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Martes, 9 de julio de 2013
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Jorge Fandermole participó del congreso Generación XXI

La creación y las influencias

El cantautor santafesino habló en la mesa sobre “La nueva canción de raíz folklórica del Litoral en el escenario regional y nacional”, junto a Carlos “Negro” Aguirre, Joselo Shuap, Néstor Acuña, Niní Flores y el periodista Sergio Arboleya.

Por Sergio Sánchez
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“Cada generación establece un diálogo con la anterior y con sus expectativas”, afirma Fandermole.

Desde Resistencia

“La música del Litoral está en un muy buen momento. Hay una tradición sólida que convive con una mirada desprejuiciada.” La reflexión del músico de Paraná Carlos “Negro” Aguirre, en el marco del congreso Generación XXI, podría sintetizar la actualidad de la música litoraleña. Que una infinidad de autores sean ignotos para el público de Buenos Aires no significa que no existan. De hecho, una nueva generación de artistas –más jóvenes aún que Aguirre– está renovando la música de la región. De eso se trató la mesa “La nueva canción de raíz folklórica del Litoral en el escenario regional y nacional”, de la que también formaron parte el santafesino Jorge Fandermole, el misionero Joselo Shuap, los correntinos Néstor Acuña y Niní Flores y el periodista Sergio Arboleya. Aunque todos los músicos pertenezcan a una misma región, cada uno construyó su canción a partir de experiencias diversas. No es igual el legado musical que puede recibir un correntino que un santafesino. “Tuve una formación inespecífica, porque en Santa Fe no hay una música con tradición fuerte –apuntó Fandermole–. Entré al terreno musical a través de formas diferentes que me fueron llegando. Por ejemplo, el tango, el folklore del NOA y a través de autores como Aníbal Sampayo y Ramón Ayala.” Su canción, de hecho, respira todas esas músicas. “El chamamé que viene de Corrientes nos aborda a los misioneros. Es imposible encontrar una música misionera porque hay muchas, no una sola”, aportó Shuap.

La identidad musical, entonces, no es más que el resultado de los estímulos del entorno, en un tiempo y un espacio determinados. La mayoría de los músicos coincide en que para innovar es necesario un profundo aprendizaje y conocimiento de los lenguajes de raíz. Por su parte, Fandermole propuso “relativizar la cuestión de las denominaciones, como el de la nueva canción o el chamamé”. “Muchas veces esas discusiones son pérdida de tiempo. ¿Hasta cuándo algo es nuevo? Al que está creando no le importa la denominación.” Luego de la mesa, Página/12 habló con el santafesino para profundizar esas ideas.

–En la charla planteó “relativizar las denominaciones”. ¿Qué le sucede a usted a la hora de crear?

–No se puede pensar en hacer algo sin influencias. Hay toda una obra previa que a uno lo va conformando y le va enseñando los lenguajes. De eso no se libera nadie. No hay una creación por generación espontánea sin antecedentes. Yo no tuve una fuerte tradición en cuanto a las referencias y en cuanto a las influencias, sino más bien una tradición difusa, porque en esa zona de la provincia de Santa Fe se mezcla la difusión de música de lo más diversa. En esa zona, específicamente, no hay una música propia de la región. A mí me han tocado influencias múltiples y difusas. En cuanto a las denominaciones, uno está sujeto a ellas. Uno no puede no nombrar las cosas. En lo que estoy en desacuerdo es en ser fundamentalistas en cuanto a la determinación de los límites de las denominaciones, porque ahí es donde empezamos a chocar y cada uno delimita un concepto. Cuando no coincidimos con conceptos ajenos se generan tensiones, discusiones y controversias. En muchos casos son infructuosas. El problema es cuando determinan “esto es tal cosa y acá deja de serlo”. Y esas delimitaciones son tan arbitrarias como las denominaciones en sí mismas. Por otro lado, la historia nos enseñó que fuera de las voluntades, los deseos y los intereses personales, la música y las expresiones artísticas en general han ido evolucionado de forma impensada, más allá de lo que piense cada uno de nosotros.

–¿Por qué?

–Porque está sometida a tensiones imprevistas, donde cada generación establece un diálogo con la anterior y con sus expectativas. Introduce nuevos códigos, nuevos elementos. Y uno no puede pelear contra eso. Lo que sí se puede es arrimar un criterio más o menos razonable, como decía el Negro Aguirre, que es la de proveerse de un conocimiento preciso acerca de los antecedentes; donde uno pueda verificar y tener conciencia que está generando novedad o una modificación sobre algo que realmente conoce. Es decir, conocer los antecedentes que funcionaron históricamente como rasgos fuertes, como rasgos que se instalaron, que tienen que ver con lo rítmico y los detalles de los lenguajes, y que configuran una tradición, pero que uno no tiene por qué defender a rajatabla. Se defiende sola. Lo que sí pasa es que, frente a formas imperiales de la cultura, a veces nuestras expresiones están en una condición muy desigual y ahí es donde hace falta plantearse la labor de los músicos. Hay que exigir más políticas públicas que apunten a equilibrar esos poderes muy fuertes, corporativos, que tienen que ver con un mercado del disco, un mercado del medio. Ahí sí acuerdo en que uno tiene que armarse para defender determinada cosa. Pero esa defensa no significa impedir la evolución de la música, porque las generaciones que vienen lo hacen a partir de su propia sensibilidad.

–El Chango Spasiuk recomendó a los jóvenes que experimentaran, pero que primero profundizaran en los géneros de raíz. ¿Está de acuerdo?

–En definitiva, consistiría en apropiarse de rasgos que ya han hecho un camino bastante largo y están establecidos. Y que se han manifestado como eficientes en la expresión de un lenguaje. Porque son interesantes, genuinos e introdujeron gracia en un género, en una especie, en un estilo. Formas de rasguear, formas de componer, modos melódicos. Cosas que tienen que ver con un camino recorrido. Desconocerlo es tan estúpido como pretender que se queden cristalizados para siempre en esa expresión. Escucho las mismas discusiones hace treinta años. Pareciera que se renovara esa confrontación. Y me parece que va a existir siempre. Siempre se generan tensiones entre diferentes expresiones y sensibilidades. Uno no puede hacer nada contra eso, sino plantarse en su propia estética y defender lo que uno cree que está bien. Lo que me parece mal es la ofensa y la descalificación del otro porque no coincide.

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