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Martes, 15 de enero de 2013
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Djavan, antes de su presentación en el teatro Gran Rex

“En este disco usé el amor como un punto de partida”

El brasileño llega para presentar Rua dos amores, un disco que no se planteó como “conceptual”, pero que terminó sirviendo como vehículo para una serie de canciones que, más que de amor, reflexionan sobre las diferentes formas que puede asumir.

Por Karina Micheletto
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“En mi música yo tengo todo el tiempo en mente esa diversidad que caracteriza a la música de Brasil”, dice Djavan.

“Creo que si una característica tiene la música del Brasil, es su diversidad. Y en esa diversidad creo que radica su seducción mayor.” La definición del músico, cantante y compositor Djavan suena de lo más acertada en su síntesis, y se refuerza al observar la relación de compositores contemporáneos como él con el público argentino, siempre ávido de acudir, precisamente, tras esa seducción. “En Brasil hay una mixtura cultural muy grande, y cada región hace una música distinta. El nuestro es un pueblo muy musical, y esa mezcla resulta muy interesante”, observa en diálogo con Página/12. “Y en mi música yo tengo todo el tiempo en mente, justamente, esa diversidad.”

Djavan llega a Buenos Aires a dar un único show, este jueves en el teatro Gran Rex (Corrientes 857). Tiene una excelente excusa: trae un nuevo disco para mostrar, Rua dos amores, el primero de estudio en cinco años, marcado, más que por la fuerza rítmica –que también está– por la sutileza de arreglos y armonías que abrevan en el jazz, el samba, el funk y el rock. Y aunque los anuncios promocionales fogonean la celebración de los cuarenta años de carrera, él aclara que son “sólo” 37. Una carrera que comenzó siendo muy chico, a los 12 o 13 años, con la bandita que formó en su ciudad natal, Maceió. Aunque el momento que considera como el punto de partida oficial fue el de aquella participación en el festival de San Pablo, cuando el músico ya vivía en Río de Janeiro, donde obtuvo el segundo puesto. Allí, dice, comenzó todo, allí marca su inicio oficial profesional.

–¿Y qué recuerda de ese momento? ¿Cómo se ve a usted mismo, 37 años atrás?

–En ese momento yo no sabía, de verdad, que ocurriría todo lo que ocurrió después. Mi proyección del momento era apenas grabar un disco, ésa era la máxima aspiración. Pero ocurrió que grabé ese disco (A voz, o violao e a arte de Djavan, editado en 1976) y que una de sus canciones, “Flor de lis”, terminó siendo un gran suceso, y así después se fue abriendo una puerta, y otra, y esta carrera tan larga y tan llena de nuevas experiencias. Así que si tengo que decir cómo me veo a mí mismo, entonces... pues, ¡como un inconsciente! (risas).

En aquel primer disco Djavan todavía no mostraba la marca que lo distinguiría con el correr del tiempo, la de esa atractiva mixtura que traen sus canciones entre las músicas regionales del Brasil (comenzando por su Nordeste de origen) y la fuerza rítmica de la música africana en un principio, para sumar luego el jazz, el funk o el rock. Entre lo que un “inconsciente” Djavan de veintitantos años no podía proyectar estaban éxitos planetarios como “Açaí”, “Sina”, “Ocean”, “Savannah”, “Pétalos” o “Samurai” (con Stevie Wonder tocando la armónica), trabajos que superan el millón de copias vendidas como el disco doble Ao vivo. Es que, según cuenta el compositor, más que en proyectar estaba más preocupado por demostrarle a su familia que valía la pena probar suerte como músico en Río de Janeiro, donde no conocía absolutamente a nadie, antes que admitir el primer fracaso aparente y seguir la carrera que consideraban mejor para su hijo: la de militar.

–¿Había una tradición militar en su familia?

–No. Simplemente, vivíamos cerca de un cuartel muy grande que se llamaba Batallón de Cazadores. Ese cerco militar, ese cuartel, era la atracción de todos los que vivían cerca, en una zona pobre de Maceió. Ingresar allí significaba la posibilidad de “ser alguien”; entonces la carrera militar era para muchos una perspectiva de futuro buena, una seguridad. Y mi familia no estaba exenta de ese pensamiento, en su cabeza aquello era lo mejor para mí. Mientras tanto, yo intentaba demostrar en Río de Janeiro que sí podía vivir de la música. Y todo parecía indicar lo contrario...

–Fue el momento difícil de su carrera...

–Mire, momentos difíciles de mi carrera, de mi vida, ha habido muchos, muchísimos, no concibo siquiera enumerarlos. Pero sí, aquella etapa podría llevarse el lugar de la más difícil. Cuando llegué a Río de Janeiro no conocía a nadie ni nada, apenas si me ubicaba en la ciudad. No tenía a nadie para ayudarme, para darme una palabra de aliento, nada, nada, era un niño solito. Entonces... hay una plaza aquí en Río de Janeiro que se llama General Osorio, en esta plaza había un banco cerca de un árbol, y yo lloraba todos los días allí. Es un lugar muy simbólico para mí. Era un sufrimiento muy grande esos tiempos solito. Fue una locura, visto desde aquí fue el período más difícil de mi vida.

