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Lunes, 1 de octubre de 2012
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Random Music Fest de Beldent, en el Club Ciudad

Una era de celebraciones aleatorias

Babasónicos, Estelares y The Magic Numbers, entre otros, animaron un festival que fue ahogándose en su propia vorágine.

Por Luis Paz
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Babasónicos, lo más interesante del Random Music Fest.

Y de pronto, las luces son apagadas, el faro comienza a mostrar calidoscópicas proyecciones y de su cima surgen halos de luz que lastiman la cerrada noche de este sábado en todas las direcciones. Un ruido alienígena serpenteante, que recorre en 360 grados el predio del Club Ciudad, hace creer en las peores pesadillas (o tal vez sean los más añorados sueños) de Fabio Zerpa, en la fantasía que cada uno tiene sobre qué sonará cuando seamos finalmente abducidos y desterrados; si es que habrá sonido. Los halos se unen metafísicamente para alumbrar un gran cartel publicitario que corona el escenario dos. Acaba de comenzar el Random Music Fest de Beldent, y la gran inquietud es saber si arrancará Babasónicos, si lo hará Estelares, tal vez Tan Biónica, quizá The Magic Numbers o si es posible que lo hagan los también británicos Mistery Jets. Los que están por dejarse abducir no ven otra cosa que ese cabezal, hipnotizados como están por el deseo, la intriga y un ligero desconcierto.

Y entonces Dárgelos y compañía interrumpen la espera, en un estallido de luces y acordes previos a “Fiesta popular”. Babasónicos da muestra de claridad, incluso frente a ese panóptico que discute con sus luces contra las del tablado. Es una pelea de tiempo completo entre el arte y la tecnología, entre el rock y la ingeniería: uno de los mejores grupos argentinos de la historia y uno de los aparatos más prepotentes se disputan la atención. “No seas infeliz dejate arrastrar por el carnaval, (...) dejate influenciar por el caos”, canta Dárgelos. Gana el grupo de Lanús; uno a cero.

Y el que leyó Retromanía, de Simon Reynolds, recuerda el párrafo en el que el crítico encuentra que “la función shuffle (o modo aleatorio) parece particularmente reveladora: al eliminar la necesidad de elegir (implícita en cada festival multiescenario) y no obstante garantizar familiaridad, nos alivia de la carga del deseo”. ¿Dónde hay más deseo que en un pequeño niño que aún no aprendió, a la fuerza, lo que es resignar? Pero el que está a los hombros de su padre mira al rock de esta era indirectamente: el pibe no mira a los Estelares, que empiezan a meter canciones explícitas en el evento, sino las grandes pantallas que los imitan.

Y hay corridas, porque algún mecanismo cierra un telón y entonces, otra vez, la ruleta rusa y el crash, bang, ¡boom! Una adolescente corre, tropieza; bosteza. Vienen todos para acá y acá se protegen; vuelven todos para allá y allá se paran de manos. Esta ansiedad frenética no para, pero sí va ralentándose a medida que Mistery Jets empiezan a aburrir con su pastiche metarrockero. También va reposándose la ansiedad a medida que los Magic Numbers se conforman en el segundo acto más interesante, luego de Babasónicos. Y van los Estelares, Babasónicos, Números Mágicos, Jets Misteriosos. Tanto va el agua al río que en sus bifurcaciones se agota: una porción del público ya se decidió por apostarse en el escenario dos, que ocupan los autores de Jessico y A propósito; y otra en el que esperan los pares de hermanos matemáticos. Vuelven a pasar todos, randomizando la experiencia en una marea de jóvenes, mayormente, que a cada rato tantean sus orejas para asegurarse de que no se quedaron dormidos con auriculares en el colectivo ni es su celular que tira canciones a capricho.

Y luego se despiden los Babasónicos. Se lo pierden los que se quedan allá, un montón esperando ésa de “ella tiene un look”; y entre tanta ida y vuelta, tanto recorrido y ¿tanta? posibilidad, los Tan Biónica hacen su segunda entrada, ya cambiados de ropa, ya reparado el deseo de sus fanáticos. Y por ahí queda alguno, paradito al lado de ese obelisco marciano, preguntándose si eran tan pocas las canciones buenas de ese grupo, como para tocar la mitad que los demás. Los ovnis siguen sin llegar al término del encuentro, pero quizá se pueda armar un súper globo de chicle y subir a verlas gratis.

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