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Viernes, 28 de septiembre de 2012
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ENTREVISTA AL CANTANTE Y COMPOSITOR JON ANDERSON

“Si yo hiciera siempre lo mismo, me volvería loco”

El legendario vocalista de Yes trae a la Argentina un show acústico, en formato minimalista. Pero además está trabajando en siete proyectos distintos. “Para mí, la música tiene que ser una aventura, siempre”, sostiene.

Por Gloria Guerrero
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Anderson cumplirá en octubre 68 años. Hoy actuará en el ND/Ateneo y luego hará un tour interprovincial.

No siempre, como dice el dicho, “lo bueno viene en frasco chico”: la historia da cuenta de varios petisos muy malos, cuyos nombres ahorraremos aquí. Pero, otras veces, lo bueno sí puede venir en frasco chico. Cuando en los años ’70 Jon Anderson (1,65 metro) se plantaba en el centro del escenario de Yes al lado del bajista Chris Squire (1,93 y con zapatones), ambos parecían la precuela de los Gemelos de Schwarzenegger y Danny DeVito. Pero apenas el pequeño abría la boca, todo lo demás quedaba quieto; la voz de Anderson, gran contratenor, sigue siendo una de las mejores, más transparentes y asombrosas del rock. No por nada, en bromas internas de su propio grupo, al joven Jon lo llamaban Napoleón: el “corto” comandaba el lote, agudo en garganta, túnica-uniforme en torso, mano en pandereta y mirada al frente, dispuesto a conquistar el mundo.

Hoy, más de cuarenta años después, Yes sigue siendo una de las bandas más respetadas, tanto por su actitud visionaria de las primeras épocas como por su tozuda insistencia en la buena música, a través de las décadas. Un abanico de reencarnaciones los hizo perdurar: Jon Anderson, Bill Bruford, Chris Squire, Rick Wakeman, Steve Howe, Alan White, Trevor Horn, Patrick Moraz, Geoff Downes, Billy Sherwood y otros que alguna vez entraron y salieron del grupo –aunque las dos primeras formaciones (del ’68 al ’72 y del ’72 al ’80) son las que la mayoría de los fans guardará en su memoria– han seguido trabajando, juntos o sueltos, enriqueciendo auriculares. “¿Cuál es mi Yes favorito?” Jon Anderson piensa un poco. “Cuando miro hacia atrás, diría que el de Close to the Edge (1972), el de ‘Awaken’ (del álbum Going for the One, 1977), el de ‘Owner of a Lonely Heart’ con la 90125 Tour (1984-85, que cerró en el estadio Vélez de Buenos Aires)... y la Union Tour (1991-92), con Howe. Fueron mis momentos más preciosos de aquellos tiempos porque mis sueños, en cada uno de estos casos, se habían hecho realidad.”

Por cierto, hace casi dos años otra versión de Yes vino a Buenos Aires, con el canadiense Benoit David al micrófono. Cuando se le pregunta al respecto, Anderson hace un juego de cintura sarcástico: “En fin, Benoit ahora ya no está más en Yes, tampoco. Es un muy buen cantante... y es fantástico que alguien pretenda ser como vos y sonar igual que vos. ¡Es muy halagüeño que alguien te copie!”, se ríe. “Eso quiere decir que lo que hiciste, lo hiciste bien.”

El 25 de octubre Jon Anderson cumplirá 68 años. “Oh, gracias por haberse acordado. Estoy muy bien, gracias”, saluda por teléfono desde un hotel en Brasil, donde recala como parte de la gira que lo trae hoy al teatro ND/Ateneo de Buenos Aires y, luego, a un tour interprovincial por la Argentina. Nunca para de editar discos: Survival & Other Stories (2010) es uno de sus álbumes más recientes –también hizo, para despuntar el vicio, Open (2011), una suite de 21 minutos a su estilo de obras conceptuales largas “tipo Yes”, y ya va por la siguiente: Ever–; avisa que Survival... es sólo el comienzo de una trilogía de la cual se ocupa, a través de Internet, con músicos de todas las latitudes a quienes pide pista (en este caso, pistas sonoras sobre las cuales se pone a trabajar). Dos de las canciones de Survival... (“The Highest Pass” y “Waking Up”, con música de Michael Mollure) formaron parte de la banda de sonido de The Highest Pass, coproducción documental estadounidense/india que se estrenó hace pocos meses.

Anderson está contento. “Es un mundo nuevo. Esto de estar conectado a través de la red global y en contacto con gente en todo el mundo es impresionante”, se entusiasma. “Podemos hacer música o danza, o teatro, en simultáneo y en un lapso de 24 horas, con alguien en Australia, o con alguien en Italia, o con alguien que viva en los Estados Unidos. El mundo se hace más pequeño y cada vez más pequeño... mientras el proceso de creación se hace cada vez más grande.”

