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Martes, 18 de marzo de 2014
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Hugh Laurie volvió a presentarse en Buenos Aires con su banda

Con el corazón en el blues

El actor, que saltó a la fama internacional por su protagónico en Dr. House, reafirmó en esta visita su profundo conocimiento de la música del sur de Estados Unidos, aunque el disfrute compartido aleja sus shows del mero estudio antropológico.

Por Joaquín Vismara

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HUGH LAURIE AND THE COPPER BOTTOM BAND

Músicos: Hugh Laurie (voz, piano y guitarra acústica), Mark Goldenberg (guitarra, teclados, acordeón y coros), Vince Henry (saxo, clarinete y armónica), Elizabeth Lea (trombón), Herman Matthews (batería), David Piltch (contrabajo), Jean McClain (coros) y Gaby Moreno (coros y guitarra)
Lugar: Teatro Gran Rex, sábado 15 y domingo 16 de marzo
Duración: 142 minutos
Público: 6000 espectadores.

Cuando Hugh Laurie vino a la Argentina por primera vez, en junio de 2012, lo hizo en el contexto menos apropiado para resaltar su carrera como intérprete. El actor y músico inglés llegó al Luna Park a sólo tres semanas del fin de Dr. House, la serie de la que fue protagonista durante ocho temporadas, y que le dio un reconocimiento escala Hollywood con el que le costó bastante lidiar. Aun con un vasto conocimiento sobre blues, jazz y dixieland, Laurie debió luchar con el estigma de ser “el de la tele”, como si su paso por la pantalla fuera más importante que lo que estaba ocurriendo en el escenario. Tal vez por eso mismo, su regreso porteño tuvo el sabor de una revancha victoriosa. Alejado de la exposición pública desde entonces, ahora Laurie puede hacer lo que le gusta sin que haya malos entendidos con la audiencia.

En su momento, el artista británico tuvo que lidiar con más de un prejuicio por parte del público y de la prensa cuando anunció su cambio de rumbo. Por un lado, estaban quienes veían al lanzamiento de su álbum debut, Let Them Talk, como una mera excusa para exprimir el éxito una vez terminada la serie. Por el otro, también se cuestionó su incursión en la música norteamericana de raíz, siendo él un inglés de clase media (un argumento que, en definitiva, también podría ser válido para Los Rolling Stones y Led Zeppelin). Lo cierto es que, tal como se vio en el Gran Rex este último fin de semana, en la presentación de su segundo trabajo, Didn’t It Rain, lo de Laurie dista de ser un capricho. Es el trabajo de un entendido del género, que interpreta las canciones bastante por encima de lo correcto y que hace lo suyo acompañado por músicos de alto calibre.

A pesar de su histrionismo y sus pasos de comedia espontáneos, sobre el escenario Laurie es un integrante más de su grupo, la Copper Bottom Band (un anglicismo de principio de siglo XX traducible como La Banda Confiable, otra manera más de decir que esto es en serio). Con su piano de cola ubicado sobre el lateral izquierdo del tablado, el actor no deja pasar oportunidades de pedir aplausos para sus músicos, reverenciarlos de rodillas en cada uno de sus momentos protagónicos, o simplemente levantarse de su banqueta para bailar, como si fuera un espectador en trance con un grupo que recrea tanto el sonido como la estética de Nueva Orleans.

Si bien el recorrido que emprenden Laurie y su banda por la música del sur de Estados Unidos se concentra en varias de sus páginas más remotas, el resultado final no se queda en el estudio antropológico. Antes de cada interpretación, el músico británico hace una breve reseña del autor del tema correspondiente (del “You Don’t Know My Mind”, de Leadbelly a Professor Longhair, pasando por Bessie Smith y “Mystery Train”, de Little Junior Parker). La elección del repertorio hace justicia a varias de las figuras fundacionales del blues y el jazz, por lo que, al momento de encarar “Get Out Of My Life, Woman”, de Allen Touissant, Laurie dice con cierta sorna: “Esta una de las pocas canciones que tocamos de alguien que todavía está vivo”. Chiste aparte, el comentario es cierto: salvo por las versiones de Dr. John y Chuck Berry (“Wild Honey” y “You Never Can Tell”, respectivamente), los demás autores homenajeados abandonaron el plano terrenal hace rato.

A medida que pasan los minutos, cada integrante gana su momento de protagonismo. La coreuta costarricense alterna versos en español con Laurie para “Kiss of Fire” (la versión en inglés de “El choclo”, popularizada por Louis Armstrong), el guitarrista Mark Goldenberg hace ulular las cuerdas de su instrumento a fuerza de slide en “Careless Love”, y la vocalista Jean McClain ofrece una emotiva rendición de un spiritual en “Send Me to the ‘Lectric Chair”, en la que representa a una mujer que pide ser condenada a muerte, mientras Laurie le marca el ritmo con un martillo de juez, aprobando su súplica. De fondo, la sección de vientos y la base rítmica conformada por el baterista Herman Matthews y el contrabajista Vince Henry ayudan a darle a la propuesta el espíritu de época, como si se estuviera paseando por Nueva Orleans en pleno Mardi Grass.

La intención de Laurie de reivindicar tanto su búsqueda como su propuesta hizo que el show se extendiera por casi dos horas y media. La duración tiene que ver con el disfrute que toda la banda transmite a la hora de entrarle al hueso del american songbook, pero también es una manera de poner a prueba al público. Quienes llegaron al Gran Rex atraídos sólo por la idea de ver sobre el escenario a quien le puso el cuerpo al huraño Gregory House abandonaron el barco a mitad de la jornada. En cambio, tanto los entendidos del género como quienes estuvieron dispuestos a entender qué era lo que Laurie y sus músicos tenían para ofrecer pudieron ser parte de algo que no va por el camino del alimento al ego, sino del disfrute compartido. La clave para entender esta dinámica era simple: bastaba con ver la felicidad y las constantes muestras de agradecimiento por parte del anfitrión de la noche. House jamás se animaría a eso.

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