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Lunes, 14 de abril de 2014
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Homenaje a Luis Alberto Spinetta en el Encuentro Federal de la Palabra

El Flaco sigue teniendo mucho para decir

Desde Machi hasta Dread Mar I, pasando por la Bersuit, los artistas pusieron el foco en las influencias literarias de Spinetta, con énfasis en dos de los grandes escritores que inspiraron al autor de “Durazno sangrando”: Antonin Artaud y Carlos Castaneda.

Por Gloria Guerrero
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Convocados por Lito Vitale, y pese a las inclemencias climáticas, los músicos recordaron a Luis en Tecnópolis.

Lito Vitale idea, proyecta, coordina, arregla, dirige y toca. Lleva una magnífica carrera de casi cuatro décadas como músico, autor y compositor (solista, a dúo, trío, cuarteto o quinteto), pero cuando le sobra un minuto se dedica a sus Planes Tributarios. En tributo de algo o de alguien, Vitale consigue que Los Unos (muchos, incluidos los imposibles) armonicen con las canciones de igual cantidad de Los Otros. Así es como Lito entiende que deben de rendirse los homenajes: cada quien se rinde, en todo el sentido de la palabra, ante la obra de su prójimo; por dar un ejemplo, en el disco doble Escúchame entre el ruido: Homenaje al rock nacional (2006) pudo lograr que Luis Alberto Spinetta derritiera las “Tres agujas” de Fito Páez. Pero ahora, en 2014, es el tiempo de rendirse ante Luis. Primero organizó Alma de Diamante (Todos cantamos a Spinetta), el tremendo concierto en Villa Gesell del 7 de febrero pasado –al cumplirse dos años del duelo– que reunió a notabilísimas figuras arriba (Gustavo Santaolalla –su versión de “Perdonado” es marca indeleble en el almanaque–, Pedro Aznar, Celeste Carballo, Hilda Lizarazu, Juan Carlos Baglietto, David Lebon, Lisandro Aristimuño, Gabo Ferro –otra marca irrepetible con “Muchacha”– y tantos más), en una noche con 20 mil personas al aire libre y con meteorología amable.

Dos meses después, convocado nuevamente por el Plan Nacional Igualdad Cultural, el tributo de Lito de anteayer debió concentrarse en el Encuentro Federal de la Palabra de Tecnópolis, un acontecimiento singular que hasta el 20 de abril junta a la gente (gratis) con los dramaturgos, cineastas, músicos, historietistas, especialistas en culturas digitales y todo aquel que tenga algo para hablar; mejor aún: para decir. Y ahí fue Vitale organizando de nuevo a Los Otros para con Luis, pero esta vez en cuanto a las influencias literarias de Spinetta, porque de eso se trata el Encuentro Federal de la Palabra y, se sabe, Luis hizo de toda la música una palabra. Y supo cómo hacer de la palabra un sonido.

Vitale ya había avisado que para este segundo tributo no repetiría ni a los mismos artistas ni las mismas canciones del show de Gesell, y que esta vez iba a convocar básicamente a músicos alternativos, sin olvidar a algunos masters infaltables como Machi, Leo Sujatovich, Javier Malosetti o Jota Morelli, ni a grandes como Palo Pandolfo o Willy Crook (Leo y Machi presentaron en escena la muy buena labor de sus propios hijos). Los temas de Spinetta elegidos habrían de dividirse en cuatro segmentos (presentados en lectura por la preciosa Virginia Innocenti, quien también recitó poemas de Luis), con énfasis en dos de los grandes implicados en la inspiración spinettiana: Antonin Artaud (1896-1948) y Carlos Castaneda (1925-1998).

Pero, al revés de aquel caliente encuentro en Gesell, ahora en Tecnópolis garúa, llueve, hace de golpe un frío de Balcarce, las ráfagas de viento no respetan límites de velocidad y los más de tres mil tipos debajo del escenario están con los ojos rojos y congelados, todos con las capuchas arriba, ateridos como los dedos de las “Rutas argentinas” que se anuncian para el cierre... que habrá de llegar ¡tres horas después!

(Sin embargo, y nótese este detalle: a las 18, durante cinco minutos, “llovió con sol” y hubo un arco iris gigante... justo cuando Willy Crook, con su loca voz aguardentosa, gemía divinamente “Alma de diamante” –1980–. Ah, brazos en alto. Y besos para arriba.)

Los artistas de mediana edad que eligió Vitale para esta gesta pusieron todas sus bufandas para cumplir con sus respectivos desafíos: Eruca Sativa, Rosal, Dread Mar I y los Rayos Laser (de Córdoba) estuvieron muy a la altura; los cordobeses, particularmente, dignificaron la parada en “Parlante” (bonus raro del CD de Téster de violencia, 1988). Una hora después les tocó volver y arrasaron con “La bengala perdida” (del mismo Téster), esta vez acompañados por Machi, Iván Gramático y Benito Cerati, el hijo de Gustavo, quien antes había cantado “Bajan” con su... mejor voluntad. Nico Cota se metió “Adentro tuyo” (Silver Sorgo, 2001), pero hasta el fondo. Y seguramente fueron la voz de Candela Cibrián con Aqualáctica (cuarteto de cuerdas) quienes más calentaron las camperas con “A Starosta, el idiota”: belleza con gritos y llantos.

Se escuchó todo Artaud (1973) con sus nueve temas, una empresa titánica que incluyó la implacable voz de Isabel de Sebastián (“Superchería”) y a toda la Bersuit en “Cantata de puentes amarillos”, incluidas ocasionales desafinaciones de tantas gargantas y la estampa de Oscar Righi que parecía llegado de la Base Marambio. Es que, en serio, hacía mucho frío.

Pero... ¿alcanza el frío para quedarse tan corto? Hagamos palabra en el Encuentro de la Palabra, sin olvidar que en el primer álbum de Almendra el listado de las canciones estaba escrito en jeroglíficos. Rimbaud, Breton, Foucault, Jung, Bataille. Y Carl Sagan, también, aunque ninguno de ellos haya sido mencionado en escena: el Flaco estaba loco por Sagan y también por Borges: le había fascinado tanto el Arte poética. Y Spinetta reinventaba idioma y transformaba sustantivo en verbos: “No paniqueen”, pidió cuando se moría. Eso también es “encontrar palabra”.

La gente se congela, pero Lito sigue en llamas y Malosetti es una nueva estufa gigante: lo que hizo con “Díganle” y con “Cementerio Club” (los problemas de sonido le pasaron por al lado) da para sacarse el sombrero. Vuelve a lloviznar. Palo Pandolfo permite que “Por” parezca aún más surrealista; Gonzalo Aloras suena alucinante, de lo más precioso de la noche, ante todo con “Todas las hojas son del viento”. Pero al sombrero, acá en Tecnópolis, se lo lleva el viento. Son ráfagas de 50 km/h y el frío cala hasta el último molar. Pero cuando sube Machi a escena, todo lo que había “valido la pena” ya califica como bendición; “Durazno sangrando”.

Encuentro de la Palabra: linda sobredosis de Spinetta y de Artaud.

“¿Acaso no son el verde y el amarillo cada uno de los colores opuestos de la muerte, el verde para la resurrección y el amarillo para la descomposición y la decadencia?” (Antonin Artaud, carta a Jean Paulhan, París, 1937). Por eso fue tan verde la tapa del disco Artaud, degradándose (amarilleándose) desde el centro hacia una esquina. Por eso, quizás, el amarillo (a pesar de aquellos puentes de Luis, inspirados por Van Gogh, y a pesar de otros gustos) sigue siendo un color tan feo.

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