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Viernes, 7 de junio de 2013
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BRUNO ARIAS SE DESPIDE DEL DISCO KOLLA EN LA CIUDAD CON UN SHOW EN LA TRASTIENDA

Un folklore que resuena en el cemento

El músico jujeño aprovechará la velada de hoy para adelantar algunas canciones nuevas. Acostumbrado a conquistar públicos de diferentes zonas del país, Arias busca ampliar las redes que le permitieron plasmar proyectos como El Bondi Cultural.

Por Cristian Vitale
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“Haber sido nombrado Consagración de Cosquín sirve para entrar en medios que no escuchan folklore.”

Cae al bar con un gorro whipala en una mano y un ronroco en la otra. Al primer café, el gorro va al morral porque el frío no es tanto. El ronroco no... además de no entrar en la misma alforja, templa lo que falta. Bruno Arias desenfunda al primo hermano del charango y se toca algo, una calma melodía andina que recuerda a las de Ricardo Vilca, y ciertos curiosos paran la oreja. “Qué lindo sonido tiene, chango”, dispara el guitarrista y cantor de El Carmen, y se cuelga un rato: “No sabía que Santaolalla había grabado un disco entero con el instrumento... lo voy a escuchar”, sigue. El contexto general coincide con la previa del concierto despedida de su último disco (Kolla en la ciudad) que el jujeño dará hoy en La Trastienda (Balcarce 460) y con el anuncio de nuevos aires para el devenir del ganador del premio consagración del último Cosquín. “Voy a hacer temas nuevos, sí”, informa. Se refiere a “Algarrobo”, pieza cuya letra va contra la explotación minera a cielo abierto, y corresponde a León Cecenarro, miembro de la asamblea de Andalgalá. También a “El viejo Quintín intruso”, una pieza de impronta ranquel, que el joven autor compuso inspirado en el viejo poeta pampeano Bustriazo Ortiz, y que piensa incorporar al disco por venir. “La primera la he tocado en la plaza de Andalgalá para toda la asamblea, y fue legitimado... la sintieron como una bandera de lucha. La segunda tuve la suerte de que don Bustriazo me diera el OK... lo fui a ver antes de que se muriera y fue bien, porque si no iba a ser algo que me iba a faltar toda la vida.”

–Bien, dos “hits”. ¿Y el resto?

–(Risas.) Lo quiero con dos perfiles: uno explosivo y otro intimista, onda Atahualpa, Mercedes o Víctor Jara... un repertorio que no se está usando ahora, porque no es peñero ni festivalero. Entonces, el disco sería mechar esto con una onda carnavalera, a medio camino entre Tomás Lipán y Jaime Torres, que suene bien puro de Jujuy, o de Bolivia, aunque los jujeños se quieran diferenciar de los bolivianos.

–Cuesta aunar a la región...

–Es que son dos estilos distintos, pero tienen una unión... cambia un poco la acentuación, pero el ritmo es casi igual. Después está la mirada de adentro hacia más adentro, ¿no?: en Jujuy me reclaman que no toco nada de las yungas, de Ledesma, de Calilegua, y por eso, junto a Alejandro Carrizo (autor de “Jujuy Mujer”) hicimos “El llanto de Urari”, un tema que habla de un originario Chiriguano-Chané, que secuestraron en la dictadura.

Con el mismo empeño que le puso a la indagación folklórica renovada y a la vez respetuosa de la raíz, que impregna sus discos, Arias se mete en la selva y decodifica su sino musical. Habla de lo guaraní o del Chaco gualamba y su sonido. “Hay un sonido de flautines de caña, que son como las quenas pero más finitos y largos, con tambores que se llaman anguá, y un ritmo que se llama pin-pin... es muy loco ese ritmo, una mezcla rara... en cuanto a lo que hice yo, o me matan o me aceptan, porque parece un funky (risas). Lo cierto es que necesitaba una renovación de ese ritmo, igual que Calilegua, que es una mezcla de un ritmo que se llama toba, con acento más rockero, y el ritmo yunga... esto lo inventé yo”, se ríe.

– En carácter de “cruzado”, digamos. ¿Cómo cae su propuesta en Buenos Aires, en ámbitos que no son folklóricos, y cómo, por contraste, en las distintas regiones folklóricas?

–Me adapto a los lugares, porque muevo los repertorios... eso lo aprendí de los borrachos (risas). Una vuelta fui a tocar a la Puna y yo venía con todos temas inéditos de Jujuy, o con zambas tucumanas, y un borracho me dijo: “Si vos querés que te aplauda, emocioname con algo de lo que yo siento acá”... eso me quedó grabado y me cambió la historia. Empecé a tocar lo de ahí, y cuando la gente me aceptó, mandé lo mío... el borracho tenía razón. Me ha tocado estar en un festival, en Abra Pampa, donde subimos a tocar los temas nuevos y nadie nos aplaudía.

–El público de la Puna es silencioso, austero.

–Sí, porque te toma examen. Cuando siente algo que le gusta, baila... es jodón, es bailador y también difícil, sí, pero cuando entra se brinda. Hay que saber lo que le gusta y después podés tocar lo tuyo.

–¿Qué pasa cuando es al revés, cuando toca en algún lugar rockero de Buenos Aires?

–Caben el power, el sonido fuerte, como suenan “Kolla en la ciudad” o “El caminante”... el agite, lo eléctrico, tocar un tema fuerte atrás del otro, y juega un papel importante el audio, esto no es algo que pase en las regiones, donde la podés remar con un bombo, una quena y una guitarra. Acá siempre hay que apostar a tocar con sonido de estadio.

Con tres discos a la fecha, Arias no es sólo un músico. Al menos no lo es como marca la media. Tiene hábitos de agitador cultural, y como tal ha promovido –y plasmado– un colectivo de artistas a través de un compilado musical (El Bondi Cultural I), que proyecta continuar. “Ya está en marcha. Se trata de un disco doble con diez cantores y diez cantoras. Quiero darle más empuje al bondi, y con una ayudita podríamos recopilar a muchos cantautores de las provincias, que no tienen estructura económica para grabar un disco, y no tienen obras registradas en Sadaic. La idea es que tengan dos obras grabadas para acceder a la obra social, al menos... hay mucha changada joven en las provincias que está haciendo cosas nuevas, populares, onda Peteco, Raly, Coplanacu: no sé, Che Joven, Javi Caminos, Bolletta, muchos”, cuenta.

–¿Qué le representa el Premio Consagración de Cosquín?

–No me cambia nada... la gente que me sigue estaba más contenta que yo (risas), pero me sirve para entrar en medios que no escuchan folklore. Con ese rótulo puedo tocar en una radio, o en un programa de tele, que de otra forma no iba a poder. Los que salen Consagración ya no tienen que rendir examen...

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