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Martes, 11 de marzo de 2014
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Francisco Fattoruso, entre su proyecto de jazz y los Illya Kuryaki

“El destino me dijo que tocara el bajo”

Hijo de Hugo y sobrino de Osvaldo, formó con ellos el Trío Fattoruso. También trabaja como productor, es el bajista de IKV (por recomendación de Luis Alberto Spinetta) y lleva adelante un proyecto solista con el que ya tiene listo su segundo álbum, Music Adventure.

Por Lucas Kuperman
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“Trato de que mis shows sean ricos en todo sentido, me embola ponerle solo foco al bajo”, afirma Fattoruso.

Además de hijo de Hugo y sobrino de Osvaldo, los geniales uruguayos que ampliaron el campo del jazz y el candombe, Francisco Fattoruso es músico de Illya Kuryaki & The Valderramas, productor y uno de los grandes bajistas de la nueva camada. Centrado en su actividad de sesión con Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur en IKV y aunque produce una gran cantidad de bandas, uruguayas en su mayoría (además de coproducciones junto a Rafa Arcaute, de Calle 13, Luis Alberto Spinetta y No Te Va Gustar, por ejemplo), Fattoruso terminó 2013 tocando junto a su padre en unos conciertos en el Teatro Solís, donde hicieron temas de Los Beatles y los Shakers. “Toqué la guitarra, algo que sólo suelo hacer en estudio. Mi viejo está loco, y tuve que estudiar muchos acordes y música. Pero la verdad es que la pasé muy bien”, relata. Y asegura que, si bien su actual carrera solista se desarrolla tocando jazz, en algún momento va a armar una banda de rock.

Comenzó su carrera profesional a los 18, con el ingreso a IKV, movimiento que tuvo que ver exclusivamente con Luis Alberto Spinetta: “Fui a ver a Los Socios del Desierto a Montevideo y terminé entrando al camarín. Luis me saludó de una manera increíble, porque se dio cuenta de que era el hijo de Hugo, y me dijo que le encantaba lo que hacía mi viejo. Me preguntó si tocaba, le comenté que sí, que tocaba el bajo, y me dijo que los Kuryaki necesitaban bajista. Me dio el teléfono del estudio y hablé con Dante. Pasó un mes, y cuando me había olvidado, me llamaron, hice una prueba y quedé. Fue increíble. Cumplí 19 en la primera gira con ellos en Estados Unidos, que era muy rara para mí porque estaban todas las bandas que miraba en MTV: Molotov, Café Tacvba, Bersuit, Control Machete... hasta Ruth Infarinato, la conductora. El día de mi cumpleaños aparecieron los dueños de Ernie Ball, me dieron un auspicio y me regalaron dos bajos. El destino me dijo en varios momentos de mi vida que tenía que tocar el bajo”, bromea.

A punto de editar su nuevo disco, Music Adventure, sucesor de The House of Groove, Fattoruso asegura que cuando compone ve paisajes: “Mi cerebro me lleva a ese lugar, aunque también tengo amigos que ven colores sólidos”. Y cuenta que le pasaron algunas “cosas mágicas” a la hora de hacer Music Adventure: “Quise componer, estudiar y hacer una evolución del anterior. En 2008 tenía un demo para empezar a grabar, pero me llamó (el ex niño prodigio de la batería) Tony Royster Jr. para hacer un DVD. Fui a Los Angeles con músicos buenísimos, pero no había temas, tuve que mostrar algunos que tenía pensados para mi disco y los doné. Ahí supe que tenía que componer más. Grabamos en Uruguay, la Argentina y Atlanta, fue increíble, con músicos que habían tocado con Herbie Hancock, Stevie Wonder y Michael Jackson”, festeja.

–Su estadía en Atlanta fue una especie de universidad donde tuvo a los mejores profesores, que lo influyeron al punto de que hasta formó parte de bandas gospel.