–Usted solía decir que la música debía incluir tres elementos fundamentales: “Diversión, confianza y aventura”. ¿Cómo aplica eso ahora, cuando trabaja a través de la web con gente a la que vagamente conoce, y cómo lo consiguió antes, trabajando con Vangelis, Kanye West, Dream Theater, Mike Oldfield o Kitaro?

–Es como con todo: si hacés lo mismo día tras día, te aburrís. Si sos bueno en la cocina, al final empezás a probar diferentes recetas y tu cuerpo entonces empieza a interesarse en la alimentación. Y, si te importa la aventura musical, constantemente estás explorando, cambiando, encontrando alguna cosa que te maraville. Por eso un día hago música orquestal, otro día hago música acústica, al otro día, música electrónica, o música industrial o música aborigen. Es como todo un mundo. Si hiciera siempre lo mismo, me volvería loco; esto lo digo por mí y sólo por mí: hay personas que conservan su estilo musical toda la vida y lo disfrutan, y les resulta hermoso... y seguramente lo es. Pero, para mí, la música tiene que ser una aventura, siempre. Y cuando las personas me llaman y me piden que colabore con ellas, está bueno. Estoy trabajando ahora con siete diferentes músicos, en siete proyectos distintos: uno es un musical; otro es un concierto de violín que irá a convertirse en música para teatro, y participo con músicos jóvenes todo el tiempo, ahí está la diversión... Lo de la CYO fue espectacular (N. de la R.: CYO: Orquesta Contemporánea Juvenil de la ciudad de Cleveland, Ohio; el resultado puede verse en YouTube). Y estoy grabando otro álbum, que me está gustando mucho, en un estudio en Los Angeles; es la primera vez en quince años, más o menos, que vuelvo a meterme en un estudio de grabación. Usted me preguntó acerca de la confianza: yo tengo confianza en mi propio juicio (se ríe): tengo confianza en que estoy haciendo lo correcto. Y siempre es una aventura. “Aventura” es la palabra que más me gusta usar.

–Como en “Open...”

–Bueno, siempre me encanta hacer estructuras largas en la música. Con Yes diseñé Close to the Edge, por ejemplo, cosas intrincadas que la gente no estaba acostumbrada a oír. Y después Topographic (Tales from Topographic Oceans, 1973) y “Gates of Delirium” (N. de la R.: primer track del álbum Relayer, 1974), o en “Awaken” o “Mind Drive” (1996)... son todas piezas musicales muy extensas, son como “irse en un viaje”, musicalmente, y entonces las escuchás, y las escuchás una y otra vez, y es como... pensarlas, y sentís que estás pensando en colores y que lo que pensás y sentís es como una pintura... y sentís... y pensás... Y no puedo definirlo mejor. El oyente debe abrirse ante obras así, y Open (abrir) fue, para mí, un modo de recuperar esas formas largas de música; porque en Survival... hice ante todo canciones cortas, pero en Open fue como si se me hubiera abierto una puerta distinta: ya no necesito estar en un grupo, de verdad.

–De hecho, esta gira suya (titulada An Acoustic Evening with Jon Anderson) es para un hombre solo.

–Sí. Mire, estuve en un grupo durante treinta y cinco años de mi vida, y después empecé a hacer conciertos con guitarras eléctricas MIDI y otras herramientas tecnológicas que me hacían sonar como si yo fuera toda una banda. Y un buen día estaba haciendo una gira por Rumania, y en el aeropuerto se perdió todo mi equipo y me quedó sólo una guitarra. Tenía que seguir viaje a la península escandinava para tocar, y no me quedaba otra cosa que esa guitarra. Y al público le gustó el show; gustaron mis canciones, les gustó que estuviera solo con mi guitarrita.

–Y usted lo disfrutó, también...

–Sin duda.

–¿Es el siglo XXI tal cual imaginaba que sería cuando empezó a componer para Yes?

–Oh, por Dios, no, no, no... ¡Ahora hay autos más lindos! (Risas). Pero, si tengo que ser positivo, aún así debo decir que el mundo está cambiando de maneras maravillosas: la gente se desarrolla y crece en mil formas. La China y la India tienen emprendimientos impresionantes; están logrando que el resto del mundo se despierte y tome conciencia de muchas cosas; quien ha visto los Juegos Olímpicos de Beijing, en 2008, se dio cuenta de lo que es capaz de hacer una cultura antiquísima como aquélla. Y lo que sucede en América del Sur es fantástico; por eso tenía ganas de venir a Brasil, a Uruguay y a la Argentina. El mundo está cambiando para mejor, todo el tiempo, aunque hace falta más; se sabe; ya sabemos. Fíjese en Rusia, por ejemplo; cuando Yes comenzó a hacer shows, hace cuarenta años, no podíamos tocar detrás de la Cortina de Hierro: ni en Rumania ni en Lituania, ni en ninguna parte. La conciencia global está creciendo de manera lenta, pero la gente está más despierta, o al menos un poco más; se conecta con otras personas, con otras aventuras, en todo el mundo. Y eso hace que la vida se haga un poco más deliciosa. Todo, creo, va para bien.

