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Viernes, 29 de junio de 2012
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HORACIO BANEGAS SE PRESENTA ESTA NOCHE EN THE ROXY

“El arte siempre es ideología”

Representante de la música santiagueña, el músico ofrecerá un nuevo show, acaso el botón de muestra de su nuevo CD/DVD en vivo, que grabará próximamente con invitados de lujo como Peteco Carabajal, el dúo Coplanacu y Raly Barrionuevo, entre otros.

Por Pablo Donadio
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Horacio Banegas, un artista comprometido con la cultura santiagueña.

Se criaron juntos. Manu y Pelu, como son conocidos los Orellana-Lucca en la casa de los Banegas, salían por las ventanas de la casa de Horacio cuando algún plato se rompía de un pelotazo, y entonces rajaban junto al Mono (hijo mayor de Banegas y eximio bajista) a hacer lío para las casas de al lado. Qué decir de Coco Banegas, su hermano, con quien empezó las andanzas del camino profesional. Y nombres destacados del pago como Peteco Carabajal, el dúo Coplanacu, Mario Alvarez Quiroga y Raly Barrionuevo, con quienes comparte composiciones, escenarios y toneladas de anécdotas, también estarán presentes en un disco esperado en los patios de tierra santiagueña. Pero falta, dice él. Falta un poco aún para que la magia de Santiago de Estero se mude a Buenos Aires. Antes de esa cita (casi confirmada en el Teatro de Flores), y porque el autor de El Color de la Chacarera es como un niño que no aguanta un secreto, presentará las bases del nuevo trabajo hoy en The Roxy (Niceto Vega 5542, 20 hs). Allí se filmará y grabará parte del incipiente CD/DVD, con varias sorpresas: “Además de nuestra música queremos agasajar a los invitados con dos bellezas como Natalia Barrionuevo y Paola Medina. Después estaremos los fieros como el Maxi y yo”, bromea, mientras boceta en una hoja arrugada las canciones. “A ver, a ver”, dice cuando la lista se le hace larga y no sabe cuál sacar. Se ríe, y entonces cuesta creer que alguien con su trayectoria todavía sienta nerviosismo. Pero así es.

–¿Está por armar el Barcelona de Santiago del Estero?

–Y, más o menos, ¿no? Voy a terminar siendo el invitado de mi propio show (risas). No, la idea es que la primera parte mostremos el trabajo nuevo y cerremos la grabación y filmación del disco. Ya en la segunda vienen a lucirse los invitados. Pero para eso falta, y la movida se definirá en el show que demos en The Roxy.

–Hablando de sacar discos, Mi origen y mi lugar llegó al oro en los ’90. ¿Qué pasó después?

–Paso que comencé a sentirme afuera, o adentro de un entorno que hablaba por mí, que determinaba qué tenía que hacer con las canciones, cómo trabajar los discos para que “gusten”. Hasta cómo debía hablar. Hubo mucha repercusión con ese disco y pude haber aprovechado el marketing del medio, siempre tan seductor. Se me planteaban dos caminos: o me convertía en el tipo que hace 15 discos pegadizos y unos buenos billetes, o era fiel a mí mismo, con mis defectos y virtudes, asumiendo que me frizaban. Y bueno, sentí que tenía que buscar adentro y expresar algo diferente a la lógica de objetivos sólo comerciales. Obviamente pagué el precio, y es duro que después de décadas en esto te cueste horrores editar un disco. Pero soy feliz con el respeto que siento de mis colegas y de jóvenes como los Orellana-Lucca, Don Argañaraz y tantos otros que son nuestro futuro. Yo sigo creyendo en la música antes que en la urgencia de una multinacional, porque el arte siempre es ideología. Muchas veces las cosas están armadas brutalmente para el artista, y no es mera cuestión de guita, por más que yo tengo las necesidades de cualquiera. Lo mío tiene que ver con la dignidad de tocar mis canciones y que no me pongan a las seis de la mañana en un festival. Porque ni que me paguen fortuna toco a esa hora. Mi música es para gente que está despierta, que pueda escucharla y bailarla sin tener que prostituir el repertorio para que siga la fiesta. Es un desafío ir en contra de su lógica, que te entiendan, pero se puede vivir igual. ¿Quieres una frase de Yupanqui?: “La tierra te ha señalado para tu sacrificio, no para tu vanidad”. Y así es... hay que escarbar y ver hasta dónde te da el cuero.

