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Viernes, 3 de enero de 2014
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Sr. Flavio habla de su disco Nada especial: Próxima Ola

“Con el punk rock me muevo como pez en el agua”

El nuevo álbum del bajista se alimenta de su amor por el mar, el surf, el punk y el ska. “Desando caminos en lo musical, pero eso no quiere decir que vaya para atrás: ando, pero de otra manera”, dice.

Por Gloria Guerrero
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Hay algo en el agua. “La Naturaleza, con el agua, enriquece. A mi espíritu le hace bien. Puedo estar esperando la ola en Chapadmalal, sentado sobre mi tabla de surf, y de repente pasan unos delfines, o una bandadita de patos al ras...” Flavio Cianciarulo (49) tiene una cuestión con las olas. “Y estás ahí, más dentro del mar que los demás; tampoco es que estás en altamar, pero estás ahí, en el agua, vos. Ni siquiera en un barco; estás sentado sobre tu tabla, con los piecitos dentro del agua. Y ves los acantilados de un lado, y cómo se forma la belleza de la ola... Eso llena e inunda espacios de tu alma. Me nutre mucho.”

A su docena de discos con los Fabulosos Cadillacs se suman otros diez como solista (a través de distintas agrupaciones) y uno más, a dúo con Ricardo Iorio. Y está esta cuestión con las olas. El nuevo álbum personal de Sr. Flavio, Nada especial: Próxima Ola, tiene todo que ver con el anterior, Nueva Ola (2011), aunque no se le parezca tanto: hoy el Calavera decidió volver, inesperadamente, a sus raíces punk y ska. Pura tracción a sangre. ¿Por qué?

–Es cierto que en este disco desando caminos en lo musical, pero eso no quiere decir que vaya para atrás: es andar, pero de otra manera.

–Para ser un famoso Cadillac, maneja su carrera solista de un modo más bien discreto, casi “de culto”.

–Seré un Cadillac for life. Y eso está bien (sonríe). Pero es cierto que, solo, toco para muy poca gente; al principio me costó bajar de la Gran Nave Madre y de los tremendos conciertos... A ver: no me molesta para nada tocar en el Salón Pueyrredón; es más: por algo mi energía me lleva a ese lugar... Pero lo que me irritaba era que viniera tan poca gente: “Loco, ¿dónde están?”. ¡Por lo menos un Salón Pueyrredón hasta las tetas! Después aprendí a aceptarlo: está bueno el underground. Ahora mi rutina de shows es más espaciada; no batallo tanto, no puedo: escribo, ensayo, salgo de gira con los Cadillacs... Pero me encantaría tocar todos los fines de semana en el boliche. ¿Por qué estoy parado acá? Porque me gusta. Listo. Y toda esa tracción a sangre que se ve, que se escucha, es mi esencia: rockear muy filopunk, ver el rock desde ese lugar. El disco muestra algo distinto, que sin embargo no es nuevo en vivo: desde hace más de un año mis shows ya venían muy apretados en distorsión, con muchos hardcorcitos en el medio (sonríe). Es cierto que también quise aprender, con todo respeto, fusión seudojazzística, y que estudié con Javier Malosetti cuando –bendito sea– daba clases, pero con el punk rock me muevo como pez en el agua.

Otra vez el agua. El señor Flavio se crió en Mar del Plata, pero luego del divorcio de sus padres debió mudarse a Buenos Aires con su mamá; de cualquier modo, volvía seguido a la costa para ver a su viejo. “Fue un desarraigo a medias”, dice. “Cuando crecí, empecé a canalizarlo en mi arte; en 2001 hice un disco medio jazzístico-folklórico: El marplatense. Y por el lado deportivo, también; había surfeado de chico, no era de buenas luces pero le ponía muchas ganas. Ya de muy grande le dije a mi esposa: ‘Bueno, yo tengo que volver al mar a surfear’. Me costó terriblemente recuperar lo perdido, pero disfruté mucho. Y no veo la hora de irme al agua. Cada vez que puedo, me escapo y me voy al agua. No sé cuántos músicos le han cantado a Mar del Plata, pero está bueno hacerlo y me hace bien. Y el mar está, está. Está siempre presente.”

Ahora, además de estar presente, es protagonista fundamental. Ahí van Surfer Calavera, el flamante libro de terror escrito por Sr. Flavio (ver recuadro); y la ola de este nuevo disco.

–El material es una sucesión de tornados, pero hay una curiosa balada: “Los hoteles de Perón”...

–Voy mucho a Chapadmalal, y ahí nomás están esas barracas gigantes de hace más de medio siglo, que hasta parecen militares: son hoteles que tienen números, y los lugareños los llaman “los hoteles de Perón”, porque fue Perón quien los mandó construir. Hay algo interesante ahí, que ya se mezcla con una cuestión social; llevan chicos de colonias de vacaciones del conurbano y de barrios emergentes, chicos que nunca tuvieron la oportunidad de ver el mar ni de lejos. Los miro bajar de los colectivos con sus maestros y maestras, con unas caritas... Están conociendo el mar, la arena, y eso es una maravillosa expresión de cara.

