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Miércoles, 7 de agosto de 2013
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Pipo Cipolatti, Los Twist y los treinta años de La dicha en movimiento

“Nunca perdí contacto con ese material”

Este viernes, en La Trastienda, el cantante comenzará la celebración al frente de su banda de toda la vida, en una gira que también lo llevará por el interior y al Uruguay. “Fue un disco difícil de superar”, recuerda. “Tan difícil que, en adelante, nos fue para el carajo.”

Por Javier Aguirre
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“Salvo un compilado, estamos descatalogados, fuera de stock”, se queja Pipo Cipolatti.

Un halo de informalidad militante y de psicodelia agria, una sensación de que nada es demasiado en serio y de que en cualquier momento se podrá escuchar un efecto de “risas grabadas”, rodean a Pipo Cipolatti desde hace tres décadas. Así como el pelirrojo galo Obélix cayó en la marmita de la poción mágica y vive en perenne estado de gracia (muscular), el también pelirrojo Pipo parece haber caído en algún tipo de marmita que lo hace hablar, siempre, al borde de lo verosímil, en un estado payasesco, ciclotímico de gracia y desgracia, como si hubiera un Mr. Hyde aniñado e inquietante siempre a punto de salir a saludar.

Este año se cumple el aniversario número 30 de La dicha en movimiento, el álbum debut de Los Twist, que ha sido su proyecto de vida más duradero, además de su banda. Una banda que, desde del alejamiento del gran Daniel Melingo es, básicamente, Pipo+10. En este caso, el elenco lo integran un bajista de perfil bajo como el histórico Eduardo Cano, una cantante invitada –hoy es Mavi Díaz, la ex Viuda e Hijas con pasado Twist, refuerzo de lujo para la formación actual–, el tecladista-productor Juan Absatz y un plantel cambiante (“al baterista y al saxofonista los conocí por Internet”, chapea). Han quedado lejos los highlights de la carrera televisiva que Cipolatti tuvo en el siglo pasado: fuera de la tradición oral, casi no hay rastros de sus quemadísimos móviles de autor en La TV ataca ni de su extraño show personal Boro Boro, que salió originalmente ¡por Telefe! y que hoy no tendría lugar ni en YouTube; y sólo están a mano sus olvidables papeles “de rol” en el horrible Rompeportones, que repite Volver. Ahora, mientras dialoga con Página/12, el cantante concentra sus energías, de nuevo, en Los Twist, para una serie de “presentaciones aniversario”, basadas en aquel iniciático disco de 1983, que comenzará el viernes en La Trastienda Club y seguirá por Rosario, Córdoba, Trelew y cruzará al Uruguay.

–¿Cómo ve La dicha en movimiento hoy? ¿Lo considera un disco que se ha mantenido vigente?

–Es un disco que siempre ha estado muy presente en el repertorio de Los Twist. “Pensé que se trataba de cieguitos”, “25 estrellas de oro”, “Jugando hulla-hulla” o “Jabones flotadores” son canciones que tocamos siempre en vivo, y que son de La dicha... Creo que el 50 por ciento de nuestro repertorio tiene que ver con la primera época de Los Twist, con los primeros tres discos. Los tocamos siempre en los shows en el interior, o los que damos en fiestas privadas de empresas, cosa que hemos hecho siempre. Este 30 Años Tour, en realidad, surgió por azar: nos ofrecieron una fecha con poca anticipación en el ND Ateneo... y después nos dimos cuenta de que era un día en que jugaba la Selección Argentina. “A este boludo le armamos una fecha ese día”, habrán dicho. Diseñé el cartel con la estética de La dicha..., que es un disco que, con el tiempo, se convirtió en clásico. Era un boom por sus hits, vendió 120 mil copias. Y apareció en un momento sociopolítico y cultural muy especial, en el que había pocos grupos de rock, pero todos muy buenos: Sumo, Virus, Suéter, Soda, los Cadillacs. La dicha... se grabó muy rápido y muy bien, es coherente sólo a nivel sonido, tiene estilos muy distintos. Fue un disco difícil de superar... Tan difícil que, en adelante, nos fue para el carajo. El segundo disco quedó archivado, el tercero quedó sin banda para apoyarlo porque salió cuando Daniel Melingo ya se iba de viaje. Por una cosa u otra, después de La dicha... pareció que la banda se había muerto.

–Está asociado a la idea de “rock divertido”. ¿Le gusta esa categoría? ¿A usted le divierte ese disco, le da nostalgia?

–No me da ni un puto sentimiento... Odio, a lo sumo. No lo escucho, sólo si es para mostrárselo a alguien que no lo escuchó nunca. Me suena mucho más de tocarlo en vivo, son canciones que están de memoria, más que ensayadas. Soy muy crítico de Los Twist, empezando por el mal nombre del grupo. Lo de divertido puede pasar, en todo caso, por el hecho de que no tenemos actitud profesional. Nunca perdí contacto con ese material, lo veo de cerca: lo tengo siempre a tres metros de distancia; de hecho, en el living de casa, arriba de un mueble, está colgado el poster original en blanco y negro, del 16 de agosto de 1983, poco antes de que saliera el disco, de un show en el boliche Marabú que dice “Los Twist presentan su LP La dicha en movimiento”. Lo que sí me molesta es que nos hayan sacado de la venta. Salvo un compilado, estamos descatalogados, fuera de stock. ¡Tenemos un club de fans en México y no les podemos vender discos! Pregunté por qué no los vuelven a editar y en Universal y EMI me contestaron que la persona que me podía informar no estaba. Parece que el grupo no existiera...

–¿Sigue teniendo relación con Daniel Melingo? ¿Ha prestado atención a su carrera tanguera?

–Me gustan mucho sus tangos. No nos vemos muy seguido, porque siempre está de gira. La última vez que lo fui a ver en vivo había tanta gente que no pude pasar a saludarlo. Esa vez hizo 80 por ciento música y 20 por ciento tango. Tenemos un tango que compusimos juntos, antes de La dicha..., se llama “Llorón”. También “Piso de soltero” –que apareció en el disco Cataratas musicales, de 1991– surgió entre los dos. La letra la escribí el día que dimos, junto a Melingo, el examen de letra en Sadaic. Te daban un lápiz y un título-consigna para escribir un soneto. A Melingo le tocó el título “Piso de soltero”, él escribió “Nido de amor, mi piso de soltero...” y no supo cómo seguirlo. Así que yo lo terminé y lo convertí en canción.

–Hace tiempo que no hace televisión y no es fácil encontrar en pantalla huellas de su registro humorístico... ¿Le gusta, por caso, Peter Capusotto y sus videos?

–He visto las repeticiones. Me gusta más o menos, la verdad. Tiene cosas divertidas, sí, pero para mi forma de ver el humor, hay algunas cuestiones que están demasiado aclaradas. Prefiero cuando algo pasa más inadvertido, eso de lo que te das cuenta después, tipo Los Simpson, que es de lo mejorcito que hay. Además me pasa que, como hace muchos años yo hice cosas parecidas, tengo la sensación de que si me pusiera a hacer ahora lo que hice siempre, me dirían que lo estoy copiando a Capusotto. Tengo entendido que a Pedro Saborido le gustaba lo que yo hacía en televisión. Pero está todo bien.

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