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Miércoles, 23 de enero de 2013
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Cosquín, entre Chebere y la dupla Barboza-Chango Spasiuk

Contrapesos del gran festival

La popularidad del cuarteto corrió de la programación al combativo Rubén Patagonia. En la noche del lunes se vio, además del chamamé más exquisito, el aporte de los entrañables Manseros Santiagueños y del legendario Vitillo Abalos.

Por Cristian Vitale
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Con Barboza y el Chango Spasiuk hubo una auténtica cumbre del litoral.

Desde Cosquín

Siete de la mañana del martes, casi. Asoma el sol tras las sierras y Rubén Patagonia comparte facturas y café con su gente sureña, su clan, en el clásico bar todoterreno que se enfrenta a la Plaza Próspero Molina, sobre la peatonal San Martín. No está contento, nada contento, y se le nota en la mirada. “Hace 33 años que vengo a este festival, no puede pasar esto”, dice una y otra vez, como no entendiendo bien. “Siempre por una u otra razón, nos relegan, nos postergan... que íbamos a tocar cuartos, después un poco más tarde, después a las tres de la mañana, después a las cuatro y, bueno, empezás a engranar, ¿no? No tengo nada contra el cuarteto, pero ellos tienen mucho peso acá... hicieron fuerza y salieron ellos”, apunta ante Página/12. Cosas que pasan, diría Larralde. Bemoles endémicos del festival de festivales. Año tras año está quien gana y quien pierde en esta ruleta azarosa de horarios, grillas y favores. Y quien pierde, claro, lo vive como una injusticia.

Es cierto que Patagonia estaba anunciado temprano, y que lo fueron corriendo de a poco hacia un horario marginal, fuera de la vidriera televisiva, y con la gente –incluso la suya– más cerca de la almohada que de la plaza. Y fue cierto que la causa consistió en una propuesta que nada tiene que ver con su impronta de resistencia. “El nuestro es un mensaje para pensar, para contar lo que nos pasa, no estamos para cantar cositas para que la gente se divierta y se vaya, ¿no?, hay toda una región que espera, la patagónica, que de a poquito va amasando el pan de su identidad, con una poesía dura, cruda y real, y esto te tira para atrás. No pedimos que nos regalen este espacio, sólo que nos respeten”, se explaya, y calla.

Injusticia, sí, estética y artística, porque el canto profundo, poderoso y vital de Patagonia quedó eclipsado –sin siquiera ser– ante un grupo histórico del cuarteto cordobés, Chebere. Una especie de Nocheros del género matriz de la docta y bellísima provincia que cumplió su sino –divertir–, y que será recordado, bajo la lógica del entretenimiento, como lo más destacado de la tercera luna del Cosquín 53. Lo destacado para una lupa particular, claro, porque se trató de un retorno, y porque el grupo hizo bailar a la gente con cándidas y pegadizas canciones de amor, mechadas con covers de GIT, Zas o Virus, como si el escenario Atahualpa Yupanqui fuera un karaoke en plan despedida de soltero. Efectismo, al cabo, que tuvo su contrapeso en varias de las propuestas que no corrieron la misma suerte que Patagonia. Los entrañables Manseros Santiagueños y el legendario Vitillo Abalos, por caso, plantando un pedazo de historia musical del Estero en medio de las sierras; la riojana Natalia Barrionuevo, con su propuesta de altos decibeles traducidos en chayas, zambas y chacareras, Mariana Cayón y sus vientos, el tacto power-pacha de Néstor Garnica, o el gaucho decidor Orlando Vera Cruz con su impronta de llanura santafesina.

Diversos contrapesos en flash imbricados en uno mayor, el más destacado de la noche: la yunta mágica entre Raúl Barboza y el Chango Spasiuk, algo así como una cumbre de titanes musicales del litoral, que empezó con “Encuentro”, una bellísima pieza instrumental compuesta por ambos, cuyo latido esencial duró lo suficiente como para activar la entraña más sensible de cada quien en la plaza. Música para escuchar. Música del alma, que derivó en versiones que, bajo la savia estética de los dos, ocurrieron únicas, conmovedoras. La festiva “La caú”, de Valenzuela-Chamorro; “Sao Luiz Gonzaga”, sosegada e inspirada pieza de Barboza; “El camino”, de Spasiuk, donde la música del litoral asume status entre sinfónico y popular, cuerdas y cajón peruano mediante; o en “hits” de la región que, en manos de ambos, gozan de una vuelta más de inspiración: “Merceditas”, “Kilómetro 11” –palabras de Spasiuk en homenaje a Mario del Tránsito Cocomarola incluidas– y “Gaúcho de Porto Alegre”, cautivante rasguido doble concebido por Barboza, para el todo impecable del final.

Entrada la madrugada de hoy, otra luna fuerte cuidaba con su luz las músicas de dos dúos (ParodiPrada y BagliettoVitale), inspiraba el charango mágico de Rolando Goldman, orbitaba en torno del planeta Gieco folk, se regocijaba ante un retorno cordobés también esperado: el de Bicho Díaz y su eléctrica folklórica, y reservaba energía para la quinta luna –la de esta noche– que recibirá a Víctor Heredia, Motta Luna, Fulanas Trío, Abel Pintos y Gustavo Patiño, entre muchísimos artistas que buscan su lugar en Cosquín, donde todo pasa.

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