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Viernes, 18 de abril de 2014
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EDDIE SHAW, UNA LEYENDA DEL BLUES QUE SE PRESENTA HOY EN BUENOS AIRES

“Cuando subo a escena olvido mi edad”

Tocó con dos hombres esenciales del género como Muddy Waters y Howlin’ Wolf, y a sus 78 años insiste en mantener una actividad permanente para conservar vivo el legado. “El saxo le puede dar erotismo a la música y una actitud más fiestera”, dice.

Por Cristian Vitale
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“Los músicos argentinos que tocan conmigo me enseñaron todo lo que sé del país, son mi familia.”

Dice que sin Muddy Waters y Howlin’ Wolf no existiría el rock “tal cual lo conocemos”. Recuerda al primero como uno de los pocos nombres –junto al de BB King– que trascendió los límites del blues. Y al segundo como una figura fundamental en su vida. Dice y recuerda con absoluto conocimiento de causa Eddie Shaw, saxofonista nacido hace 78 años en Benoit, Mississippi, que acompañó a ambos próceres en la era dorada del género. A Waters durante 1958, cuando aquél le propuso integrarse a su banda en gira permanente y lo “obligó” a mudarse de su Mississippi natal a la eléctrica Chicago de entonces. “A él le debo mis verdaderos inicios como profesional en la música”, evoca Shaw. Con Wolf el proceso fue más largo. “Con él aprendí cómo liderar una banda, tratar con los músicos, los ensayos, los horarios, las cosas del negocio de la música. Era una persona sabia, muy inteligente”, sentencia esta leyenda viviente del blues eléctrico que se presenta por tercera vez en Buenos Aires (hoy a las 23.30 en La Trastienda, Balcarce 460) y promete un show apto para el dancing retro. “Me gusta que el público entienda que el blues es música que también se puede bailar, que es el padre del rock and roll”, desafía.

–Promete interpretar “el mejor” blues de Chicago de los cincuenta que, para usted, fue además el mejor de la historia... ciertos puristas no opinan lo mismo.

–En mi opinión sí fue la época dorada del blues, porque estaban vivos los mejores exponentes. Yo no solo toqué con Howlin’ y Muddy, sino también con Magic Sam, Freddy King, Luther Allison y Elmore James, y todos esos nombres son los que definieron el estilo, los que influyeron en las generaciones siguientes de bluseros y rockeros. En Chicago, en una misma noche podías ver tres o cuatro de esos artistas en dos clubes ubicados a metros de distancia. Si bien no me quedé estancado en el tiempo y creo que evolucioné con mi música, me gusta mantener firme el vínculo con esta época. Hay algo que no puedo evitar y es que mi edad me lleva allí (risas). Lo cierto es que cuando me subo a un escenario me olvido de mi edad y quiero tocar toda la noche.

En pleno agite, Shaw acaba de ingresar al Blues Hall of Fame y de ganar el Blues Award, a causa no sólo de sus orígenes como integrante de algunas de las mejores bandas de blues del siglo pasado, sino también de una cosecha de dieciséis discos propios, y de su prestigio como mejor saxofonista del género, según la Blues Foundation. “Los premios son reconocimientos a tu carrera y si bien no suelen venir acompañados de dinero, es bueno que alguien diga que vas por el camino correcto”, se ríe Shaw, que estará acompañado por Juan “Sleepy” Urbano en guitarra, Ignacio Bottaro en piano, Juan Gale en bajo, Walter Loscocco en batería y Omar Salomón en guitarra. “Me gusta decir que es mi banda en Argentina. Músicos que tocaron conmigo en mis visitas anteriores y me enseñaron todo lo que sé del país, son mi familia, gente que me cuida y lleva a pasear, a conocer las costumbres y comidas locales”, señala Shaw, también cantante y armoniquista.

–¿Qué impresión general y musical tiene sobre la Argentina?