–Pero al cabo valió la pena.

–Sí, sobre todo porque yo tenía una obsesión: no quería hacer nada que no fuese música, estaba dispuesto a dar todo hasta conseguir vivir de mi música. Y eso es exactamente lo que hice.

–¿Y al revés, cuál diría que fue la mayor satisfacción de su vida?

–De nuevo, es difícil individualizarla, porque han sido muchas. Pero sí tengo grabado el momento en el que sentí la mayor emoción de mi carrera: fue cuando grabé por primera vez. Era una música que no era mía, era de otro compositor, pero cuando la grabadora me dijo que aquello se pasaría por radio... Bueno, eso sí era tocar el cielo con las manos. Y una semana exacta después, cuando efectivamente escuché mi voz por primera vez en la radio, entonces sí, puedo decir que sufrí la emoción más grande de mi vida. Puedo recordar exactamente ese momento, esa emoción. Era un disco para una música que fue banda de sonido de una novela, en 1973.

Sobre las formas del amor

El nuevo disco que Djavan viene a presentar –y que se edita en la Argentina por estos días– se llama Rua dos amores y está marcado por arreglos que abrevan en el jazz, el blues, el soul, en un suave funk, sin dejar de ser absolutamente brasileño, con esa forma que tiene la buena MPB de lograr una cohesión de identidad desde toda su diversidad. Desde este estilo propio, Djavan hizo foco poético esta vez en el amor, o más bien en los amores a los que alude el nombre de su disco: las suyas son canciones que tienen al amor como tema principal, pero están lejos de ser baladas o canciones de amor. Son, más bien, estudios sobre el amor en sus más diversas formas.

“Cuando empecé a componer este disco no pensé en hacer un trabajo temático, nada de eso”, sigue contando Djavan en diálogo con Página/12. Después, a medida que iban saliendo las canciones, descubrí que estaba hablando de amor o, mejor dicho, estaba usando el amor como punto de partida para hablar de una cantidad de sensaciones: la inseguridad, la competencia, el amor de juventud, el amor maduro, el amor platónico, la incompatibilidad intelectual o de genio en las relaciones... Al cabo lo que hice fue un disco que habla sobre sensaciones provocadas por el amor. Hay también una sátira política, “Pode esquecer”, que yo escribí como una broma, y se transformó en una premonición. ¡Terminó volviéndose realidad!

–¿Cómo es eso?

–La escribí para hacer una sátira política sobre el “mensalao” (el megaescándalo por los sobornos que, según se comprobó en los juicios que llegaron hasta la Corte Suprema, ofrecieron funcionarios del gobierno de Lula). Y se convirtió casi en una premonición por lo que vino después, porque después vinieron juicios que jamás esperábamos que un día fuesen a ser verdad.

–¿Está conforme con la actuación del gobierno de Dilma Rousseff en este punto?

–Por supuesto. Ella apartó inmediatamente a todos los implicados, a pesar de sufrir una presión muy grande de su partido. Dilma es maravillosa, su gobierno es muy bueno y por eso el pueblo del Brasil la apoya.

La ficha

Nacido un 27 de enero de 1949 en Maceió, en el seno de una familia humilde del nordeste brasileño, las coordenadas de origen de Djavan estaban dadas para que fuera en la vida muchas cosas, menos el popular cantante, músico y compositor en el que se convirtió, con discos que se venden en todo el mundo y temas emblema versionados y traducidos a diferentes idiomas. Djavan podría haber seguido, por ejemplo, una carrera militar, como cuenta en la entrevista con Página/12 que imaginaba su familia para que fuera “alguien en la vida”. Si no fuera porque, desde chico, él estaba tan absolutamente seguro de que lo que quería hacer era música, y nada más. Comenzó como todos, en las banditas de adolescencia, algunas de más trascendencia, como el grupo Luz, Som, Dimensao (“Luz, Sonido, Dimensión”, o también, LSD) dedicada, cuándo no, a covers de The Beatles. Se jugó a probar suerte, sola su alma, mudándose a Río de Janeiro en 1973, cantando en bolichitos. Los grandes festivales que por aquella época marcaron la música popular brasileña, “descubriendo” a tantos de los que luego serían sus figuras centrales, también fueron plataforma de lanzamiento para Djavan, con su participación en uno de esos festivales en el que ganó un concurso. De allí a su primer disco, A voz, o violao e a arte de Djavan, de 1976, que incluía la canción “Flor de lis” –uno de sus más grandes éxitos– hubo sólo un paso. Al que siguieron otros como “Açaí”, “Samurai” y “Sina”. Desde su faceta compositiva, la música de Djavan puede ser el resumen de ese ADN melódico brasileño que tanto se les envidia: las suyas son canciones que no apelan a lo fácil, que desde los propios ritmos bucean en influencias varias, desprejuiciadas. Y que no por eso dejan de tener algo muy pegadizo en muchos casos, algo que las vuelve potables para hit de radio o banda de telenovela, algo que transforma en éxito inmediato uno o dos temas de cada disco que aparece. Algo de eso que sonará este jueves en el Gran Rex.

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