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Viernes, 21 de septiembre de 2012
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LA CHICANA ACTUARA ESTA NOCHE EN EL CICLO LOS VIERNES MUSICA

El eclecticismo tiene marca propia

La agrupación de Acho Estol y Dolores Solá participará del encuentro gratuito organizado por Página/12. Está presentando Revolución o picnic, el disco doble con el que celebra los quince años de una carrera alejada de todo convencionalismo genérico.

Por Karina Micheletto
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El show de La Chicana será a las 20, en la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines.

Tras quince años de trabajo continuo, La Chicana se ha ganado un lugar en la escena de la música actual, un lugar que no se ciñe a un género específico y que tiene el gran logro de la marca propia. Lo que alguna vez fue irrupción y hasta “rareza”, marcada por la poética de Acho Estol y por la voz magnética, extrañamente suave y rea a la vez de Dolores Solá, hoy es un nombre propio desde el que siguen avanzando. Lo muestra Revolución o picnic, el disco doble con el que celebran, justamente, esos quince años de carrera, y que hoy a las 20 mostrarán en el ciclo Los Viernes Música, que Página/12 ofrece a sus lectores en forma gratuita. El grupo que completan Patricio Bonfiglio en bandoneón, Federico Tellechea en percusión, Pablo Clavijo en violín y Cristian Basto en contrabajo actuará en el Auditorio de la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines (Belgrano 1732), en el marco del ciclo que cerrará el viernes próximo la cantante Liliana Vitale.

En forma paralela a La Chicana, Estol y Solá sostienen sus propios proyectos (Estol, por ejemplo, estará mostrando La calle del desengaño, su tercer disco solista, los próximos jueves 18 y 25 de octubre en el CAFF). “La Chicana es nuestra prioridad, pero la dedicación es un poco por épocas: cuando estamos frente a la grabación o la presentación de un disco solista, nos abocamos sólo a eso. Cuando llega un show de La Chicana, ponemos toda la concentración en esos ensayos”, dice la cantante sobre la forma de trabajo. Estol aclara que, en definitiva, ambas facetas son parte de un mismo impulso: “Esta es una carrera en la que hay que ser un poco malabarista y desdoblarse –sonríe–. Además, entre nosotros, es salir un poco de la endogamia y explorar tranquilos nuestros mundos personales, para después aportar esos colores a La Chicana”.

–Cumplir quince años con un proyecto de gestión independiente es algo poco frecuente. ¿A qué creen que se debe este logro?

Dolores Solá: –A la confianza en el proyecto, a la certeza de que ningún proyecto mejor nos estaba esperando en otro lado... y fundamentalmente a que somos una pareja y tiramos juntos del mismo carro, cuando flaquea uno está la polenta del otro. ¡Hemos sido una suerte de acompañantes terapéuticos y admiradores mutuos!

Acho Estol: –Tuvimos mucha suerte al principio, cuando empezó a haber demanda de tango acá y en el mundo, y éramos pocos los de la generación de recambio. Eso nos dio nafta y entusiasmo para seguir porque nos gusta mucho viajar, no sólo en plan turista, intentando también aprehender todo lo posible para volcarlo a lo artístico. Y porque nos permitió un laburo de base acá –que es lo más importante– que nos acercó a un público cada vez más diverso. Además, claro, el hecho de ser un matrimonio ayuda a comunicarse, guiarse, influirse, criticarse y darse ánimos mutuamente con una confianza que no hay en otras relaciones.

–¿Y qué creen que ha aportado cada uno para lograr estos quince años?

D. S.: –Acho compone, arregla, produce, hace el diseño gráfico y los videoclips. Yo soy su “consultora” en alguna de esas cosas. Compartimos la elección de temas. Yo soy la productora-representante de la banda. Pero mi aporte mayor es como cantante, la ductilidad para cantar géneros tan distintos y a veces delirantes, estar a la altura del eclecticismo tanto en las composiciones de Acho como en los covers. Creo que mi fuerte en La Chicana es en el vivo y el de Acho en todo lo previo al show. 

A. E.: –En este complemento bastante afortunado Lola aporta, además de su voz intensa y camaleónica, mucho encanto o carisma, esa arrolladora presencia escénica. Y yo, la infraestructura con una fruición de nerd psicodélico: soy capaz de grabar el sonido de un grillo rengo para una producción o de buscar durante tres años la palabra perfecta para una letra de tango. También se da que Lola tiene una fina sensibilidad y buen gusto para la música criolla desde muy chica y yo soy más bien de formación clásica y rockera: nuestro encuentro coincidió con una renovación estética similar en muchos folklores del mundo.

–Y a futuro, ¿cuáles son los “pendientes” que imagina La Chicana?

A. E.: –Lo que me gustaría para el futuro de La Chicana es en realidad lo mismo que me gustaría para el futuro de toda la industria, que es justamente eso, que haya una industria. Antes había un universo musical de profesionales que vivían de la música, y no sólo del vivo, un montón de engranajes que no pisaban un escenario: compositores, autores, arregladores, músicos de sesión, estudios de grabación, técnicos... hasta el vendedor de discos cumplía un rol profesional en la cadena. Hoy sólo se gana en el vivo, el compositor que no sube al escenario, por ejemplo, tiene que hacer otra cosa para vivir y se convierte en un hobbista; muchos de los engranajes van desapareciendo, especialmente los creativos. Entonces lo que queda de las grandes discográficas inunda el mercado mundial con productos cada vez más mediocres, y la enorme oferta de espectáculos internacionales perjudica obviamente a las expresiones locales. Especialmente en Buenos Aires, donde el público es mucho más xenófilo que en el interior, por no decir extranjerizado y tilingo.

–Eso en cuanto a la industria. ¿Y La Chicana, dentro de esa industria?

D. S.: –¿Me creés si te digo que no pensamos en el futuro?

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