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Jueves, 23 de agosto de 2012
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Estreno de Oresteïa, de Iannis Xenakis, en el Tacec

Cuando la música corporiza la tragedia

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Mariano Moruja, director.

“A diferencia de la mayor parte de su obra, no hay aquí predominio de leyes matemáticas, cálculo o pura abstracción estocástica”, explica Mariano Moruja, hablando de Oresteïa, la obra del compositor griego Iannis Xenakis que dirigirá musicalmente en la puesta que se estrena hoy en el Tacec (Teatro Argentino Centro de Experimentación y Creación) de La Plata. “Cada inciso musical ha sido creado a partir del texto, de la fuerza dramática y hasta de la corporización de las acciones que indica la dramaturgia”, completa. Compuesta en 1967, revisada en 1987 y con una parte agregada en 1992, esta composición, que incluye tres secciones, subirá a escena también mañana, el sábado 25 y el domingo 26 y tendrá como intérpretes al barítono holandés Florian Just, el Grupo de Percusión Perceum de Uruguay, el Grupo Vocal de Difusión y el Ensamble de Músicos Argentinos. Con diseño de iluminación de Matías Sendon, vestuario de Inés Elizalde y video en vivo de Gastón Lucian, la dirección escénica corresponde a Minou Maguna.

Basada en los textos de Esquilo, Oresteïa está concebida para coro mixto, accesorios y ensamble de doce instrumentos e incluye también las secciones denominadas Kassandra, para barítono amplificado, salterio de veinte cuerdas y percusión y La déesse Athéna (La diosa Atenea), para barítono solista y ensamble mixto de once instrumentos. “Xenakis ha realizado el enorme trabajo de seleccionar qué versos de las tragedias son los que comunican de modo más expresivo lo conceptual y conducen con más vitalidad la narración, de la que no se ocupa expresamente”, dice Moruja. “En toda selección hay intención, y resulta admirable releer la totalidad de las tragedias para entender cuáles son los fragmentos elegidos por el compositor. La partitura parece ser una gran música incidental que se despliega a partir de los textos y de la gestualidad imaginaria de los personajes. Si bien no es puntillosa en cuanto a requerimientos de articulación, fraseo o dinámica, la guía expresiva es mucho más profunda y compleja, ya que la partitura está intervenida con gran frecuencia por números que indican cuáles son los versos que originaron esa sección o frase musical. Esta versión respeta el intento de Xenakis de corporizar y espacializar las vivencias de los personajes para valorar cada inciso como producto de una gestualidad o de un estado psicológico.”

Lugi Nono subtituló su ópera Prometeo como “tragedia de la escucha”. La definición no resulta extraña para esta Orestíada en que la música, más que acompañar al drama, lo corporiza. En rigor, en esta obra cumbre del teatro musical del siglo XX el propio sonido es objeto dramático. En palabras de la directora de escena, “la preocupación de Xenakis iba un poco más lejos del drama clásico griego y se prolongaba hasta la proto-Grecia, buscando los sonidos primordiales que elevaran al público hacia algo que traspasara lo humano. Los dos personajes que incluye son femeninos: una profetisa y una diosa nacida sólo de un varón, Zeus, pero el compositor elige para ellas una voz masculina. Es la manera que encuentra para hacer ese viaje. La poética de lo que se dice, advierte, se pierde en cualquier intento de traducción. Esta puesta respeta la idea fundadora de Xenakis de utilizar elementos clásicos y proto-elementos. Esto es, en el ámbito del teatro, en medio de un escenario despojado, aparecerán máscaras que maticen lo humano y sumerjan en un clima ritualista. Habrá asimismo una mínima utilización de la luz artificial y, finalmente, algo también del espíritu de las fiestas dionisíacas”.

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