–Mi idea era crecer allá, porque sentía que estaba un poco limitado, y quería tener muchos músicos de los cuales aprender, quería tocar como los músicos de R&B. Atlanta es muy rico musicalmente. Todas las iglesias tienen un coro y formé parte de algunos. Es muy raro, la gente habla durante las ceremonias. Al principio pensás que es falta de respeto, pero es su forma de expresión. Aprendí siete temas gospel por semana. La música es muy complicada y sin partituras, pero muy disfrutable. Después de eso, estoy curado de espanto.

A fines de 2011, decidió pegar la vuelta: “La gente está loca allá, es muy difícil esa sociedad. Quedás aislado, muy solitario. Me motivaba venir acá a producir full time y a tocar. Si hubiese estado solo, podría haberme quedado, pero mi mujer es uruguaya y tenemos dos nenas. Igual, en algún momento tengo pensado hacer cosas en Los Angeles, y lo bueno es que hoy en día no es necesario asentarse allá”.

–En Estados Unidos conoció a grandes músicos como Tony Royster Jr. y Thomas Pridgen (ex The Mars Volta), a quienes invitó a tocar juntos en la Argentina. ¿Cómo fueron esos convites?

–Con Tony somos muy amigos. Es un fenómeno raro, hay pruebas en los videos de cuando tocaba de chiquitito con un nivel de motricidad y cabeza que no correspondían con su edad. Tiene la lógica musical en otro lugar. Tiene el ritmo adentro y lo muestra con el cuerpo. El vivió en mi casa de Atlanta, hay mucha confianza. Se dio que se cancelaron unos shows cuando vino con Joss Stone, tuvo una semana libre, y tocamos en Uruguay y acá. Con Thomas es más raro. Me enteré por comentarios de Facebook de que es muy amigo de Lil John Roberts y, después de un par de idas y vueltas, supe que también era amigo de Tony y de Carlos Mcswain, toda gente con la que había tocado o grabado. Quería traer a alguien de allá y surgió la idea de Thomas. Le escribí a su página y me contestó. Fue un tiro al aire que salió perfecto y pegamos terrible onda. No lo conocía personalmente. Lo traje tres días a Montevideo, ensayamos, tocamos en Buenos Aires y se fue. A él le pasó algo muy fuerte al tocar acá: estuvo en un lugar grande donde nadie podía creer que él estaba ahí. Eso en Estados Unidos es muy difícil que pase. Allá va a un lugar de ese tamaño y el 80 por ciento no sabe quién es Thomas Pridgen ni The Mars Volta. Tengo un papel de generar música más allá de mí mismo. Tengo un rol de unir músicos y mover la pelota. No me gusta que mi show sea sólo mío. Trato de que mis shows sean ricos en todo sentido, me embola ponerle solo foco al bajo. El nombre es simplemente una manera para que el proyecto esté siempre funcionando.

–Pero ese nombre está acompañado del apellido de una de las familias uruguayas más reconocidas en la música. ¿No es una presión?

–No, realmente es súper natural. Escuchaba la música de ellos y no me gustaba, por decirlo de alguna forma. En su momento escuchaba cosas más relacionadas a mis amigos y a la escuela, como Iron Maiden, Guns N’Roses, Faith No More... Cuando crecí, empecé a entender la música, a comprender todo lo otro, y se me abrió un espectro impresionante. Los pasos más grandes de mi vida fueron tocar con el Trío Fattoruso y con IKV. Fue lo que me hizo crecer más rápido. Con el Trío era aprender jazz, su espíritu, la dinámica, cómo interactuar entre músicos. Osvaldo era experto y Hugo sigue siéndolo. Y con los Kuryaki aprendí toda la disciplina de un grupo muy organizado donde tenés que ser súper pro, un sesionista increíble. Cuando entré, con 18 años, ¡tenía que tocar los bajos que había grabado Guillermo Vadalá! Al principio, no entendía por ahí que una línea de bajo fuera de sólo cuatro notas, pero las tocaba porque mi viejo me enseñó a respetar la música. Con el tiempo fui entendiendo cosas increíbles de esas cuatro notas.

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