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Viernes, 14 de marzo de 2014
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Víctor Lavallén, una leyenda del bandoneón que sigue honrando al género

“El tango no tiene fecha de vencimiento”

Es director musical de Forever Tango y de la notable Orquesta Escuela Emilio Balcarce; junto a su Típica, está presentando el material de Atemporal, un disco que hace honor a su nombre. “Puede haber colores y matices, pero el tango es algo muy definido.”

Por Cristian Vitale
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Lavallén y su Orquesta Típica se presentan hoy y mañana, a las 21, en el refugio tanguero de Defensa al 1500.

Arranca la orquesta y un pedazo viviente de la historia del tango ilumina la noche. Es una Típica y quien la dirige tiene todos los requisitos para cumplir con tal designio. Fue bandoneonista de Enrique Mario Franchini, Miguel Caló, Mariano Mores y Atilio Stampone. Fue, del ’58 al ’68 del siglo pasado, arreglador y puntal en la línea de bandoneones de Osvaldo Pugliese. Fue fundador e integrante, durante más de dos décadas, del Sexteto Tango. Fue, y es, también director musical de Forever Tango, director de la notable Orquesta Escuela Emilio Balcarce –con la que acaba de publicar Mistonguero– y líder de esta Típica (dos bandoneones, piano, teclados, dos violines, contrabajo y cantor) que ilumina la noche del Tasso con la intención de presentar Atemporal, su flamante disco. “Pienso que el tango no tiene fecha de vencimiento... la música es buena o es mala, no obedece a un patrón temporal, no hay un tiempo que la defina, ¿no? Para mí, el tango siempre es el mismo. Es una continuidad, con nuevas armonías y nuevas ideas, de lo que fue. Por eso lo de Atemporal”, enmarca el maestro Víctor Lavallén, rosarino, 78 años, a punto de iniciar su ciclo de conciertos, que continúa hoy y mañana a las 21, en el refugio tanguero de Defensa al 1500.

La orquesta arranca, entonces, con el evocativo “Margarita Gauthier”, tango escrito por Joaquín Mora y Julio Jorge Nelson, mediando la década del ’30, en honor a La Dama de las Camelias. Sigue con los aires piazzollianos de “Buenos Aires-Tokio”, tema que Julián Plaza compuso en Japón, en plena gira con la orquesta de Pugliese, y recibe al cantor, Hernán Lucero, para activar una versión de “De tardecita”, viejo tango de Nicolás Messutti y Carlos Alvarez Pintos, arreglado por el mismo Lavallén. Los aplausos en la sala aprueban, y se sucede un mix de piezas propias y ajenas que le darán el tono lumínico al convite: entre ellas, “Vigilia”, uno de los primeros temas que compuso el anfitrión; el introspectivo y flamante “Airoso”, de Alejandro Bruschini; la remozada “Recordándote”, y un par de “hits” que le ponen nervio y tradición al contexto: una remozada visita a “Qué me van a hablar de amor”, de Stamponi y Homero Expósito; “Danzarín” –otra perla de Plaza–, y un bis para la popu: “Por una cabeza”.

“Todas mis experiencias pasadas están volcadas en lo que hago ahora; uno junta todo eso, y lo pasa por su propia idea, su propio estilo, porque uno no saca todo de la orquesta con la que tocó, saca algo y después le agrega su personalidad”, señala Lavallén, y sigue: “A los seis años ya escuchaba las orquestas que había en los ’40, que eran muchísimas, incluso las distinguía, y a los catorce ya estaba trabajando en el centro, porque había mucha demanda de músicos, mucho trabajo, al revés de lo que pasa ahora. Me encantaba la orquesta de Caló, lo admiraba y toqué con él; me gustaba la de Franchini, y ahí toqué también. Y Pugliese, bueno... era un sueño imposible que se me terminó cumpliendo”.

–Tal vez superando sus expectativas... a usted le pertenece el arreglo de “Gallo ciego”, un clásico.

–Cuando empecé con Pugliese, me dijeron: “¿Usted qué quiere arreglar?”. Respondí que me gustaría “Gallo ciego” y me dieron el visto bueno. Lo hicimos, me acuerdo, antes de un viaje a Rusia, y después me encargaron el arreglo de “El pañuelito”, que lo agregaron a la lista, de apuro, y terminó siendo un éxito tremendo.

–¿Más que “Gallo ciego”?

–Sí, porque el éxito de “Gallo ciego” llegó después, cuando lo tomó una pareja de baile y se hizo popular en todo el mundo, pero con Pugliese fue “El pañuelito”... Con “Gallo ciego”, en ese momento, no había pasado nada.

–Sostiene, y lo ratifica, que el tango es atemporal. ¿También es un género libre en términos estéticos?

–A ver... a veces los nuevos músicos se confunden un poco, se van un poco de la línea del tango. Digo, son muy contemporáneos y buenos músicos, estudiosos, pero hay que respetar el género... el ritmo, la melodía, en fin, porque, si no, no es tango. A veces se escucha el sonido de un bandoneón y la gente dice “eso es tango”, pero no es tango: es música, pero no es tango.

–¿Dónde está el límite, en su visión?

–El tango es una música que tiene su ritmo, su melodía, y eso hay que respetarlo, por eso se puede bailar. Cuando no pasa eso, entonces es una música más contemporánea, más libre. Sí puede haber colores y matices, pero el tango es algo muy definido, que depende mucho de la creatividad, pero también del respeto de sus formas.

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