–Argentina es conocida por el tango, y mucho no escuché, aunque los chicos de la banda me llevaron a escuchar algo cuando vine por primera vez en 2011. Era en uno de esos barrios viejos, con los edificios antiguos y la gente por la calle. La pasé muy bien y, según me dijeron, las letras son muy ingeniosas, pero tal vez no sea el mejor término para describirlas. Me gustaría conocer el idioma para entender bien de qué tratan. Creo que la música que sale directo de los sentimientos es la única que importa, las demás son productos que no aportan demasiado, sólo sirven para pasar el tiempo, pero nadie los recuerda cuando pasan unos años. No importa si es blues, rock, jazz, tango o música clásica. La música tiene que conmoverte, hacerte sentir que estás vivo, tocar tu ser, tu alma, porque si no tiene alma no sirve.

–¿Por qué se inclinó por el saxo? ¿Cuál sería, dada su propia experiencia, la centralidad del instrumento en el blues?

–El saxo le puede dar cierto erotismo a la música y también una actitud más fiestera, rockearla más. En la historia del blues hubo grandes saxofonistas como Cleanhead Vinson o Abb Locke. Tener vientos en una banda de blues era algo importante para un cantante, aunque sólo fuera uno... eso es lo que pasaba con Magic Sam y conmigo. Por supuesto que muchos cantantes querían tener una sección de vientos tan grande como la de BB King, pero si podías conseguir una pequeña sección de dos o tres vientos, era un signo de que las cosas iban bien.

–Lleva más de cincuenta años tocando. ¿Podría detenerse en tres momentos clave?

–Son demasiadas cosas las que pasaron... Tal vez el primero fue instalarme en Chicago, cuando Muddy me llamó para incorporarme en a banda. El segundo sería cuando renuncié a su banda.

–Un momento crítico...

–El problema fue que en la banda de Muddy todos bebían mucho y yo no. Pasaba que cuando Muddy llegaba para el segundo set, la banda ya llevaba tocando una hora, y había muchas peleas. Incluso, todos llevaban pistolas, menos yo (risas). Yo llevaba unos meses en Chicago, era un chico de pueblo y me pareció mejor irme. Así que un día, cuando comenzaron las discusiones guardé mi saxo y me fui antes de que llegara Muddy. Caminé unos metros y entré en otro club, donde estaba tocando Howlin’ Wolf. Chicago era así en esa época, tenías un club al lado del otro y con todas las estrellas del momento, todos los días. Entré en el club, entonces, me puse a tomar un café y cuando Wolf terminó su set se acercó y empezamos a hablar. Me preguntó si no estaba tocando con Muddy, le conté que había renunciado y me dijo si quería trabajo. Le contesté que sí y empecé esa misma noche. Pasé de Muddy a Wolf la misma noche, y ahí me quedé durante trece años hasta su muerte. Ese fue el segundo momento clave en mi vida.

–¿Y el tercero?

–La muerte de Wolf y hacerme cargo de estar al frente de la banda, seguir con las presentaciones y con su legado.

–A través de Eddie Shaw & The Wolf Gang, básicamente.

–Claro, mi banda, que era la banda de Howlin’, pero cuando murió pasó a ser La Pandilla del Lobo. Seguimos durante unos años los músicos que tocamos por última vez con Wolf: Hubert Sumlin en guitarra, Detroit Junior en el piano, Shorty Gilbert en el bajo y Chico Chism en la batería. Después entró mi hijo, Vaan Shaw, en lugar de Hubert, luego se fue a Detroit y recientemente Gilbert se tomó vacaciones por problemas de salud, tuvo polio en su infancia y lo volvieron a operar por los problemas para caminar. Estoy orgulloso de tener una banda unida por tantos años, con la que grabamos dieciséis discos y giramos por el mundo. Somos una de las bandas que más shows dieron en los últimos treinta años en el mundo del blues. Y es un orgullo, porque cuando Howlin’ murió le prometí a él y a su viuda que no dejaría que su legado se perdiera.

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