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Viernes, 16 de junio de 2006
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ENTREVISTA CON PALO PANDOLFO

“Le pongo el pecho a lo que salga”

El inclaudicable ex líder de Los Visitantes tiene nuevo grupo: el Cuarteto Garpamal.

Por Cristian Vitale
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Palo actuará esta noche en el teatro ND Ateneo.

Desde que decidió desarmar Los Visitantes, el indomable Palo Pandolfo entró en un zigzag claroscuro y vital. Detrás, quedaban siete años y seis discos –algunos de ellos, Espiritango y Maderita, hitos del llamado nuevo rock argentino– más un origen intenso: Don Cornelio y La Zona. Se pensó que ambos antecedentes le iban a deparar a Palo una mejor estrella. No ocurrió. Al menos, no como se esperaba. Desintegrado el septeto, este trovador inquieto, errante y pendular llegó a la mitad de la vida, tuvo dos hijas –Anahí y Francesca– y parió diversos proyectos que no lograron asentarse. El primero fue La Fuerza Suave, banda sostén de su locura post-Visitantes. Sobrevino luego el sano intento solitario de integrar en un mismo disco (Antojo) versiones de Domenico Modugno, Luis Spinetta, Mano Negra, Radiohead y Quilapayún. Pero ninguno de ellos le resultó suficiente para treparse en los hombros de sus ex bandas y mirar más allá. “Hay algo en mí que es claro –explica–: no tengo compañía discográfica. Desde que me hice solista estoy cuesta arriba permanentemente. Por ende, estoy totalmente de ida aún. Mi carrera solista la estoy desarrollando con más conciencia y profesionalismo, pero no tengo nada cerrado. No sé lo que va a pasar.” Palo señala que en los shows sufre los mismos nervios de siempre: “Soy un chabón hiperadrenalínico. Los nervios me duran hasta los primeros 16 compases. Después empiezo a fluir y listo, pero siempre es como la primera vez”.

Así llega a su segunda presentación en Buenos Aires –hoy a las 22 en el ND Ateneo– en lo que va del año. Extinta La Fuerza Suave, hoy lo acompaña el Cuarteto Garpamal –¡qué nombre!–, integrado por Gustavo Sammartín y Rodrigo Guerra –Me Darás Mil Hijos– y Santiago Fernández –Pequeña Orquesta Reincidentes–. Como si fuera una reproducción en pequeña escala de su carrera, Palo no sabe bien qué va a hacer. Planea un prólogo solo con guitarra criolla para hacer seis o siete canciones –la mayoría nuevas, más “Visores”, viejo tema de Don Cornelio–, un repertorio rioplatense sustentado por los Garpamal y el postre a cargo de una miniselección categoría 80: Miguel Zavaleta + Tito Losavio confluyendo en escena con Hernán Gravelloni en baby-bass, Concepcao Soares en percusión y Timoty Cid en batería. “Todo está dispuesto para la fiesta, la catarsis y la sacación. Aunque no me voy a privar de hacer temas introvertidos que vengo componiendo últimamente.”

Uno de ellos se llama “Afrodita”. Según Palo, un “tango pesado”, un híbrido ritmo 3-3-2 que se mezcla con un riff ¡onda Focus! El otro, “Carnavalonga” –¿hay que aclarar algo?–. Y el tercero, “El ritual”, una canción “beatle” que se le escapó. ¿Cómo es esto? “No es rioplatense ni tiene raíces latinoamericanas, que es mi obsesión. Pero yo siempre le pongo el pecho a lo que salga. Si salió, salió, no voy a censurarlo: fundamentalismo nacionalista las pelotas.” Palo cree imprescindible la aclaración porque, es cierto, su carrera trasunta vertiginosamente hacia lo criollo y popular. Si bien la búsqueda enlaza con viejas canciones como “La Pampa” o “Volando y olvidando”, se ha profundizado en los últimos años. “Hoy por hoy, lo que más compongo es fusión, pero popular no erudita, porque no soy un músico de jazz. No soy los hermanos Fattoruso. Hago canciones que pueden tener rítmicas mezcladas entre el huayno, la vidala, el candombe y el tango eléctrico”, define.

–¿Por qué este vuelco hacia la música autóctona?

–Ya no estoy tan en la boludez. Darles pelota a las raíces es una misión para mí. Lo decía Bob Marley: “el árbol que no tiene las raíces bien metidas en la tierra no puede crecer”. Me parece que después del menemismo y el fenómeno de masas del rock de los ’90, lo popular está bastante lejos de sus orígenes. La música masiva, el rock chabón, Babasónicos o lo que carajo sea no dan con este fin. Los Babas hacen buenas canciones, pero el rock nacional ya dio bastante de sí y está como para plantearse fríamente la defensa de nuestras raíces. Es una cuestión política.

–Pero el rock argentino, con excepciones, siempre miró más a Europa. En los ’70 eran muchos más los rockers (Pescado, Pappo’s Blues, La Pesada, etc.) que aquellos que incorporaban elementos musicales autóctonos como Arco Iris o Gieco...

–Eso digo. Ya hemos dado bastante rock al mundo y no nos dan pelota. Estamos viviendo en un mundo decadente y yo siento que es el fin de una época. Los yanquis están al borde de la catástrofe, se sacaron por completo la careta. Hay una decadencia en grandes ciudades donde la prostitución infantil y los asesinatos llevan a decir: ¿no da para parar esta pelota infernal y pensar en la hermosa provincia de Córdoba o Mendoza? Ojo, esto es un discurso: si te sale rock and roll y no lo podés controlar, hay que ir para el frente. Yo amo mi tema beatle, y si me salen 300 rocanroles de tres tonos los hago.

Una vez que Palo se arenga es imposible detenerlo. Sabe que es un problema, porque su discurso puede ser mal interpretado. Pero trata de contradecir posibles lecturas con preguntas. “Si ves Argentina, a tu alrededor hay hambre, masacre, droga cortada en la villa. Da para preguntarse, ¿podemos hacer algo que no sea echarle leña al fuego sino agua para apagarlo y salir a caminar un rato?, ¿o querés seguir consumiendo a los Stones hasta el fin de tus días, como si no fueran parte del enemigo? Ellos tienen la condecoración de la reina que es enemiga del pueblo argentino”, dice, como un piedrazo en el corazón anglo-rocker, y después aclara. “Amo el rock pesado, amo a Spinetta y a García. Pero me permito dar una opinión más crítica. Las bandas que empezaron a sonar en Inglaterra en los últimos cinco años están terriblemente influenciadas por Joe Division, U2 o The Smiths. Digo: hay un hueco y está para pensar en otras alternativas.”

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