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Martes, 14 de agosto de 2012
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La historia de “Las cien guitarras mercedinas”

Ahora las cuerdas baten records

La multitudinaria agrupación acaba de editar su disco debut, que incluye doce clásicos de la música popular argentina. “Villa Mercedes es la capital de la guitarra”, justifica Pablo Oviedo, director de esta megabanda que tiene doce años de trayectoria.

Por Cristian Vitale
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Las cien guitarras mercedinas es una asociación civil sin fines de lucro.

El más chico tiene 9 años y se llama Juan Ignacio Bonilla. También baila, y está por viajar al festival “Los niños del mundo bailan” (Panamá), junto a la Academia Raíces Argentinas. Los más grandes (Coco Quiroga y Félix Máximo María) tienen 85 y son dos viejos referentes de la canción cuyana. Entre ambas franjas de edad median 97 guitarristas, gran mayoría de hombres y seis mujeres, entre ellas María de los Angeles Ledesma. El total da los cien guitarristas que forman, sin límites de edad y sexo, un proyecto inédito: “Las cien guitarras mercedinas”. “Villa Mercedes es la capital de la guitarra, y como también dice la canción (‘Dicen que en Villa Mercedes, casa de por medio hay un guitarrero’), quisimos llevar a cabo este sueño y formamos una agrupación única en el mundo”, refrenda Pablo Oviedo, director de la orquesta a pura cuerda que acaba de editar su disco debut (Las cien guitarras mercedinas), poblado por doce piezas del acervo folklórico argentino. “Desde el surgimiento de Alfonso y Zavala, la guitarra de Villa Mercedes pasó a ser un icono de la música folklórica regional y nacional, y su estilo particular siempre quiso ser imitado por los guitarreros que los seguimos en el tiempo... ellos han marcado un cierto ‘nivel’ al que todos queremos llegar, y la orquesta es una expresión de eso”, señala Oviedo.

Una de las referencias que marca el director musical (Alfredo Alfonso) ha muerto en 1980, pero sus huellas siguen vigentes: de su pluma devienen grandes clásicos de la región, entre ellos la cueca “Entre Mercedes y San Luis” y el gato “El Mercedino” –compartido con Manuel Marcos López–, que la orquesta ha multiplicado por cien en el flamante disco. A José Zavala, el otro faro, la orquesta le debe “Calle angosta”, la cueca que cierra el disco, y una forma de encarar la música que inició el camino a seguir. “El cuyano tiene una característica que se desarrolló a partir de Alfonso y Zavala, y es la de interpretar instrumentalmente canciones no sólo cuyanas, sino también del repertorio nacional, punteando en primeras, segundas y octavas voces y acompañando con guitarra y guitarrón. Y nuestra agrupación se conforma de la misma manera, con un grupo para cada voz musical y los ritmos”, profundiza Oviedo.

–A propósito, han incluido una versión de “El choclo”, cuya música fue concebida por Villoldo hace 109 años y a más de 700 kilómetros de Villa Mercedes...

–(Risas.) Sí, es un tango que teníamos desde hace unos años en el repertorio, y siempre que lo interpretábamos en los escenarios gustaba mucho porque también es un ritmo que se interpreta instrumentalmente con guitarras en nuestra región; por eso decidimos incluirlo en el disco y más aún cuando sabemos que lo van a escuchar otros públicos que seguramente gustan de la música ciudadana. Al abordar temas de otras regiones, siempre se busca mantener el mismo estilo, aunque también se está tratando de innovar y sobre todo con la incorporación de los jóvenes a quienes inculcamos nuestra tradición, y a la vez dejamos hacer, para que la música evolucione con ellos.

La historia de las cien guitarras, única en su especie, data de los años ’70, cuando varios grupos se montaron sobre uno mayor para llegar a 35 guitarristas y viajar a Buenos Aires, con el objetivo de presentarse en un festival de música cuyana. Y en los albores del siglo, la directora de Cultura de la provincia, Susana Trigo, decidió hacer una gran convocatoria guitarrera y criolla para doblar aquella cifra, y no sólo la dobló, sino que llegó a un número impensado. La megaorquesta, por entonces dirigida por Aldo Avila, debutó el 24 de agosto de 2000 en el Monumento de las Charcas, San Luis. De inmediato se transformó en una asociación civil sin fines de lucro y en patrimonio cultural de su provincia cuna y, como tal, recorrió escenarios por todo el país. “Aunar criterios es una de las tareas más difíciles en un proyecto de tal magnitud, pero se consiguió al poco tiempo del origen, cuando se decidió conformar la asociación civil, tramitar la personería jurídica y conformar la comisión que ahora me toca presidir –señala Oviedo–. Desde ese momento se trató siempre de llevar un ambiente de camaradería entre los integrantes, ya que hay muchas ideas y, también hay que decirlo, algunos errores, pero siempre en un ámbito de armonía y basado en el amor a la guitarra.”

–¿Cómo funciona en términos económicos?

–Al ser una asociación sin fines de lucro, ni los integrantes ni la comisión percibe pago alguno. Por supuesto que las actuaciones son cobradas para solventar los gastos y con estas ganancias la asociación trabaja para vestir a los músicos, conseguir las cuerdas para sus guitarras, trasladarlos y alimentarlos en distintas ocasiones de actuaciones o agasajos. También está en nuestro proyecto la compra de un sistema de monitoreo por auriculares, que es uno de los puntos con los que siempre tenemos problemas en los escenarios.

–¿Cómo es específicamente su rol de director o, dicho de otra manera, qué es lo que tiene que hacer alguien que está al frente de tan particular orquesta?

–Comprometerse con la idea de hacer las cosas para bien de todos y no de unos pocos. Dentro del grupo hay muchas opiniones, porque hay gente de todos los niveles, tanto sociales como culturales, y entenderlos a todos no es tarea fácil y por supuesto que siempre hay quienes no aceptan alguna decisión, pero siempre que emprendemos un reto lo hacemos con el corazón puesto en estas cien guitarras que amamos. Y esto no se transa.

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