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Domingo, 17 de febrero de 2013
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JAMIROQUAI LLEGO A BUENOS AIRES POR TERCERA VEZ PARA TOCAR EN FERRO

Previsible, pero repleto de hits de FM

El show de Jay Kay y su implacable banda no llegó a deslumbrar a las quince mil personas sedientas de groove, pero no pasó inadvertido gracias al repertorio elegido. El frontman desafió al calor con un poncho y luego varios buzos, además de un sombrero de ala ancha.

Por Yumber Vera Rojas
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Jamiroquai llegó esta vez sin disco nuevo para presentar.

“Groove” es la palabra que eligieron los músicos, primero de jazz y después del funk, para describir la sensación que desencadena el baile. Así que, por esa misma condición etérea, sus rasgos no distan de los del amor: salva, confronta, amarga, histeriquea, divierte y conforta. No obstante, lo más sorpresivo en la relación que se plantea entre ambos es el componente seminal que los aúna, ese latigazo que impulsa a una aventura de la que nunca se sale ileso. Al menos ése era el plan para la noche del viernes, cuando Jamiroquai pisara por tercera vez un escenario porteño. Pero resultó más bien un espectáculo tibio, con algunos momentos en los que la bola de cristal de esa gran discoteca al aire libre en la que pretendió convertirse la cancha de Ferro consiguió deslumbrar a una audiencia festivamente pálida. Quizá se debió al calor fatigante o también a la previsibilidad de la agrupación británica liderada por el cantante Jay Kay, cuyo espectáculo no llegó a pasar inadvertido gracias a esos clásicos que todavía, luego de dos décadas, sacuden a la FM.

La vuelta de “Yamiro” al país no se produjo bajo ningún pretexto en particular, salvo los de no desatender a una audiencia a la que los londinenses reconocen entre sus favoritas y de entrar en el fogueo del recital, antes de develar su octava producción, que se supone estará en la calle, a más tardar, en 2014. Además, la performance sirvió para tantear las nuevas versiones de temas fundamentales en su obra como “Canned Heat”, un tono por debajo de su poderosa cadencia original, o de “Love Foolosophy”, que comenzó a manera de bolero para luego evolucionar hacia el brío discotequero. A lo largo de dos horas, el combo de funk y acid jazz no se hizo problema y centró su repertorio en los álbumes Travelling Without Moving (1996) y A Funk Odyssey (2001, obviando la celebración de las dos décadas de su debut, Emergency on Planet Earth, a consumarse en mayo, del que se conformó con rescatar la canción “Revolution 1993”.

A pesar del recordatorio del verano acerca de su vigencia, ver a Jay Kay vistiendo un poncho, al que le siguieron sendos buzos deportivos, acompañados por un sombrero verde de ala ancha que no se levantó ni para secarse el sudor de la frente, elevaba la sofocación. Lo que podría haber amilanado con esa combinación de pasos, al mejor estilo del Michael Jackson más frenético, de la que dispuso tímidamente. Aunque no por ello las 15 mil personas que asistieron dejaron de hacerle el aguante a la voz líder, al igual que a la implacable banda que lindando la medianoche regresó al escenario para despedirse con “White Knuckle Ride”.

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