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Sábado, 4 de enero de 2014
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Horacio Fumero habla de su álbum Vuelos

El jazzero canto de las aves argentinas

El contrabajista, que trabajó con Gato Barbieri, Téte Montoliú, Johnny Griffin y Woody Shaw, creó su nuevo álbum, intentando retratar en cada pieza a pájaros autóctonos.

Por Cristian Vitale
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Que un disco de jazz esté basado totalmente en pájaros sorprende... hasta ahí. Al principio apenas, cuando a cada pieza corresponde el nombre de un ave, argentina en este caso, y genera una singular imaginación a priori. Pero es el mismo autor, Horacio Fumero, el que naturaliza la situación. O desnaturaliza la sorpresa. Enmarca con el apodo Charlie Parker, el creador del bebop (Bird); acerca con piezas sueltas del género que intentan pintar con sus músicas diversos bichos voladores (“Ornithology”, del mismo Parker, “The Peacoks”, de Jimmy Rowles y Gary Foster, o “Bye Bye Blackbird”, la casi centenaria pieza de Ray Henderson y Mort Dixon), y remata con un trabajo entero, conceptual, de Dave Holland, en cuyo nombre no filtran dudas: Conference of the Birds. Ubica, en suma, su flamante disco Vuelos en un contexto de realidad, amparado en sus precedentes. “No soy yo quien pueda comparar mi humilde homenaje con lo que realizaron tan grandes figuras del jazz, pero me gusta pensar que hemos compartido algunas visiones”, se limita a decir él, mientras está de gira por los cielos fríos de Europa Central, antes de presentarse los sábados 18 y 25 de enero junto a Adrián Iaies en Café Vinilo (Gorriti 3780).

Vuelos, tal como su nombre indica, es un intento conceptual del histórico contrabajista de retratar aves autóctonas con sonidos. De musicalizarlas. Sustentado en el trío que completan Diego Schissi en piano y Mariano Loiácono en trompeta, Fumero trata de emular los cantos del chimango, la torcacita, el tero, la cigüeña, el chajá, el carancho, el tordo músico, el ñandú –todos bajo idea propia–, más un plus ajeno (“Las golondrinas”), cuya versión original corresponde a Eduardo Falú. “Pocos días antes de entrar en el estudio falleció Falú y, conmovido por la noticia, quise rendirle un pequeño homenaje con sólo las cuatro cuerdas del contrabajo... Se me apareció su voz cantando ‘adónde te irás volando por esos cielos’ y, bueno, las golondrinas tenían que estar presentes, ¿no? Como son aves migratorias, hice un guiño musical, modulando su melodía por tonalidades alejadas unas de otras, tritonos, terceras menores... Falú fue enorme. Recuerdo cuando oíamos en discos de 78 rpm su ‘Tonada del viejo amor’, en aquellos largos veranos de la infancia”, explica y evoca el ex contrabajista del Gato Barbieri, Téte Montoliú, Johnny Griffin y Woody Shaw, entre otros pesos pesados del género, nacido hace más de seis décadas en el paraje campero y santafesino de Cañada Rosquín.

–Se intuye que su infancia rural ha aparecido en este disco...

–Recuerdo especialmente los pájaros de mi infancia, sí. Es algo mágico un ser vivo que vuela, ¿no? En el campo, en aquellos años, había una enorme variedad de especies de pájaros y mariposas, y siempre me maravillaron sus vuelos, sus cantos, sus nidos... El primer tema que compuse se llamaba “Hornero”, hermoso ejemplo de pájaro constructor que la gente respeta tanto. Y resulta que la música es fundamentalmente construcción, lo que pasa que es construcción con aire, con vibración de aire que se transporta del emisor al oído de quien está escuchando: esto también es mágico.

Para imaginarle una música al resto de las aves regionales, Fumero se basó en las onomatopeyas que distinguen sus cantos –el “teru teru”, por caso– o en características especiales que surgen de oír los sonidos del ñandú, la cigüeña o el tordo músico. “En el caso del ñandú pensé en sus largos pasos y escribí el tema siguiendo una serie de cuartas musicales que hacen un progreso rapidísimo en la escala musical hacia lo agudo o hacia lo grave. En el de la cigüeña quise evocar algo, una cierta nostalgia de algo que quizá nunca existió, pero que nos gustaría que hubiera existido. Y ‘Tordo músico’ está dedicado a mi desaparecido hermano Hugo, porque era su pájaro preferido”, explica Fumero sobre ciertas piezas de este singular disco surgido tras su paso por el programa de televisión Ocells, palabra catalana cuyo significado en castellano es, claro, pájaros. “Lo hicimos hace un año para TV3 de Rosario, y el disco fue idea de Horacio Vargas, su productor”, informa.

–Bajo la impronta del jazz, que da para todo...

–Bueno, sí, es una música que me fascinó desde el principio, pero no es la única música para mí. Me gusta definirme como músico, así, a secas y no como “músico de”. No pertenezco a ninguna secta musical, me gustan todas las músicas que están hechas con esa mezcla maravillosa de corazón y cerebro: el folklore, el tango, la música árabe, la hindú, el flamenco, en fin, hay tantas...

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