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Sábado, 28 de diciembre de 2013
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Kevin Johansen presenta hoy su Fin de fiesta en el teatro Gran Rex

“Cantamos sobre nuevas libertades a conseguir”

El músico cumplirá su ritual de celebración de fin de año por quinta temporada consecutiva. Dice que generacionalmente es heredero “de una camada de músicos que la pasaron mal”, y que “gracias a Gieco o Viglietti” hoy puede cantar sobre otras cosas.

Por Karina Micheletto
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“En los cruces, mi música puede expandirse y enriquecerse”, señala Johansen.

Ya es un clásico de Kevin Johansen, su banda The Nada, y la fructífera yunta que han sabido consolidar con el dibujante Liniers: se va el año y ellos lo despiden con una fecha que, a priori, podría parecer a contramano, pero que demostró ser una convocante oportunidad para el Fin de fiesta, como terminaron llamándola. Y esta vez, cumpliendo el ritual por quinto año consecutivo, el aniversario ameritó una mudanza al teatro Gran Rex, donde el gran combo de música más proyecciones y dibujos en vivo prepara un cierre de año especial. Será hoy, a partir de las 21, y el Fin de fiesta en cuestión suele materializarse en una suerte de catarsis colectiva, más festiva aún que otros conciertos, confirma el anfitrión.

En un repaso por el balance que amerita todo cierre –de año, en este caso, de fiesta–, Johansen conversó con Página/12 sobre el pasado pisado –su obstinación por abrir encuentros con colegas, como el que este año materializó con la orquesta El Arranque, las posibilidades que abre Latinoamérica para la música argentina, el lugar que ocupa su música y el público que supo ganar–, y también sobre lo que vendrá. Un disco nuevo, el DVD Bivo, que grabó en México, el segundo libro con Liniers por Ediciones de la Flor, más trabajo con El Arranque... ¡El regreso de Instrucción Cívica! Y también las expectativas que despierta este Fin de fiesta, instalado ya como clásico.

“Arrancó como una fecha loca: en diciembre venían Dios y María Santísima a tocar a Buenos Aires y siempre estaba esa disyuntiva: ¿qué hacemos?, ¿tocamos, no tocamos?”, repasa el músico y compositor. “Un teatro amigo, en ese entonces el Konex, nos tiró el 28 de diciembre, y como me gustan esos desafíos lo tomé. Al final, anduvo bárbaro.” ¿Y qué es lo que marca la diferencia en esta “fecha loca”? “La Navidad es como la felicidad obligatoria –observa Johansen–. Y hay mucho estrés puesto allí. ¡Si hasta en noviembre y diciembre aumenta la cantidad de crímenes! Después del 25, ya está: ya viste a tu suegra, a tu yerno que no bancás, ya te peleaste si fue necesario, ya relajaste.”

–¿Y ese clima se percibe en el público del Fin de fiesta?

–Sí, muchísimo. Yo siento que estas fechas son como un suspiro generalizado, como un desenchufe. La gente viene con ganas de bailar, de relajar y desenchufarse del año. Y nosotros sentimos una empatía total con ese clima. Tiene que ver con disfrutar de lo vivido: lo que fue, fue. Vamos a celebrarlo.

–Y en su caso, ¿qué es lo que fue?

–Fue un año muy cargado de viajes y lugares nuevos. En México grabamos el DVD Bivo (lo llamé así jugando con el nombre del último disco, Bi), que va a salir acá en abril. Siempre me llamó la atención que los que son del DF se llaman a sí mismos defectuosos, así que yo digo que éste es el DVDefectuoso. Anduvimos por Australia, por Brasil, donde tocamos todos los años. Latinoamérica se nos abrió mucho este último año. Regionalmente es un momento muy bueno, y eso se nota cuando salís. Definitivamente, hay mucha mayor conexión entre los países, yo siento que todos nos conocemos más las mañas que veinte años atrás. Si antes las diferencias generaban más bien desconfianza, hoy celebramos más esas diferencias.

–Sin embargo, desde Argentina se suele decir que es muy difícil entrar al mercado de Latinoamérica, que es más fácil, por ejemplo, que un brasileño toque acá, que a la inversa.

–Yo no lo veo tan así, pero sí, he escuchado ese lamento. Supongo que tiene que ver con nuestra idiosincrasia, somos llorones los argentinos... Tenemos eso de sentirnos siempre en el culo del mundo, siempre mirando a Europa... Por el contrario, yo siento un halo de respeto y admiración muy grande hacia la música argentina en Latinoamérica, una cuota extra de confianza: Ah, ¿sos argentino? Te vamos a prestar la oreja, vamos a darte un crédito a priori.

–Este año cantó con El Arranque, un encuentro no tan esperado. ¿Sigue?

–¡Claro! Digamos que lo de este año fue como un ensayito, porque se viene el disco, que puede llamarse “Tangos de Alaska”, o algo así. Hubo una linda producción para hacer “Everybody knows”, el cover de Leornard Cohen, y “Nieva en Buenos Aires”, un tema que hice cuando, justamente, nevó en Buenos Aires. Ellos son coetáneos, pero estudiosos del tango, la tienen clarísima, son talentosos y muy laburadores. De allí en más, surgieron versiones originales y también covers bizarros. Yo con ellos no me pongo en un lugar de cantor de tango frente a un septeto, para nada. De hecho, hasta físicamente me ubico a un costado. La verdad, fue un disfrute para todos.

–Suele embarcarse en cruces de este tipo con colegas. ¿Qué encuentra en esos cruces?