–¿Y si escarba en su memoria, a dónde llega?

–Cuando uno repasa su infancia recuerda qué es lo que nos ha traído a esto. En Santiago nos han marcado las reuniones familiares, el asado, la guiseada, el mate y la guitarreada. Indispensables pero a la vez pretextos para estar con el otro, para conocerlo, porque de eso uno se enriquece: del contacto con los otros. Así crece naturalmente la pasión por el baile, la necesidad de tocar una chacarera. Recuerdo imágenes de mi esposa con mis hijos, bailando chacareras en la cocina bien temprano. Después los changos se escapaban por la ventana a jugar al fútbol con los amigos. Cuando volvían, estudiaban un rato y bailaban media chacarera con ella, o cantaban conmigo, y seguían jugando. Todo era juego. En “Identidad” (corte de difusión de su último disco) digo que soy el presente, pero también soy la memoria; soy el ayer, que vuelve a renacer en el hoy. Cuando la etapa profesional quede atrás volveré a cantarle exclusivamente a mi familia, a mis amigos, en las reuniones con los changuitos corriendo, como alguna vez empezamos. Eso es lo natural, lo otro ha sido una circunstancia.

–Pero muchos artistas sienten que si bien es legítimo pensar así, es un fracaso no pegarla...

–Lo sé. Con varios colegas, a los que respeto mucho por su obra, me he encontrado en reuniones y he sentido esa enorme distancia. Esa cosa de ver cómo andan ansiosos porque se los reconozca, como si fuera lo único valioso. Para mí todo nace de una necesidad interna de encontrarme conmigo, de decir algo, porque cada disco es una búsqueda interior, un salto al vacío, y no sabes qué va a pensar la gente. Yo escribo canciones desde los 13 años, y te imaginas que a esa edad no lo hacía pensando en un disco. Nunca había pensado en hacer música para cobrar, a tal punto que a los 19 me casé, a los 20 nació el Mono y salí a laburar al comercio 10 años, y a la administración pública otros 10, levantándome a las cinco de las mañana para criarlo. Mira, me he cagado de hambre muchos años, pero he conocido todo el interior de Santiago con mi hermano Coco, cantando en pueblitos para poder contar lo nuestro. Eso me enorgullece. Luego se dio, y grabé, y a mucha gente le gustó.

Según la licenciada Silvia Valiente, docente de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, “la narrativa folklórica de Banegas es un patrimonio cultural vivo en el sentido que lo sugiere García Canclini (1997) como un dispositivo cultural, como canon ligado a la literatura, la industria cultural y la educación nacionalista y provincialista... contra la narrativa que presenta lo pintoresco y precario como tradición desde la cual se estigmatiza a sus agentes sociales y el territorio. Esos tipos creados tienen una connotación negativa porque desde cualidades o atributos en su cuerpo físico o social se los coloca en inferioridad en la lógica del capitalismo y del ideario de nación gestada a fines del siglo XIX”. Efectivamente, Banegas es materia de estudio. De la chacarera que le dejaron los mayores a los rasguidos con guitarras saturadas, bajos con slap y batería con halo rocker, ha sabido recorrer los distintos géneros sin irse de la raíz. La que lo vio correr de chango a orillas del río Dulce, y ya de más grande compartir mates y bollos con dos jovencitos como Peteco y Jacinto Piedra. Hoy es un referente para las bandas jóvenes que hacen de la fusión su trabajo, y de la coherencia su camino. Banegas sabe de eso, no sin costo.

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