en su momento...

–Bueno, pero creo que lo han hecho a su manera y más espaciado ese contacto con el resto del mundo, pero finalmente ellas son las gigantes. Y no crea que ahora es tan fácil. Yo creo que sigue siendo igual, en cierto sentido. Si tu música dice algo que es eminente, que es necesario para la gente, entonces tiene una reverberación más potente... Y creo que por eso predomina tanto el pop, porque también la gente se cansa de pensar y de lidiar con lo que nos pasa a diario, y el pop es bastante light y hasta rico. El otro día estaba oyendo algo que por casualidad me pusieron –yo no lo escogí– y de pronto dije: “Mira cómo el pop tiene esa cualidad de que te olvides de todo y nada más seas transportado por los acordes y la letra, así: dice del amor, y ya...”.

–¿Qué le hicieron escuchar?

–No me acuerdo bien, creo que era algo así de México que se llama Jessie & Joy (N. de la R.: dos hermanos mexicanos, ganadores de un Grammy latino), que lo escuchas mucho ahorita en radio... y me gusta lo que ella compone. Pero también, gracias a Dios, hay otra variedad de música que podemos nosotros accesar. Y yo he tenido la fortuna, a veces, de encontrarme con cómplices que apoyan nuestra labor. Y he trabajado con esto dieciocho años; vamos, que no empecé hace dos... Pero, además, el folklor es distinto, como... no sé, a mí me parece que el folklor debe llegar hacia mí por medio de algo que no sea la televisión, ni a través de un conducto comercial. Entonces lo que hacemos es complejo. Porque, al mismo tiempo, por supuesto que queremos que se conozca lo que hacemos. Pero también con una marcha... “con cuidado”, digamos.

–Dicho a lo bolero, “de corazón a corazón”.

–Sí. Es distinto.

Lila Downs, en escena, reluce con las bellísimas vestimentas típicas de su país. Suele apabullar sentidos con el huipil, por ejemplo, un espléndido vestido-flash femenino, lleno de colores, originario de su tierra. En ocasiones en las que debió atravesar la alfombra roja de tantas ceremonias estadounidenses de premios para los que fue nominada o premiada, lució también su rebozo e intentó explicar qué cosa era ante una entrevistadora fashion local que prefería entablillar su única neurona disponible antes de entender el porqué de algo serio. “Sí, vestirme con el huipil, claro, ha sido gran parte de mi labor y siento que he logrado que algunos volteen...”, se divierte. “Y estoy muy agradecida de las raíces de las que yo aprendí, con mi país, como yo le digo, que en realidad es Oaxaca, la provincia donde yo crecí, porque desde pequeña te enseñan a bailar las danzas tradicionales de cada región, a portar la indumentaria correcta de cada región. Y la comida, y el idioma que se habla, en fin... Y eso, pues. Yo no sería quién soy sin esta riqueza. Y lo que me prende de orgullo es que el huipil es una expresión de la belleza desde el punto de vista de la mujer, y eso me apasiona, porque digo: bueno, nosotras, las mujeres, somos verdaderamente capaces de cuestiones impresionantes que tienen que ver con el espíritu, con la historia, con la visión, y eso lo plasmamos en nuestros textiles. Y eso me movió para poder entender que yo tenía que volver al arte, ¿no? Porque estaba con la idea de seguir cursando antropología en la universidad, pero... este poder de la estética es tan fuerte... Me dije: “No. Esta es totalmente mi pasión”.

–Quizá la palabra “feminismo” quede alguna vez obsoleta. Hoy ninguna mujer está haciendo “lo que se le ha negado”, necesariamente, sólo por omisión, sino que hace lo que quiere. ¿Sabía usted que hace unos días despegó el primer avión argentino comandado exclusivamente por mujeres? Ya no se trata sólo de la tierra: ahora también es el cielo.

–(Ríe) Oye, ¡qué bueno! (Queda sorprendida, hace una pausa, sigue riendo.) Pero, de todas formas, mira: creo que todas seguimos siendo feministas igual, e incluso sin saberlo. Porque somos las hijas de aquellas mujeres que lucharon porque tuviéramos las libertades de las que hoy gozamos. Y eso muchas jóvenes no lo conocen, pero creo que la libertad se nos da más bien por medio de la educación. Nosotras podemos ganarnos esa libertad. Y eso me parece esencial para la mujer. Al mismo tiempo, digo: nosotras, aquellas que tenemos más privilegios, debemos echarles la mano a las demás.

–La Buenos Aires cosmopolita no representa, necesariamente, al resto de la Argentina. Teniendo usted conocimientos de antropología, ¿qué le resultó más interesante acerca de nuestros pueblos originarios? ¿Hasta dónde averiguó?

–Pues muy poco. Ahora es cuando creo que tendré más oportunidades, porque vamos a Córdoba y a Rosario, y también vamos a estar más días en la Argentina; pero he leído un libro de Felipe Pigna y es muy interesante porque habla de los movimientos revolucionarios de América latina. Y esa identificación creo que, poco a poco, va tomando rostro en nuestro tiempo. Y más que eso creo que, de pronto, se concibe un concepto diferente. Siento que ésa es la gran hermandad que México tiene con la Argentina: que sobrevivan los rasgos; físicamente, obvio, pero también la manera de ser. Porque nosotros heredamos cosas de una manera muy natural: la sabiduría de los ancestros indígenas, de los negros y de los europeos. Creo que la Argentina tiene ahora esa conciencia. Y eso me parece lo más importante: que la gente tenga conciencia de su pasado. En ese sentido, creo que todos los latinoamericanos somos iguales.

* Lila Downs actúa hoy y mañana en el Teatro Gran Rex, Corrientes 857.

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