–Entonces, según usted, por ahora no hará falta que hagamos como Qoquaq, su personaje de Olias of Sunhillow (primer álbum solista de Jon Anderson, 1976) y nos mudemos de planeta...

–No (se ríe). Vamos a mover nuestra conciencia a otro plano. Y ya que menciona Olias, le cuento que también voy a cantarlo en este show.

–Ha trabajado varias veces muy cerca, o incluso dentro de King Crimson (cantó “Prince Rupert Awakes” en el álbum Lizard, 1970). ¿Qué aprendió de ellos? ¿Y qué opina de las declaraciones recientes de Robert Fripp al diario Financial Times, donde anuncia que se retira definitivamente de la música porque ya no soporta la tiranía de “la industria”?

(Larga una carcajada.) –Un verdadero músico nunca abandona la música. Lo que pasa es que Robert Fripp es un tipo muy cómico, siempre hace chistes así... ¡No le crea! Fripp es un tipo fantástico. ¿Y qué aprendí? Cuando Yes estaba en sus comienzos y ensayábamos y ensayábamos, una y otra vez... y después tocamos en vivo un par de veces, pensamos que andábamos fenómeno. Hasta que vimos en vivo a King Crimson. Y les dije a mis compañeros: “Más nos vale que ensayemos más”.

–Yes fue uno de los fundadores del “rock progresivo”, pero ¿de quiénes aprendió más?

–Nosotros escuchábamos a los Beatles, a los Beach Boys, a los Buffalo Springfield... Esas eran bandas progresivas. Yes arrancó a fines de los ’60 y principios de los ’70, y vimos a la Mahavishnu Orchestra y a Weather Report; grupos así me volaron la cabeza. Digo “bandas progresivas”, pero... a ver: la música progresiva, la que progresa, siempre ha estado ahí. John Adams. O la música electrónica. Lo de progressive rock es un rótulo que no me termina de gustar, porque quizá Vangelis no fue rock progresivo, sino música electrónica progresiva, quién sabe. Hay jazz progresivo; hay orquestas progresivas; hay coros progresivos. Todos hacen músicas que progresan. En algún punto, la música siempre es progresiva. Es mejor abrir la cabeza.

–Precisamente, en los conciertos de Yes, justo antes de presentar el solo de su tecladista al grito de “¡Mr. Rick Wakeman on keyboards!”, a usted se le daba por tararear La consagración de la primavera, de Stravinsky. ¿Por qué?

–Igor Stravinsky fue el más grande, el mayor músico progresivo del siglo XX. Yo tarareaba La consagración de la primavera, pero siempre fui y sigo siendo un enfermo fanático de toda la obra de Stravinsky. ¿Cómo pudo Stravinsky componer lo que compuso? ¿Cómo pudo hacer esa música que hizo? Lo escucho una y otra vez, en piano, o con orquesta... Lo escucho mil veces, dos mil veces. Lo veo en videos, en entrevistas grabadas... Y cuando fuimos a grabar Going for the One a los Mountain Studios de Suiza, resulta que estábamos cerca de una de sus casas; me fui hasta ahí y ¡pude sentarme en la silla en la que él se había sentado! Fue algo impresionante para mí, que no me voy a olvidar nunca.

–¿Tiene alguna idea de por qué está bueno seguir hablando maravillas de Yes, después de tanto tiempo?

–Toda la música de los años ’50, ’60 y ’70 sobrevive gracias a la difusión radial. Bah, no sé. Creo que desde hace cuarenta años la música de Yes sigue viva porque –a pesar de la disco, del grunge o de lo que fuere– lo que hicimos en aquel tiempo fue nuevo. Lo inventamos. La música de Yes fue muy diferente. No se escuchaba en ninguna radio; te comprabas un disco de Yes y lo escuchabas en tu casa, solo con tus auriculares, o rodeado por tus amigos. Era una música muy “personal”. ¡No me imagino una fiesta de cumpleaños en la que pongan Close to the Edge! Si pasabas Close to the Edge te tiraban cosas... ¡Eso no se puede bailar!

–Usted dice eso porque no le pone entusiasmo...

(Risas) –¡Si le ponés entusiasmo, claro que se puede!

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