–No lo hago por una demostración de nada, realmente me guío mucho por la conexión con los músicos, y me gusta cuando esa conexión traspasa lo musical o lo estético. Cuando pegás onda, digamos. En esos cruces encuentro que mi música puede expandirse, enriquecerse. Pero, sobre todo, que la paso bien.

En la casa de Johansen, el balance del Fin de fiesta parece materializarse en alegrías más domésticas, mientras Tom Atahualpa, hijo menor del cantautor, hace sonar su piano. De Bi, el disco que grabó con “parva de invitados”, y el DVD en vivo que lo continuará, la charla avanza hacia lo que vendrá, el nuevo disco con The Nada. “Quiero hacer una grabación que sea exactamente lo opuesto a lo que venimos haciendo en los discos hasta ahora, esa tendencia a confiar en la tecnología, casi sin ensayo y con muchas horas de estudio”, dice el cantautor. “Mi idea ahora es volver a la vieja usanza. Quiero hacer al revés: ensayar tres meses y grabar una semana.” Johansen dice que siente que éste es “un momento bisagra” en su carrera, y entonces la charla vuelve hacia atrás en el tiempo, hasta llegar a Instrucción Cívica, aquella banda que integró en los ’80 junto a Alejandro Terán, Daniel Krause, Fernando Samalea y Julián Benjamín, y que llegó a grabar dos discos: Obediencia debida, de 1986, la exitosa irrupción del grupo, e Instrucción Cívica, de 1987, el abrupto final, su “FE: Fracaso Estrepitoso”, como lo define ahora Johansen con humor. Y cuenta algo más: que el año próximo planea el regreso de Instrucción Cívica.

“Mi amigo Julián Benjamín vivía en España, se fue con la crisis, y ahora volvió. Le propuse que Instrucción Cívica volviera, y estoy seguro de que va a volver. Sería un acto de justicia poética. ¡Podemos festejar el aniversario de cuando nos separamos!”, se ríe. Después del primer disco que grabamos en Del Cielito, llegó el segundo, sin ninguna producción, sin nada. El productor se fue con la guita a Europa con la novia, yo me estaba enamorando de una bailarina y me fui tras ella a Nueva York, así que digamos que estaba en otra, un desastre todo. Las siglas que identifican esa experiencia son FE: Fracaso Estrepitoso.

–Al menos se puede reír...

–Siempre, no sé si es por mi gen anglosajón. Lo que sé es que el gen des-generado que siempre digo que tiene mi música, en cuanto a la mezcla de géneros, ese gen estaba ya en Instrucción Cívica. Lo que más rescato es el desparpajo y algunas letras como “Obediencia debida” y “País de cadáveres”. Hay algo de la esencia de Instrucción Cívica que rescato mucho, sobre todo que no copiábamos, éramos muy originales. Con Julián nos conocimos en tercer grado de la Escuela del Sol, es un gran músico, y un gran amigo.

Postas

“Yo volví en el 2000, y en 2001 salió el disco The Nada. Salía el disco y se caían las Torres Gemelas, y luego la Argentina. Estaba volviendo a un país que, literalmente, se caía, pero yo sentía un extraño alivio de estar lejos de Nueva York”, sigue el repaso en tren de balance. “Siempre elijo lindas fechas para volver. Con casi doce años llegué a la Argentina un 24 de mayo de 1976.” “No ser un cansautor”, según el término que acuñó Rubén Rada, sigue siendo el norte de Johansen, toda una definición de lugar que se plantea también en términos generacionales. “Hace poco participé de un homenaje a Litto Nebbia que se hizo al aire libre en Mendoza, organizado por Igualdad Cultural –recuerda–. Con dirección artística de Lito Vitale y con la participación de muchos artistas: Gustavo Santaolalla, Baglietto, Hugo Fattoruso, Claudia Puyó, Silvina Garré, muchos. Nebbia es Wikinebbia, tiene una obra que uno no termina de abarcar, conocí un abanico de canciones. Dijo algo muy lindo: que a él no le gustan este tipo de homenajes, pero que si se los rinden en vida y estando activo, sí le parecen bien.”

“Nosotros venimos de esa posta”, reflexiona. “Generacionalmente somos herederos de una camada de músicos que la pasaron mal, que fueron censurados, amenazados o asesinados, como Víctor Jara o el mimo Lennon, al que si bien mató un loquito, lo mató porque cantaba pidiendo paz. Me cayó una ficha buena cuando tocamos en el cierre de matrimonio igualitario. Que nosotros cantamos sobre otras libertades. Yo sería un cansautor y un demagógico si cantara hoy como León Gieco o Viglietti, ellos estuvieron cuando había que cantar aquello, y gracias a ellos hoy podemos cantar sobre otras libertades, justamente, porque estuvieron ahí.”

–¿Y esa herencia pesa?

–Desde esa herencia, hay algo que siempre pienso: si sos hijo de un padre rebelde, y te rebelás, finalmente te volvés conservador. Entonces nosotros, ¿sobre qué cantamos? Cantamos sobre nuevas libertades a conseguir. Mi música es des-generada y el público que la escucha también es des-generado, porque es difícil de encasillar: en mis conciertos, y sobre todo en los de Fin de fiesta, ves pibes de 20, padres jóvenes que van con sus hijos, sesentones con onda, gente que escucha desde Gieco a Les Luthiers. Y yo no vengo con ninguna línea para bajar, lo que sí sé es que no quiero ser un cansautor. Me hubiera gustado acuñar esa frase, pero es del Negro Rada. Con su permiso, la sigo tomando prestada.

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