–“Mar salado, donde yo quiero estar”...

–No soy yo el nene que habla en el tema, no es mi infancia, es como un cuento. Y no sé siquiera si es un niño; a veces hasta creo que esa voz es femenina, que quien me poseyó, digamos, fue una nena de uno de estos grupos del conurbano bonaerense. También hay un fato del que me enteré por un surfista guardavidas: vos podés llamar y reservar una semana, o no sé cuántos días, a muy bajo precio, como si fuera 20 pesos por día, ponele, en los hoteles de Perón. Cualquier ciudadano lo podría hacer. Esos hoteles estuvieron muy mal, muy abandonados, pero los han recuperado; están impecables. Y ojo que no soy peronista... (sonríe).

–¿Cuánto camino hay entre lo que su banda muestra en escena y lo que se escucha en el disco?

–Desde que empecé con la Sr. Flavio Band, por llamarla de alguna manera, me di el gusto de armar el formato básico del rocanrol, que curiosamente nunca había transitado: guitarra, otra guitarra, bajo y batería. Siempre hubo un teclado o algo... ¡Caños, ni hablar! Pero, ahora, el clásico cuarteto empieza a dominar este período, que en vivo funciona con Matías Cugat (guitarrista que tiene una banda de hardcore metal: Timmy O’Tool), mi hijo Astor en la batería y el bajista Max Moretto, que tocaba en Obelisco Bonsai en los ’90 y ahora tiene un grupo que se llama Los Calmantes. La diferencia es que, en vivo, yo toco la guitarra. Siempre me gustó de este proyecto el haberme corrido de mi lugar clásico como bajista en los Cadillacs...

–¿Y cómo le sale?

(Se ríe.) –Toco la guitarra de una manera muy simple; la toco para mí, para mi universo de posibilidades, y me gusta... ¡Toco tipo Joe Strummer! Strummer decía: “Yo no sé tocar una cuerda: yo toco las seis todo el tiempo”. A mí me pasa eso. No soy un guitarrista de la genialidad del Tano Marciello, de Almafuerte, o el guitarrista de Massacre, Pablo (Mondello), por citar a dos que admiro mucho. Yo soy un strummer, básico y contundente. Y la guitarra me dio otra posibilidad: ir adelante a cantar. El bajo me abstrae: no podría ser un bajista y cantar; no porque no me salga, y admiro a Sting o a McCartney y a tantos otros, pero me gusta tanto el bajo que no me da para cantar. En cambio, la guitarra es una fiel compañera de mis canciones, así como yo la toco, de una forma tan sencilla. Para hacerlo bien está Matías.

–¿Sufre Max Moretto tocando el bajo para un bajista como usted?

(Risas.) –No, no... Eso sí: cuando grabamos, la formación cambia un poco. En el disco soy yo quien graba el bajo. Mi bajista entiende el trato e incluso lo llamo para algunas canciones, pero ése es nuestro acuerdo de amistad: Max es el bajista en vivo, y en los discos grabo yo. No es porque me crea mejor, sino porque me da placer.

–Algunos músicos encaran otros proyectos, paralelos a su trabajo habitual, como capricho, o para “darse un gusto”. Pero usted parece tomárselo muy en serio.

–Porque es mucho más que “un gusto”. Es que soy muy inquieto y por eso tengo la suerte de estar en varios proyectos musicales. Porque además del de mis hermanos de música y de vida, los Fabulosos Cadillacs –que es donde me hice y quiero estar–, también estoy con De la Tierra, con Andreas Kisser y Andrés Gimenez, y esa potencia es lo nuevo. Sin embargo, Sr. Flavio es lo que me subyuga al máximo: no es ni mi souvenir, ni un hobby; le pongo todas las fichas. Lo pongo en el lugar número uno. Y el segundo o el tercer lugar no desmerecen nada, ¿entendés? Pero tocar la guitarra, tocar mis canciones y tocar con Astor es lo que hoy me representa.

Flavio no deja pasar ni media ola sin mencionar a su progenie. Astor (16), destacado baterista, toca con su papá desde que tenía 8 años. “Que toda la base descanse sobre Astor... es un lujo. Astor es mucho mejor músico que yo... ¡por suerte!” “Crecen”, el cuarto tema del álbum, simula una continuación del célebre “Vos sabés” de los Cadillacs; aquí, el doctor no felicita al autor con un “Es un varón”: esta vez ha nacido una niña. De hecho, Cocó Cianciarulo –gran estrella del skate infantil– aporta su voz en dos canciones ska-punk de Próxima Ola. “A veces me dicen: ‘Para tu hijo, lo que debe ser tocar con su viejo, que es tan famoso’, y les contesto: ‘La presión la tengo yo. Astor es un gran músico, es mejor que yo, y yo lo sé’. Incluso me avisa cuando me voy de tempo, ¡hasta cuando trabajamos con el metrónomo! Lo hace con cariño, pero con justeza. Me pone en caja. Uno aprende mucho de sus hijos. Uno les da la contención, el amor, pero pertenezco a una generación de padres que está convencida de que uno aprende mucho de ellos. Ellos me enseñan todo.”

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